Tras un sábado de pocos descubrimientos y escasas películas vistas (pese al buen sabor de boca zombieco), el domingo iba a poder disfrutar de dos películas que no había visto antes, y, al parecer, de una de las mejores películas de género de los últimos meses, en el que sin duda era el mejor día de la programación. Acabaría el certamen con una sensación amarga por no poder experimentar una jornada maratoniana de muchas proyecciones seguidas (que ocasionalmente siempre agrada), pero cerrar en un punto alto siempre redondea la impresión general.
DOMINGO 5 DE MARZO
Tras una proyección matutina de Una historia interminable, película ochentera que presumo está ensalzada por la nostalgia, a las 16:00 se abrió la jornada con otra película que no pude ver: la película de terror finlandesa Lake Bodom. Nadie pudo informarme de la calidad del producto, pero en el Syfy el silencio nunca es bueno. Pero todo parecía indicar que nos hallábamos ante una suerte de Villmark Asylum finlandés en el que el valor estético de sus escenarios procuraría compensar sus defectos. Espero que al menos su lamentabilidad diera para unos buenos momentos de risas Syfy. A las 18:00 se proyectó otra de las grandes obras de esta muestra, a la cual no pude acudir pero que pude ver en el Festival de San Sebastián y sobre la que escribí brevemente: la película de anime dirigida por Makoto Shinkai Tu nombre, récord absoluto de taquilla en tierras niponas. Cómo ya reflexioné, encontré en este hermoso filme un buen puñado de ideas narrativas, que junto con sus abruptas derivas al videoclip hacían perdonar la irregular cohesión de sus ideas y su deriva en su tercer acto hacia un tono emocional excesivamente cursi. Su delicada animación y rico uso de escenarios naturales del país del sol naciente, junto con la poco convencional ejecución de su premisa y su intensidad musical y visual hacen de ella una experiencia no exenta de problemas, pero muy disfrutable. 7/10
A las 20:00 pude iniciar mi jornada con uno de los platos fuertes de la muestra, a priori su mayor baza: la película francesa Crudo, dirigida por la joven Julia Ducournau. Una película programada en este contexto por su explicitud gore, pese a no tratar de eso ni ser fantástica ni terrorífica. Justine (una estupenda Garance Marillier) es una chica joven vegetariana, como su familia. Tras toda una vida con sus padres, entrará en un colegio mayor de una ciudad lejana para estudiar en una prestigiosa facultad de veterinaria. Tímida y pequeña en un hostil escenario de novatadas, profesores exigentes y rituales de iniciación, la aplicada estudiante deberá reafirmarse ante sí misma y los demás como una mujer con carácter e independencia. Acompañada de su compañero de cuarto homosexual Adrien (Rabah Naït Oufella) y su hermana Alexia (Ella Rumpf), descubrirá gradualmente una desatada pasión por la devoración, que desembocará en situaciones incómodas y peligrosas. Un thriller psicológico intimista e incómodo sobre la entrada en la madurez, la identidad femenina y el deseo. Un estudio de personaje elegante, de atmósfera malsana y sugerentes acercamientos al canibalismo y a la barbarie. Una película que nos embauca y nos mantiene intrigados durante todo el metraje gracias a unos personajes entrañables, una hermosa factura visual, un argumento metafórico e inteligente entramado en una estructura de menos a más y una atmósfera turbia. Un relato de descubrimiento en el que se usa la violencia explícita como una herramienta al servicio de la trama que no le resta el foco al núcleo del filme, que es Justine, sus inquietudes y su evolución. Si bien es cierto que, en tanto la película se plantea como introducción a un mundo diegético cocida a fuego lento, servidor quedó con ganas de más una vez nos adentramos de lleno en el estadio final de los personajes de ambas hermanas. Y si bien invita a la reflexión y busca con acierto el impacto, si el subtexto empaca a nivel conceptual, el texto audiovisual en sí mismo no fascina al espectador más allá de un interés curioso. El mundo queda bien trazado, pero los elementos que lo pueblan no llegan a manifestarse lo suficiente cómo para que la película resulte excelente. Con todo, pese a no poseer un calado visual mayor, fue un descubrimiento fresco y necesario, y lo mejor que servidor vio durante el fin de semana. 7/10
Y la Muestra del 2017 concluyó casi a las 11 de la noche con el preestreno de la nueva película del Monstruoverso que Legendary Pictures prepara y al que dio pistoletazo de salida hace tres años con una aceptable Godzilla; Kong: La isla calavera, dirigida por Jordan Vogt-Roberts, enésimo realizador introducido en la arena de las superproducciones tras curtirse con sólo una película independiente. Película de cierre que, por segundo año consecutivo, cuenta con Tom Hiddleston en su reparto. En 1973, en el contexto de la guerra de Vietnam, el científico Bill Randa (John Goodman) y sus colaboradores de la organización Monarch consiguen la aprobación del gobierno para adentrarse en la isla calavera, un territorio mitológico, desconocido e inexplorado, protegido por tormentas, en el que pretenden investigar sus especies aún no descubiertas. Para tan arriesgada empresa necesitará de un rastreador (Hiddleston), una fotógrafa (Brie Larson), varios hombres de ciencia y un cuerpo de soldados, capitaneados por el ansioso de camorra Coronel Packard (Samuel L. Jackson). Cuando lleguen descubrirán que esta isla esconde muchos misterios insondables y peligrosos, gobernados por el grandioso, y último ejemplar de su especie, rey Kong. Cine de aventuras que sigue los esquemas clásicos del género y que, acompañado de una estética y ambientación deudora del cine bélico de los 70, pretende reintroducirnos al gigante simiesco en un relato ligero en el que se le enfrente con otros monstruos gigantes. Y si algo podemos agradecerle a la película, además de un hermoso aspecto visual y unas estampas de exótica belleza, es que ofrece amplias proporciones de interesantes criaturas y de grandes batallas de Kaijus con Kong. Pero dedica mucho tiempo de su metraje a acompañar a unos personajes insulsos, de la profundidad de un folio, y se demora durante un extenso metraje al que el tono solemne y dramático de la propuesta (acompañado, dicho sea de paso, por insertos del humor más bobo e ineficaz) la hacen tediosa e indiferente. Su infantilismo de bandos enfrentados maniqueos y comportamientos malvados estereotípicos culminados con un clímax de batallas farragosa redondean la estupidez de la propuesta, que aún con sus aciertos visuales y artísticos se ve como un costoso videojuego, una película de niño golpeando juguetes con millones de más, y lo peor de todo, un ejercicio mercantil impersonal que respira calculadora y estrategia de marketing. Un filme apenas aceptable como pasatiempo, y una decepcionante clausura. Podéis escuchar una opinión más desenfadada en La guarida del necio. 5/10
Y un año más, la muestra vio su fin. Un año anómalo y decepcionante, en el que una programación por debajo de lo habitual (se echaron de menos cintas asiáticas, más propuestas fantásticas o de ciencia ficción, o cualquiera de tantas películas decentes de Sitges que siguen sin estreno), una reducción de miembros del club amistoso, la no acreditación y la imposibilidad de asistir a muchas proyecciones hicieron que la que suele ser para un servidor el fin de semana del año resultase un bocado demasiado frugal. Sin embargo, nunca se podrá destruir mi pasión por el cine, y seis años son muchos como para que esta cita sea imprescindible en mi calendario. Volveremos el año que viene con más, y esperemos que mejor. Hasta entonces, seguiremos gozando con el cine.