Tras un jueves grato, el viernes 27 de octubre se mostraba aún más intenso con el añadido de la sesión golfa. Vería por vez primera, además en pantalla grande, un clásico del cine de terror de los ochenta, vería una de las películas más premiadas en Sitges y contemplaría un enésimo acercamiento al cine de muertos vivientes desde la no tan común mirada canadiense. Con buena compañía y debates entre sesiones, disfruté mucho el día pese al escaso tiempo de solazamiento entre sesiones. La película que más esperaba supuso una leve decepción, y las dos que no me invitaban a tirar cohetes no excedieron mis expectativas, y no fue sino la recuperación de una película añeja la que salvo, y de que manera, mi jornada. Con todo, es innegable que se continuó el muy decente nivel general del certamen, y aún estamos lejos de la bazofia. Pero diseccionemos con atención.
A las 17:00, en la Sala 1 del Proyecciones, se proyectó, tras un breve coloquio con su actriz Caroline Munro (condecorada en esta edición con un premio honorífico) y un vídeo de presentación con la intervención del director William Lustig, se recuperó en pantalla grande el clásico de 1980 Maníaco/Maniac (quién fuese revisitado en 2012 con un muy interesante remake en primera persona protagonizado por Elijah Wood). Frank Zito (un extraordinario Joe Spinell) es un hombre grande y solitario que busca mujeres jóvenes por las calles de Nueva York. Tras reunirse con ellas, las asesina, les arranca el cuero cabelludo y se los clava a los diferentes maniquíes que le rodean con su guarida. Con ellos conversa, y cada uno representa una extensión de su ya fallecida madre, prostituta que le maltrataba de niño y responsable directo de su locura, queriendo ahora recuperarla y no perderla de su compañía en todas las mujeres a las que daña y en los maniquíes femeninos con los que convive. Su planteamiento cambiará cuando se enamore de la fotógrafa Anna, pero un maníaco cómo él nunca podrá amar con normalidad. Un slasher clásico filmado con muy pocos medios y resuelto con mucha entereza y garbo narrativo, encuadrada con gusto y acompañada de una correcta banda sonora. Pero me sorprendí con cuanto de esto es un nivel superficial al que se recurre en ocasiones, siendo en realidad un retrato psicológico sensacional de un loco, de un niño grande, de un hombre malherido de unos traumas de infancia que aún sangran y le han impedido convertirse en un hombre cabal. El filme no sería el mismo sin el sensacional trabajo de Spinell, que complementa la macabra iconografía con una espeluznante credibilidad. Si sus asesinatos están bien resueltos de ritmo y atmósfera, es en sus secuencias de introspección psicológica, especialmente en su cierre, dónde el filme se eleva. Pesa en negativo los pocos medios a la hora de recrear momentos sanguinarios, y la escasez de más elementos de interés harán imposible que la disfruten cinéfilos que no disfruten de la carne, pero si nos atenemos a las características genéricas nos hallamos ante un filme noble desde su sencillez que décadas después vive con mucha fuerza. 7,4/10
A las 19:00, con un leve retraso, se proyectó en la misma sala una doble sesión de la Sección Oficial: en primer lugar, el cortometraje español de ciencia ficción Caronte, dirigido por Luis Tinoco. Una niña yace en una cama del hospital, habiendo sobrevivido a un accidente en el que fallecieron su madre y hermano, quién tenía la habilidad de, mediante apuestas de si pasa tal, cual, predecir el futuro inmediato. La Teniente Arsys huye en su caza espacial de la incesante persecución de las fragatas y cazas enemigos. Para que el hermano de la niña vuelva a la vida, ambas historias se conectarán. Un corto estimable en su guión que resulta aplaudible en tanto supone un anómalo esfuerzo de hacer ciencia ficción en nuestro país, casi inexistente, con paupérrimos medios. Pero se ve resentido, además de por sus efectos especiales, por sus malas interpretaciones, pobre dirección artística y , sobre todo, su burda y ñoña épica blanda, con lamentable música motivadora. 4,9/10. Luego llegó el turno de la cinta de zombies canadiense Les affamés, dirigida por Robin Aubert y también vista en Sitges. En un pequeño y remoto pueblo del Québec rodeado de frondosos bosques se muestra vacío y desolado. Unos pocos supervivientes sobreviven, mientras un virus ha convertido a sus vecinos en bestias hambrientas cuya enfermedad se contagia por el mordisco. Unidos por azar ante la adversidad, un hombre, una mujer, dos ancianas y una niña harán lo que de ellos dependa por sobrevivir. Una película más a sumar a la extensa lista de cine de zombies, un cine que prácticamente poco más tiene que decir. Pero una que apuesta por un tono diferente, y un estilo más seco y costumbrista, más cercano a los tropos del cine de autor europeo. Más pausada e introspectiva, aderezando sus momentos de lograda tensión con brotes de humor coloquial de chiste cotidiano, la película enseña el proceder de los muertos vivientes con gusto formal (alaridos, construcciones vastas de sillas en escalera) y enfoca el relato de supervivencia con realismo y ajena a banalidades y diversión descerebrada. Es, si acaso, un contenido acercamiento a la desolación de la huida sin esperanza. Pero la paciencia y el interés se pierde gradualmente conforme más se evidencia que la película no cuenta, ni va a contar nada, y discurre por derroteros esperables y poco llamativos, resultando principalmente una constante espera con momentos de tensión. Unos personajes de nula profundidad e interacciones carentes de matices. Unas sonoridades aquí y allá dan empaque, pero un devenir perezoso y un desperdicio de su iconografía lastran una película ni mucho menos mala, y nada desdeñable, pero que supone un tedioso más de lo mismo. 5,9/10
