Un sol interior – Amante estancada

Hay un buen puñado de cineastas francés que, pese a ser constantemente ignorados por la distribución y, en consecuencia, el público español, son constantemente venerados por la crítica especializada, tal vez siguiendo el rumbo de sus compañeros de Cahiers du Cinèma. Hablamos de directores como Bruno Dumont, Philippe Garrel o Bertrand Bonello. Y  otro nombre propio de prestigio equivalente a su veteranía es el de Claire Denis. Su filmografía, que recoge casi una veintena de filmes durante más de dos décadas, está poblada por filmes recogidos en listados especializados del mejor cine que llevamos de siglo. Servidor tan sólo ha visto Una mujer en África y no me produjo entusiasmo alguno. Pero era joven y estoy dispuesto a darle más oportunidades. Y que mejor que el filme que nos ocupa: el drama romántico Un sol interior, presentada en la Quincena de realizadores del último festival de Cannes. Película que a priori no me llamaba demasiado, pero el buen recibimiento crítico me hizo cambiar mi percepción. Por ello, acudí a ver el nuevo estreno de Avalon en salas a los pocos días de su estreno. Y encontré una película agradable, confeccionada con gusto, pero que sin duda sabía a poco. Una película narrada con saber hacer y sensibilidad, y trufada de hermosos momentos, pero falta de una meta y de etapas de verdadera enjundia para hacer la ruta apasionante. 

Isabelle (Juliette Binoche, estupenda como acostumbra) vive sola, soltera. Ve semanalmente a su hija de diez años, y pese a sus intentos de retomar la relación, sus escarceos con su exmarido François no funcionan. Mantiene dos relaciones amorosas, pero ninguna aporta luz al final del túnel. Pese a sus fracasos, aún desea enamorarse de verdad y encontrar al hombre de su vida. Pero por ahora, su gris existencia es una sucesión de desengaños. Una película pequeña circunspecta sobre amoríos y burgueses en crisis de madurez. Una narración de sexo y tedio, de una mujer y su vida amorosa a varios frentes. Cine costumbrista, de personas normales y vidas cotidianas, de personas divagando, comiendo, charlando y chocando a nivel emocional. El lodo vital de una mujer asqueada de sus propios y constantes errores, y de la repugnancia del entorno esnob en el que se mueve. Una película que acierta en tanto su núcleo, Binoche, trabaja a pleno rendimiento. Así como la complementa, en menor medida, el resto del reparto (la escena que cierra el filme, la única en la que interviene Depardieu, es francamente interesante). Hermosa banda sonora de Jazz la que ofrece Stuart Staples. Y aún tratándose de una realización sin alardes o grandes desafíos técnicos, se percibe un delicado y hermoso estilo a la hora de encuadrar y de mover la cámara en la conversaciones. El filme respira en todo momento un aura artística y hedonista muy sobria y agradable, que unido al ingenio con el que se escriben los diálogos hace que la película se vea con agrado. 

Pese al interés que pueda suscitar el tema, el argumento en sí carece de fantasía, así como su desarrollo y su enfoque reflexivo. Ninguno de los personajes nos produce la mayor simpatía, cómo tampoco nos emocionan sus vivencias, que pese a su interés cultural nunca abandonan la trivialidad burguesa. Y el avance del argumento no construye sobre lo previo ni innova, sino que se limita a continuar con un intervalo de situaciones similares alternando entre los distintos personajes con los que trata Isabelle. Y es una pena que el personaje de Depardieu llegue tan tarde, apenas para clausurar sin rotundidad un devenir no cansino pero sí falto de potencia. En definitiva, una película a la que le falta un esfuerzo adicional en la totalidad de sus departamentos para poder permanecer en la memoria. 

Elegante, melancólica y reflexiva, Un sol interior está bien filmada e interpretada, pero su relato resulta innegablemente insípido.