Si hay una personalidad de la industria cinematográfica que haya sorprendida sobremanera a la comunidad cinéfila durante los últimos 10 años, esa ha sido el actor estadounidense devenido director Ben Affleck. Si toda la vida se le ha cuestionado por sus deficitarias cualidades interpretativas, con apenas cuatro filmes se ha mostrado como un excelente realizador, ganando el Óscar con la estupenda Argo y debutando con la sobresaliente Adiós pequeña, adiós. En esta ocasión se vuelve a interesar por un relato de ladrones y delincuentes, pero en este caso dentro del contexto del cine negro de los años 20, adaptando de nuevo una novela (homónima) de Dennis Lehane. Lo desapercibida que pasó por la taquilla española y el desencuentro de la crítica especializada con ella sin duda descorazonaban, pero mi pulsión devoradora hicieron inevitable el consumo de un producto que, innegablemente, lucía suculento en el plano formal. Y habiéndola visionado, me satisface afirmar que se ha tratado injustamente a esta película. Y no malinterpreten lo que les digo, pues nos hallamos ante un texto audiovisual netamente menos logrado que las obras previas del californiano, pero no por ello exenta de mucho interés. Pues sus cualidades formales, interés argumental e innegable oficio en la ejecución técnica hacen de este filme un producto sombrío, entretenido y muy disfrutable a nivel tonal.
Joe Coughlin es un veterano irlandés de la Primera Guerra Mundial que , durante los años 20, comete el gran error de enamorarse y mantener una relación con la amante de Albert White, el capo de la mafia irlandesa de Boston. Tras la muerte de esta, le depararán unos años en la cárcel, y al abandonarla deseará por todos los medios la muerte de este para vengar la pérdida de su amada. A las órdenes del capo italiano Pescatore se instalará en California, dónde arrinconará a White aliándose con los cubanos y haciéndose con el negocio del ron. Gradualmente, irá ascendiendo hasta convertirse en el mayor jefe mafioso de la costa, con todos los costes personales que ello conlleva. Un relato que mira con respeto al cine clásico, cuyas formas hereda, y relata con calma un relato de caída en los infiernos demorada en el tiempo, en una odisea profesional, personal y amorosa. Una historia en tiempos de violencia, sobre un anti-héroe y sus esfuerzos de superación. Si algo logra que este sea un solvente producto es la vigorosa realización de Affleck, rauda, nada fuera de lo común pero elegante y completa, logrando excitantes escenas de acción y un gran aprovechamiento de la dirección artística. La sugerente banda sonora de Harry-Gregson Williams y la siempre fina fotografía de Robert Richardson contribuyen a dotar al filme de un acabado audiovisual notable. El reparto luce en su conjunto a un buen nivel, destacando una breve pero intensa participación de una perturbadora Elle Fanning. De guión vibrante y diálogo vivo, este ejercicio de noir respira a cine clásico de personajes, depurado, que sustenta su razón de ser en una atmósfera específica de un periodo histórico concreto.
Conforme el protagonista abandona la prisión y se asienta en California, dónde su misión vengadora le hará asentarse como dueño y señor del negocio del ron y feliz hombre casado, el filme va perdiendo gradualmente su impacto. El desarrollo argumental sigue sendas comunes en el relato de ascenso criminal, apostando por rutinarios tejemanejes burocráticos y relaciones sentimentales desdibujadas (pobre Zoe Saldana). El papel protagonista se prueba demasiado grande para Affleck, que erra en el casting eligiéndose a sí mismo, pues a manos de un actor más capacitado Joe Coughlin sería un gran personaje, que aquí resulta trágica pero, sobre todo antipático (el resto de registros quedan a medias). El ritmo no llega a trémulo, cierto, pero una vez nos establecemos en territorio hispano el desarrollo de la trama pierde fuerza y se ralentiza hasta el final. Una falta de fuerza que impregna a todo el filme, que pese a lucir hermoso aqueja una falta de intensidad dramática, que busca pero tan sólo encuentra parcialmente.
Es por tanto inevitable que me una al carro numeroso que afirma que, por poco, el cuarto filme de Affleck es el menos logrado de su prodigiosa trayectoria detrás de las cámaras. Pero se trata igualmente de un buen film, no memorable dentro de su planteamiento genérico estándar, pero sí muy competente en su factura. 7/10