Pese a haber dirigido apenas seis películas en un período de 20 años, tanto yo como gran parte de la cinefilia seguimos con interés cada nuevo paso que da el realizador estadounidense de origen ruso James Gray. Si bien El sueño de Ellis no cumplió con las expectativas pese a ser una película muy estimable, encontré en Dos amantes una película sobresaliente. Y la película que nos ocupa, proyecto que viene gestándose durante los últimos tres años, me tenía esperando impaciente desde que leí la sinopsis y vi las primeras imágenes y tráilers. Gray es cineasta de estilo añejo, y una buena aventura de búsquedas amazónicas con las maneras Conradianas de Apocalipsis ahora eran elementos de mucho interés cinematográfico, y la ocasión prometía, ante todo, como espectáculo visual. Y habiéndola visionado (aprovechando La fiesta del cine) me congratula afirmar que, pese a no llegar a la magnificencia, la película superó mis expectativas siendo un estupendo espectáculo, y también algo más. El filme de Gray ofrece un extendido relato cuyo ritmo y ciertos pasajes lastraran las satisfacciones del espectador, así como cierta reiteración temática, pero la soberbia realización de la película y su compacto guión la hacen una de las películas más ricas de lo que llevamos de año.
En 1905, el oficial Perry Fawcett (un estupendo Charlie Hunnam) es enviado a mediar en un conflicto armado entre Bolivia y Brasil por dominar territorio limítrofe en la espesa selva amazónico, aún inexplorada por la sociedad británica. En esta experiencia agotadora física y mentalmente, en la que hará amistad con su compañero de viaje Henry Costin (un más que correcto Robert Pattinson, que al igual que Kirsten Stewart demuestra una vez más que el desastre de Crepúsculo no fue culpa suya) y encontrará vasijas y fragmentos de cerámica, los cuales considerará restos evidentes de una ciudad primitiva oculta en la selva, con ciudades de oro como Z. Al retorno a Inglaterra convencerá a la Royal Geographic Society para realizar una nueva expedición, y durante los siguientes veinte años dedicará sus esfuerzos en reiteradas aventuras en busca de la ciudad perdida, a cambio de dejar abandonada a su mujer durante largos años y de perderse el crecimiento de sus hijos (entre los que se encuentra, en la madurez, un entrañable Tom Holland). Un denso drama de aventuras y desafíos personales, ambiciones, sueños y fracasos. Una película clásica de familias descompuestas, trapos sucios de organizaciones clasistas y luchas por dominar lo desconocido e imponerse al terreno y al contrario mediante la astucia y el poderío físico. Un relato que se toma su tiempo para presentar a sus personajes de manera concisa pero detallado, con inquietudes y pasiones muy claras. De primeras cabe alabar el soberbio trabajo del equipo técnico. A la hipnótica melodía de Christopher Spelman se suma la excelente fotografía en celuloide de Darius Khondji, de apagados colores tenues que impregnan a la película de un aspecto depresivo acorde a su tono elegante pero agobiante y agresivo, y la realización de Gray, sin excesos de chulería pero acertados encuadres, que apenas recurre a las planos en movimiento para tomas aéreas y sus escasas pero excelentes escenas de acción, así como en sus leves travellings de aproximación. Una película río dramática e introspectiva, poética e incisiva, que hipnotiza y engancha en su delicado fluir y potente narración, usando a un gran elenco y a una excelente ambientación para recrear con realismo una era de héroes y soldados, en un ejercicio de impresionante producción.
Si bien su desarrollo argumental y el entramado de su atmósfera hacen que veamos sus 141 minutos de metraje con mucho gusto sin aburrimiento alguno, es innegable que la película podría prescindir de cuarto de hora de metraje, y quizás ganaría en prestaciones con ello. El villano de Angus Macfayden desagrada por lo plano y evidente de su perfilado, chocando sobremanera con el calado de los demás personajes. El interés decae en el período de entreguerras y retiro previo a la tercera y última expedición, y lo monotemático de las características de sus personajes impiden que empaticemos con ellos y nos impliquemos con plenitud de la épica que se nos presenta, que si bien no fascina sí nos seduce con contundencia.
Densa, poética, intrépida y sobria, Z, la ciudad perdida no remata como obra maestra, pero sí es una excelente película de contagioso interés y robusto desempeño. Muy recomendable. 8/10