Verano en Brooklyn – La fragilidad de la amistad

En 2016, Cine, Críticas by Néstor JuezDeja un comentario

Recomendada de manera entusiasta por un amigo, acudí a ver, una vez ya se estrenó fuera del circuito de festivales, la última película de Ira Sachs, que fue estrenada en Sundance y reúne todas las características del cine independiente norteamericano. Una película pequeña y modesta que apela a temas universales como la amistad, la familia y la inocencia, y busca la ternura a través del costumbrismo y de la naturalidad. Y un encuentro con la tragedia en el seno de la cotidianidad. Y no en vano logra desempeñar tales intenciones, y siempre hay que aplaudir la nobleza y la emotividad de este tipo de propuestas, pero el producto final resulta escaso en su conjunto, como un mero aperitivo. 

7ab9a925d53a976a6430f4aad1e0fab7af43a980Con motivo de la muerte del abuelo Max, el joven e introvertido Jake, un muchacho con talento para el dibujo, se desplaza con sus padres al apartamento que este poseía en Brooklyn y que han heredado en conjunto con su tía Audrey. Debajo del apartamento regenta una tienda de ropa la latina Leonor, cuyo carismático hijo Antonio (que aspira a ser actor) pronto hará profundas migas con Jake (ambos desean estudiar en la elitista La Guardia, instituto artístico). Pero esta armonía se verá puesta en peligro cuando, necesitados de bienes por la fracasada carrera como actor del padre de Jake, Brian (Un estupendo Greg Kinnear, tan creíble como de costumbre), decidan subirle a Leonor el precio del alquiler de la tienda, hasta ahora excesivamente bajo como favor del difunto Max. Esta desagradable decisión conllevará un amargo conflicto. Una película urbana, de gentes sencillas y barrios tranquilos. Y en la que la amistad y la bondad de un par de infantes se erige como núcleo del relato. Y esa dedicación a las cosas sencillas y a la dirección de actores en exclusiva es una causa muy noble y honesta. Y en la verdad que respira radica la mayor virtud del trabajo de Sachs. Sus protagonistas establecen una química palpable, y Antonio nos gana con facilidad. La única melodía de Dickon Hinchliffe, bastante pegadiza por otra parte, contribuye con eficiencia a crear el tono anímico del filme, optimista a pesar de las dificultades. Y en estos tiempos de nihilismo cinematográfico, tal vez este buenismo sea una virtud a revalorizar. Sin alardes, el guión de Sachs y Zacharias consigue que no decaiga el interés, y ofrece logradas secuencias, como uno de los ejercicios interpretativos de Antonio. 

Si bien esto es cierto, la realización del filme es parca, y su escaso metraje deja al espectador con hambre. El desarrollo no abandona rutas imaginables, y a grandes rasgos el tema central ya queda trazado desde los primeros minutos. Todos los elementos del filme son competentes, pero nada particularmente destacable, y aunque no presente en sí defectos, sus virtudes difícilmente pueden fascinar al cinéfilo avezado. Dado que, además, contamos en nuestra cartelera con muchos exponentes de este tipo de cine a lo largo del año, tampoco resulta reveladora en el plano narrativo ni a nivel argumental. Queda en evidencia un buen hacer y mucho gusto en la narración emocional, pero apenas quedan en pinceladas con escaso cuerpo. 

Verano en Brooklyn es un filme saludable y bondadoso que se ve con gusto y deja lugar a la reflexión al respecto de las siempre farragosas relaciones humanas, pero entre la inmensidad del océano audiovisual, nada evitará que este bocado de esturión se disuelva en las profundidades de nuestro intestino. 7/10

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