Una vez entregados los premios, proyectada la película de clausura y celebrada la fiesta del festival, fue el domingo un tranquilo y extraño día de recaptación de una audiencia siempre voraz con proyecciones fuera de competición en la Sección Panorama y la recuperación de un clásico imprescindible. En tanto ya vi Dhogs, la película ganadora, el jueves, tan sólo visioné dos películas, pero una de ellas compensó por sí sola mi asistencia a todas las otras proyecciones de un festival aún joven que poco a poco va encontrando voz propia y al que, esperemos, le depare un buen porvenir. A nivel sentimental me siento más unido a la Muestra Syfy, y si se mantienen estas fechas es probable que no pueda asistir en años próximos por priorizar una cobertura completa de la Seminci, pero fue para mi un grato añadido a mi agenda cinéfila. Con esto y todo, me dispongo a pormenorizar en los últimos filmes.
A las 16:30, media hora antes de lo habitual, se proyectó en la Sala 1 del Proyecciones la última doble sesión del festival, dentro de la sección Panorama: The app, cortometraje cómico español del 2016 dirigido por Julián Merino y protagonizado por Carlos Areces. Benito es un hombrecillo callado y soso que triunfa en la vida gracia a una aplicación de su móvil, The app, que le va indicando todo lo que tiene que hacer. Pero cuando una mañana, tras una noche de juerga, ésta le indique que se tire por el balcón, se planteará indeciso si desoírla por vez primera, pues no entiende como morir puede ayudarle a ser feliz. Pero, como bien le informa el departamento de asistencia al cliente, la aplicación nunca ha fallado. Una crítica en clave de comedia a la dependencia que el ciudadano moderno ha creado hacia su teléfono móvil, comportándose en base a sus designios e incapaz de vivir sin él. Un cortometraje gracioso, que logra lo que pretende y capta muy bien la actitud del usuario digital. Visualmente no tiene nada, y su permanencia en nuestro recuerdo es muy leve, pero es de todos modos uno de los mejores cortos que vi durante el certamen. 6,2/10. Luego fue el turno del drama histórico irlandés Peregrino/Pilgrimage, dirigido por Brendan Muldowney y protagonizado por Tom Holland, Richard Armitage y Jon Bernthal. En el 1292, unos monjes católicos, entre ellos el novicio Diarmuid (Holland) y un mudo (Bernthal, el mejor de la película) viven una rutina humilde en la costa. Un día llega un monje cisterciense les encomendará que transporten una reliquia sagrada, una piedra con la que se hirió a Martín en el 55 A.C., a Roma por unos caminos peligrosos llenos de cruzadas y batallas con los normandos, dónde entra en juego el villano Raymond de Merville. Una película histórica de siempre interesante temática religiosa, indagando en la siempre presente relación entre violencia y fe. Una película de correcta dirección artística y fotografía, recreando el pasaje histórico con corrección, y presentando una estupenda interpretación de Bernthal. Pero más allá de su tono monacal, el filme es una tediosa nadería carente de ritmo o peso, con personajes planos, líneas pobres, villanos chuscos y una pésima manera de interpretar la realización de escenas de acción. Pese a unos encomiables esfuerzos de producción y los nombres de su reparto, la película no puede esconder su condición de subproducto, y uno narrativamente pobre, que más allá de unos conceptos interesantes se queda en drama afectado con puntuales estallidos de violencia pobremente resueltos. 5,6/10
A las 19:00, tras la proyección de un vídeo homenaje y unas palabras de su hijo, se proyectó en la Sala 1 una de las mejores películas de Chicho Ibáñez Serrador: ¿Quién puede matar a un niño?, estrenada en 1976. Tom y Evelyn es una pareja inglesa de turistas que esperan su tercer hijo, pues ella está encinta de seis meses. Llegan a veranear a la localidad costera de Benavís durante sus fiestas estivales, y planean pasar unos días en Almanzora, una isla cercana con muy pocos habitantes. Pero cuando desembarcan en la misma, se encontrarán un pueblo inquietantemente vacío y comenzarán a asustarse al detectar una perturbadora actitud por parte de los niños de la isla. Una película de terror que no ha envejecido nada, mantiene vigente su discurso y ya desde sus terribles créditos iniciales (con imágenes de noticiarios en el que vemos planos de las guerras más importantes del Siglo XX, dónde se constata que aquellos que más sufren con la desgracia y las miserias son los niños) es más espeluznante que cualquiera de las pelis que se han proyectado en estas salas durante la semana. Una película atmosféricamente claustrofóbica que fluye sin bajones de ritmo o tensión, que se construye en una estructura gradual creciente en desasosiego, en pos de un clímax que conforme llega a la amenaza real de los niños no decepciona, con estupendas secuencias de enfrentamiento, en un alarde más de un filme que suple con un excelente manejo del lenguaje, ritmo (pausado) y tono unos medios limitados, pero que no hacen palidecer un filme que saca un provecho sensacional de sus escenarios costumbristas. Y un ejemplo más de que el terror más efectivo es aquel que proviene de dónde menos lo esperamos: de nuestra cotidianidad, y de una figura tan inocente como la de un niño (una inmunidad, por su pureza y ternura, que se descubre como la mejor arma de esta nueva amenaza). Una película que, más allá de su cargante personaje femenino o alguna simplificación en pos del efectismo terrorífico a la hora de presentar a los críos, logra a través de un compacto metraje en el que nada sobra y todo construye transmitir una tesis espeluznante y clara ya puntuada desde su inicio, dónde escuchamos por vez primera su estupendo tema central. En definitiva, se agradece que la proyectaran, pues fue lo mejor que se pudo ver en el Proyecciones durante estos días, y permitió a servidor saborear por vez primera esta sensacional película en inmejorables condiciones. 8,3/10
Y ya en casa, tras cinco días de cine fantástico a mis espaldas, concluyo que la calidad media de los filmes ha superado con mucho otras ediciones, y esto se ha correspondido con un evidente aumento en la afluencia de público. Muchos aficionados echarán de menos una mayor presencia de terror auténtico, otros, como un servidor, más cine de fantasía o de ciencia ficción. Pero, ante todo, seguir recuperando clásicos en la gran pantalla. Y, como fue el caso de la cuestionable Dhogs, aprovechar esta plataforma para premiar rarezas. Aunque sea en proyecciones partidas, seguiremos cubriendo este festival en años venideros, usándolo como cierre de unos meses muy activos a nivel festivalero, si es que no nos decidimos a visitar Sevilla o Gijón el año próximo. Hasta entonces, le deseamos a Cthulhu el mejor de los descansos.