Pocas veces pasa que un actor inspire por sí solo la existencia de una película, así como tampoco sucede que los tumores y afecciones genéticas alumbren propuestas que no se entronquen dentro de las coordenadas del drama miserabilista o de la historia de superación personal. Ya solo por estos dos motivos merece la pena el singular título que hoy nos ocupa, que además ha servido como vehículo de exhibición interpretativa para un actor más vinculado habitualmente a otro perfil de personajes en el cine comercial. Segundo largometraje de su realizador, se hizo con el premio al Mejor actor para su protagonista en la Berlinale del 2024 y se estrena en paralelo a su rol secundario en la temporada de premios estadounidense de estos próximos meses. Vértigo distribuye Un hombre diferente, dirigida por Aaron Schimberg y con un reparto con los nombres de Sebastian Stan, Renate Reinsve y Adam Pearson a cargo de los personajes principales. Una desconcertante, amarga y corrosiva alegoría cargada de capas de crítica, que sorprende por el funambulismo acerado con el que esquiva el ridículo grotesco en numerosos instantes. Drama cínico con toques paródicos, meta-reflexivos e incluso de horror corporal, en cuyo proceso la extravagancia e implausibilidad de los hechos nunca impiden la conexión emocional con el vía crucis de su conflictivo protagonista. Un ensayo identitario, siempre impredecible en su recorrido.
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Lo primero que tenemos las personas, y lo último que tendremos a lo que agarrarnos cuando el resto de frentes se tambaleen, es nuestra identidad. Si renegamos de ella, o la intercambiamos por otras, o la diluimos en misterios o mentiras, estaremos perdidos. Y el problema de vivir nuestra existencia anclados en un preciso momento del pasado es que acabamos quedándonos solos, pues todos los que nos rodean cambian y dejan sus vivencias pasadas atrás. Ambas son las dos poderosas ideas sobre las que se edifica el sugerente discurso de Un hombre diferente. Una fábula tragicómica en escalada hacia la demencia que habla, en definitiva, sobre el drama de que te roben tu propia vida. E incluso una crítica despiadada, en la vena de La sustancia, contra las soluciones mágicas a nivel de estética corporal o facial. El rostro se pierde y con él, paulatinamente, el encanto que hizo que aquellos pocos que te quieren se acercaran a ti. Un ambicioso discurso que se refuerza con unas cuidada puesta en escena de planos cerrados en fotografía fotoquímica, y atormentada música de fagot, que refuerza la honda amargura presente durante todo el largometraje, de viciada atmósfera anegada de remordimiento aún incluso en sus instantes absurdos y surrealistas.
Los juegos de espejos son permanentes: no solo tenemos una obra de teatro que ficcionaliza hechos acontecidos en la propia película, sino la convivencia de un Adam Pearson con neurofibromatosis facial real (al que conocimos en Under the skin) con un Sebastian Stan estelar que inicia el filme con una protésis facial diseñada a imagen y semejanza del rostro de Pearson. Tímido solitario acomplejado fascinado por el carisma y convicción de un hombre satisfecho y realizado desde su mismo contexto físico. Pero aún con todos estos elementos, y a unas ingeniosas líneas de diálogo llenas de guiños y dobles sentidos, lo que mas hace del conjunto una propuesta notable es su mezcla de géneros. Como fluye del terror psicológico al puzzle Kaufmanniano o la sátira guiñolesca sin que naufrague el navío, saliendo ilesa allí donde Ari Aster mordió el polvo con Beau tiene miedo.
Ya desde sus primeros compases queda evidenciado que Schimberg apuntala los rechazos sociales hacia la deformidad o la monstruosidad física de Edward desde el subrayado gestual, así como el tono exacerbado del tramo cómico del tercer acto se recalca con la música. Es una película que con no poca frecuencia siente la necesidad de explicarse a sí misma, y en sus estridencias rizando el rizo tanto consigue el impacto en el espectador como le puede perder en su escalada desquiciada, que prioriza el discurso filosófico sobre el poso emocional de sus instantes dramáticos o la vinculación a contextos homólogos realistas. Un divagar compungido en el que el regodeo en la miseria propia se construye desde una mirada masculina un tanto egoísta, pero lo que eleva a esta película frente a otras parientes cercanas de la cosecha de A24. Y lo hace porque, donde en aquellas hay simpleza de discurso o tosquedad en la articulación de estéticas chillonas, aquí hay riqueza conceptual, andamiaje de capas de ficción y una enunciación de formas estridentes y atormentadas al servicio siempre de una intensa y empática descripción psicológica de un antihéroe con el que es posible conectar. Lo que en su inicio parecía un monstruo en la fachada, no era sino un monstruo en su interior.
Trágica, recargada y turbadora, Un hombre diferente perderá a muchos con sus fugas grotescas y ácidas, pero la convicción y hondura de su crítico discurso existencial marida con precisión con sus cuidadas formas.
- Título: Un hombre diferente/A different man
- Dirección: Aaron Schimberg
- Guión: Aaron Schimberg
- Actores: Sebastian Stan, Renate Reinsve, Adam Pearson, Lawrence Arancio, Neal Davidson
- Dirección de Fotografía: Wyatt Garfield
- Música: Umberto Smerilli
- Estreno: 31 de enero de 2025
- Duración: 112 minutos
- Web Oficial: https://vertigofilms.es/movie/a-different-man//
- Nota: 7,1/10
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Reseña nestoriana: nota 7