Todos queremos algo – Vital retrato de juventud

En 2016, Cine, Críticas by Néstor JuezDeja un comentario

A lo largo de más de veinte años y numerosos largometrajes, el realizador tejano Richard Linklater, todo un retratista de un capítulo histórico concreto de la historia estadounidense reciente (las últimas décadas del Siglo XX y el inicio del XXI, sus días de juventud y madurez) ha labrado una trayectoria audiovisual muy coherente: la captación del paso del tiempo y la entrada del individuo a la edad adulta. En ocasiones me ha decepcionado (Antes del anochecer) y en otras me ha encandilado (Boyhood o Bernie), pero siempre me ha sorprendido con su capacidad para narrar historias muy americanas pero capaces de lograr que todos nos identifiquemos con una representación fidedigna de un momento de nuestro tiempo. En esta ocasión volvemos al pasado para vivenciar un momento importante en la vida de unos jóvenes deportistas llegando al campus, en un relato sencillo, de sucesos triviales y reiterativos, pero muy entrañables, narrado con viveza, dinamismo, mucho humor y objetividad. 

El apuesto y jovial Jake Bradford llega a la casa comunitaria que comparte con el resto de integrantes del equipo de béisbol universitario de Tejas, tres días antes de que empiecen las clases en el Campus. Provenientes todos ellos de pueblos o ciudades donde eran la estrella deportiva de su instituto y auspiciados por una beca, estos mozos rebosantes de energía y testosterona campan a sus anchas durante estos días de vacaciones pagadas en una población donde, acomodados en un ambiente competitivo de auto-afirmación masculina constante, se sienten los reyes, y encadenan días de desenfreno en el que su objetivo es beber, acudir a fiestas multitudinarios y copular cuanto más se pueda. Con todas sus fuerzas, hasta que dentro de unos días se preparen para labrarse un prometedor futuro de estrellas mediáticas en un estricto régimen de entrenamiento y estudio. Como bien se deduce, nos hallamos ante un relato de madurez o posible entrada en la vida adulta, donde unos jóvenes están a punto de entrar en uno de los capítulos más importantes de su vida, y deciden disfrutar de esta vida universitaria sin ataduras. El enfoque es optimista y marcadamente humorístico, pudiendo llegar en algunos casos la descripción del grupo de muchachos a la caricatura. Pero una vez más nos encontramos con una recreación minuciosa de un tiempo histórico concreto, dónde detalles de índole cultural nos transportan irremisiblemente a esa atmósfera (la selección musical, los locales de trasnoche, los coches, vestuarios…). Y esta recreación no se deja llevar por la nostalgia, sino por una mera exposición de una sociedad jovial y desenfadada. Todo ello complementado con una realización dinámica de planos amplios que respiran y movimientos de grúa sencillos pero hermosos, de actores cuya interpretación nos cala de natural y carismática (a pesar de la tontuna adolescente de sus personajes) y de una historia sencilla y cotidiana, pero no tonta aunque narre conflictos superficiales. 

Cómo pudiese achacarse a Boyhood, este tipo de película parecen presentar más una continuidad fluida en la que se captan momentos vitales que un arco dramático cerrado. Por lo que una vez presentados los elementos de la historia, a la media hora de metraje todo entra en una atmósfera rutinaria en la que no hay una conclusión clara (más allá del inicio de los propias clases) y en la que ningún elemento se siente imprescindible. Y si en este caso en lugar de un drama familiar de calado con el que es fácil identificarse nos hallamos con las vivencias hormonales de unos marmolillos acalorados con simples ganas de diversión, el interés que uno desarrolle hacia sus juergas radica únicamente en la soltura de sus diálogos y el cariño que se le pueda coger a estos mismos muchachos, con una personalidad oculta tras tanta testosterona. 

Dramáticamente poco trascendente o interesante, Todos queremos algo no apabulla pero sí ofrece un espectáculo humano, divertido y que se permite el lujo de reposar y sentirse vivo y real, y con el que puedes empatizar sin problema. Un nuevo ejemplo del empeño, hasta el momento satisfactorio, de Linklater de convertirse en el mayor radiógrafo de nuestros días. 7/10

Leave a Comment