Shame es un drama humano minimalista, dónde gracias a la eficaz interpretación de Michael Fassbender conocemos en profundidad a Brandon, un ejecutivo independiente y joven atractivo que se ve impedido de ser feliz por culpa de su obsesión y único interés: una irrefrenable adicción al sexo, aceptando cualquier vertiente (trío, putas, internet, incluso escarceo homosexual). Sin embargo, a pesar de lo fácil que le resulta saciar sus deseos carnales estos nunca le llenan cómo a él le gustaría, sufriendo por tanto un profundo vacío existencial. Además le toca la empresa de tener que sostener a su hermana, fracasada en lo profesional pero solvente en lo sentimental (ambas cosas que Brandon no soporta, negándose en todo momento a mantener un compromiso por cariño con Sissi, acorde con su libertad sexual) la cuál sufre con normalidad brotes suicidas y definitivamente necesita a su hermano. La técnica es solvente, ciertos planos pulcros y la realización profesional, pero a la cinta le falta potencia y mensaje emocional (el caótico comportamiento de Brandon en algunos instantes desconcierta a un servidor) para ser una obra maestra.