Todos lo saben – El dolor de unas tierras

Irán lleva décadas siendo una nación prominente en el planeta cine, al menos dentro del cine de autor y de cara a la cinefilia mas avezada. Y aún hoy encontramos algunos nombres consagrados que siguen haciendo obras de relevancia. Y cómo les ha pasado a tantos directores de múltiples geografías, es un paso natural en sus carreras como cineastas probar suerte fuera de su país de origen, para probar su valía artística y económica fuera del ámbito local. Es el caso de la película que nos ocupa, en la que su realizador se ha visto integrado en una peculiar estrategia de producción que bien prometía jugosos resultados creativos: se trata de Todos lo saben, poderosa producción patria en la que Asghar Farhadi se probaba por primera vez con actores y relatos ajenos a los conflictos iraníes que habían poblado su obra hasta el momento. Hablamos de un plato fuerte de la cosecha patria, que seguro acaparará muchos honores durante la temporada de premios española, que era un estreno apuntado en nuestro calendario por diferentes motivos. El mas evidente es el del propio director, responsable de algunas películas excelentes. Verle introducido en un contexto de cine español resultaba tan anómalo que era imposible no sentir curiosidad. Y cuando se reveló el granado reparto, lleno de titanes de la interpretación en habla hispana, la suma de talentos no podía sino augurar una buena película. Pero entre festivales y demás coyunturas, acabamos visionándola meses después de su estreno. Pero más vale tarde que nunca, y el momento se produjo de manera inevitable. Y, como bien presuponíamos, el hecho de que encontrásemos una buena película no suavizó la evidente decepción. Pero ello no quita que haya que reconocer la dificultad y ambición de una película con muchas virtudes. Un relato de lograda intriga y factura sin tacha, pero de guión mal gestionado e identidad difusa. Una narración que se siente como una oportunidad desaprovechada. 

Cuando Ana (Inma Cuesta) se case en su pueblo natal, su hermana Laura (Penélope Cruz) vuelve de Buenos Aires para asistir a la boda multitudinaria con su hija Irene, dónde se reencontrará con su amor de juventud Paco (Javier Bardem), emparejado ahora con Bea (Bárbara Lennie). Pero este festejo se torcerá cuando algo le pase a Irene, y la crítica situación que seguirá hará aflorar rencillas del pasado. Un drama familiar, netamente español, de tramas gangrenadas durante décadas en los entresijos de una numerosa familia y una comunidad. Tragedia y desgracias de una tierra mal vendida y los rencores guardados entre bandos genealógicos. Una muestra de lo nocivas y sibilinas que pueden torcerse las relaciones entre familiares y conocidos en ambientes rurales. Una tela de araña de implicaciones extensas que se enrarece y desenmadeja. Una película lograda en el plano técnico, eficiente en su fotografía y con secuencias bien filmadas. Pero su mayor virtud es su densa angustia, su tenso tono y su constante desazón. Un ambiente que no da tregua en la que se da espacio al drama de personajes, y en el que Bárbara Lennie muestra de nuevo lo gran actriz que es. Una película compacta y lograda en varios frentes, que muestra el oficio de Farhadi. 

Observando las características de las personajes, uno no puede evitar pensar que el reparto se ha formado pensando antes en el reclamo de las estrellas que en las necesidades artísticas. Por ello, a excepción de Bardem, Cruz y, de lejos, Lennie, el resto están muy desaprovechados. El desarrollo de la trama pierde fuerza conforme se desenvuelve el misterio, y la resolución es particularmente pobre. Y si la identidad española se siente orgánica, muchos de los elementos cañíes y rurales de la festividad o de las elecciones musicales resultan pegotes prescindibles, tonalmente disonantes. Es una película en la que todo se encuentra bastante bien, pero que sentimos como un Farhadi menor a tenor de lo que pudimos disfrutar en sus obras previas. 

Desgarrada, entretejida y rural, Todos lo saben es un thriller de reparto con solera y clima opresivo, pero irregular en sus logros narrativos.