A las 22:00, tras una cena rápida y chapucera, retornamos a la Sala 1 para la proyección más esperada del día, y una de las más anticipadas del certamen. Vino precedido por el corto de ciencia ficción checo, basado en un relato de Stephen King, I am doorway, dirigido por Robin Kasparik. Un hombre despierta, extraviado, dentro de una nave espacial. Su cuerpo aqueja extraños mutaciones, presentando pústulas en la mano y la gradual aparición de unos ojos en cada una. Poco después, se abrirá un portal para especies alienígenas, y cuando retorne a sus escenarios humanos se encontrará escenas brutales, tal vez desde un tamiz alienígeno. Un cortometraje muy bien producido, que se sigue con intriga y duda. Es un viaje de ácido que resulta estimulante pero absolutamente indescifrable, y más allá de su pobre dispositivo en primera persona el hecho de no entender nada nos impide disfrutar del corto más allá de una primera curiosidad .5,7/10. Y luego fue el turno del rape and revenge francés Venganza/Revenge, debut en la dirección de Coralie Fargeat que fue galardonado con los premios a Mejor dirección y el Citizen Kane a la mejor Dirección Novel en el último Festival de Sitges. La apuesta y joven Jen es una norteamericana con ganas de fiesta, éxito y sexo, que viaja a la lujosa casa de descanso que su amante millonario francés Richard, que se casa en unos días, tiene en un desierto. Tras una noche loca con los dos compañeros de cacería de Richard, amanecerá al día siguiente en un escenario incómodo en el que uno de estos secuaces la agrederá. Cuando tras pedir ayuda a Richard sea respondida con violencia, intentará huir, pero los tres hombres la darán caza. Cuando la abandonen, dada por muerta, Jen regresará para pertreñar una sangrienta venganza. Una vuelta de tuerca al subgénero con sensibilidad feminista y cambio de roles, con agresores patanes y una protagonista ingenua e hipersexualizada. De antemano, hay que reconocer que la película es una ruleta rusa de divertimento, tensión y emoción, ofreciendo un trepidante visionado sin momentos de pérdida de interés y de espectacular y potente disfrute, la mejor versión de este tipo de propuesto en cuanto a intenso placer cinéfilo que despierta. La gran realización de Fargeat y su hiperestilizada fotografía la hacen una revisión hipster y ochentera audiovisualmente excelente. Y si no la tomamos nada en serio, cómo no hace la película consigo misma, pasaremos un muy buen rato. Pero esto no quita que nos encontremos ante una juvenil mamarrachada de tontorrón contenido que se ve lastrada por los inmensos niveles de suspensión de incredulidad que demanda. La película se mete por sí sola en unos jardines de los que nunca sabe salir, optando por adentrarse de lleno en el laberinto, desde el momento en que eliges como primer ataque a tu heroína una desgracia de la que es imposible recuperarse, y además si intentas justificar científicamente no sólo que sepa sanarse de tan cruenta herida, sino devenir súbitamente en curtida asesina que masacre a señores que se malhieren con facilidad pasmosa. No me importa el desangrado excesivo en pos de la estilización, pero en estos casos se riza tanto la caza y el comportamiento de sus personajes que no pueden escapar al ridículo. Intentando no ser injustos, hablamos de una película lejos de ser mala y tremendamente disfrutable, que ha sido perjudicada por unas exageradas expectativas y un aplauso festivalero que le va grande. 6,4/10
A las 00:30, ya con una actitud distendida y cansada y dispuestos a disfrutar sin ninguna intención de buscar un buen filme, nos hacinamos decenas de valientes en la Sala 1 Juego de la muerte/Game of death, dirigida por los canadienses Sebastien Landry y Laurence Morais-Lagace. Un grupo de adolescentes se divierten en una tarde de verano en la casa con piscina de uno de ellos entre música, drogas y hormonas a flor de piel. Pero la diversión concluirá cuando decidan jugar a un juego de mesa que encuentran en el trastero, el Game of death. Tendrán que matar 24 personas, de lo contrario el juego les irá aniquilando haciendo explotar sus cabezas. Los muchachos deberán replantearse su moralidad, y en pos de su supervivencia perderán la inocencia y la ética en un juego en el que sólo puede quedar uno y sólo vale matar o morir. Una típica propuesta de gore juvenil adecuada para este tipo de sesiones que, con la excepción de ciertos gags relacionados con documentales televisivos sobre manatíes, opta por un enfoque serio y aceptado, y por un retrato crudo del dilema moral que le surge a estos muchachos. Una película filmada con cierta competencia, y acercamientos desenfadados hacia la iconografía videojueguil, cuya estructura y manejo del ritmo y la fluidez narrativa la alejan mucho de los subproductos infectos, y que ya desde su reducidísimo metraje va de cara en cuanto a pasatiempo ligero sin pretensiones, por lo que no ha lugar a cebarse. Pero ello no quita que en esta película, ni lo suficientemente graciosa ni lo suficientemente perturbadora, nada creativa ni interesante en el planteamiento de sus explícitas muerte, no halla nada de dónde rascar. Audiovisual de usar y tirar que sigue un claro objetivo, que no suma pero que, afortunados nosotros, tampoco resta. 4,6/10
Una vez reflexionada desde la distancia y el tiempo, y delante del confort de mi portátil, concluyo que la segunda jornada supuso un descenso con respecto a la primera, pero seguimos muy lejos de tocar fondo, cómo puede pasar con tantas y tantas propuestas de este tipo de cine. Habiendo concluido la proyección de todas las películas de ambas secciones a competición, sólo queda divertirse con propuestas ligeras, ser de nuevo abrumado por clásicos que aún no había conocido, y divertirme sobremanera con una clausura que promete carcajada limpia. Un día más, allí estaremos, desde Celuloides en remojo.