Cerca de su retirada tras una extensa y exitosa filmografía, John Huston sorprendió a propios y extraños con esta extrañísima película indie, propia de un joven director principiante (si ese hubiera sido el caso, no me cabe duda de que hubiera recibida muy duras críticas). Pues «Sangre sabia» es no tanto una mala película sino irregular y, ante todo, fallida, pues todo mensaje que el creador procurara transmitir con este grotesco relato no llega con claridad al receptor.
Un joven saliente de la Segunda Guerra Mundial llega a una pequeña ciudad en su vagar, y en ella se establece y decide iniciar una cruzada contra predicadores e ilusos fieles (y también influido por los malos recuerdos infantiles del espectáculo ambulante de su padre) mediante la inauguración de la Iglesia de Cristo sin Cristo. En su recorrido personal hacia el reencuentro con Dios conocerá una galería de variopintos personajes: un predicador que finge ceguera para ganarse la atención de los transeúntes, su «hija» que desea ardientemente acostarse con nuestro protagonista y encuentra el instinto maternal en la cabeza de un hombre reducido de museo, una casera que sólo quiere que su atormentado inquilino permanezca constantemente en el hotel para hacerla compañía y , por último, un joven que no ha sabido realizar el paso a la edad adulta y se encuentra perdido cuando descubre que sus ídolos son meras pantomimas.
Tras todo lo anterior subyace una dura crítica hacia la sociedad estadounidense, situándonos en un inhóspito escenario dónde los visitantes no saben que rumbo seguir y se venden al primer predicador que les lama la oreja, y dónde prácticamente toda acción responde al ánimo de lucro, a ser posible mediante el menor esfuerzo posible. Sin embargo, hay múltiples sucesos de la película que no tienen razón de ser (el lanzamiento del coche al río, el lanzamiento del muñeco por la ventana, el robo del traje de «Gonga» por parte del chico, la continua hostilidad del protagonista…), y no queda claro si el tono que Huston pretende otorgar a la cinta es dramático o satírico (de no ser así el fracaso del filme sería aún mayor, pues son múltiples las escenas en las que lo único que produce en el espectador es risa), tan sólo logrando una historia grotesca rodeado de patetismo , sobre todo en lo referente al errar de los personajes (mal interpretados, por otra parte).
Nos encontramos ante una cinta original que ofrece un peculiar retrato sobre la religión, pero el filme no deja de ser un fracaso.