Saga Alien – Trayectoria y porvenir del xenomorfo

En 2017, Miscelánea, Reflexiones cinéfilas by Néstor JuezDeja un comentario

Con motivo del estreno de Alien: Covenant, servidor tuvo a bien revisar de nuevo la cuadrilogía de Alien (de la cual ni tan siquiera había visto Alien: Resurrección), dejando Prometheus de lado por tenerla fresca, con la intención de reencontrarme con el Xenomorfo con sensaciones frescas y entusiasmo renovado, atesorando un conocimiento pleno del relato hasta el momento. Esta indagación, pese a no ofrecer necesariamente nada nuevo, no resultó tan sólo placentera sino sorpresiva, pues pese a ser una saga sin razón de ser, debido a la sencillez del punto de partida con el que se trabajaba en su primer capítulo, es una que, salvo en el caso de un eslabón, posee una calidad media nada desdeñable, con una obra maestra y una gran película en su interior, y no pocas entregas de una agradable corrección. Como todo producto que se extiende por encima de sus posibilidades, ha vivido y vivirá puntos bajos, pero pese a todo se han logrado grandes cotas y todavía habría posibilidades de ampliar estos logros, tomando las decisiones correctas. Las cuales, lamentablemente, distan mucho de ser las tomadas por Ridley en su último díptico con el que retornó a la saga, pero su rumbo podría ser corregido con facilidad. Pero para ello es necesario que pincele sucintamente los aciertos de la saga y los errores que la han echo perder garra en sus últimas iteraciones fílmicas.

No cabe duda que la inquietante criatura diseñada por Giger, de espeluznante belleza, era lo suficientemente magnética cómo para urdir a su alrededor una saga cinematográfica de popularidad elevada, pero no fue la fascinación por la criatura lo que logró el éxito del filme original y el establecimiento posterior de la franquicia, sino la manera de tratarla en pantalla. El terror primitivo y visceral que levantaba la amenaza de tan letal criatura en los estrechos y sombríos pasillos de una Nostromo vagando por el silencioso Espacio era suficiente para establecer una tensa atmósfera de terror en la que nos manteníamos siempre alarma pese a apenas ver a la criatura (no en vano en la soberbia cinta de Scott contaba con exiguo presupuesto, y es en su ritmo y ejecución visual dónde radica su grandeza). En su sencillez argumental basaba su potencia, a través de una ejecución minuciosa y lenta, pero sin dar pasos de ciego. James Cameron logró la difícil tarea de ampliar una mitología muy concreta a través de la inteligente maniobra de no repetir el filme original y de cambiar de registro, aunando el aumento del número de xenomorfos con la adición de un grupo de humanos preparado para la batalla y una narración no exenta de malsana tensión, pero que viraba sin prejuicios a los terrenos del cine de acción propio de los ochenta, ofreciendo una Aliens que no llegaba a los réditos magistrales del Octavo pasajero pero ofrecía una excelente película, que ampliaba levemente la mitología pero respetando reverencialmente la iconografía previa y recurriendo a ello presuponiendo con acierto el conocimiento de la audiencia. Bien podría haber sido esto un glorioso díptico, pero acabó siendo por insistencia y manipulación del estudio un tríptico tristemente no concluido gracias a una irregular pero interesante tercera parte, que pese a sus problemas de producción, cerraba la trilogía con acierto y daba una conclusión unitaria a la dialéctica Alien-Ripley, extendida en la ficción durante décadas de lucha sin cuartel y fallecimiento del resto de sus cercanos hasta llegar a un punto en el que el uno no es sin el otro, y debe ponerse fin para ultimar al contrario, acabando finalmente vinculados por macabras maneras biológicas. Weaver unificaba con tres matizadas y estupendas interpretaciones tres películas muy diferentes, y daba al espectador un lugar al que asirse al ir prescindiendo de tantas caras amigables por el cruento camino. Volvíamos a un sólo bicho y a un claustrofóbico escenario (y aun uso de la iconografía que no ampliaba apenas y daba por hecho el conocimiento del espectador tras más de una década), pero dándole interés a este por la peculiaridad de sus habitantes religiosos y por la novedad fisiológica de la criatura, así como con la parasitación de Ripley. Si es innegable que sufría de ritmo lánguido, y el argumento presentaba inconsistencias y decisiones cuestionables, el tono de asfixio y agobio y el leve y acertado uso en escena de la criatura se ven con presteza años después. Unos aciertos ausentes en una ruidosa Alien: Resurrección, carente de tensión o gracia alguna, filmada sin equilibrio de tonos ni inspiración visual y juntando a una Ripley clónica carente de su esencia con personajes pírricos e incontables xenomorfos enseñados en exceso y sin empeño (sin entrar en los ridículos terrenos del neonato). Y si en el tardío retorno se recupera excelencia audiovisual, no se casa con acierto alguno sus confusos y enrevesados intentos de enriquecer la mitología de ínfulas existencialistas con una torpe puesta en escena de los elementos de terror y monstruos propios de la saga, que se introducen con colador por petición de la audiencia.

Todo parece indicar que esta saga, que puesta a no quedarse en un sólo filme debía acabar con el debut de Fincher, continuará por unas películas más, por lo que es preciso que Ridley Scott, o quien sea que se encargue de ahora en adelante, firme el rumbo a seguir y se adentre en él con implicación y sin medias tintas. Si pretende profundizarse en la rama de investigación filosófica (interesantemente sugerida en Prometheus, cuyo camino se ha dejado de lado) sobre los ingenieros y el origen de la vida, la humanidad y el alien, debemos hacerlo con calma, tiempo y sin apresurar la resolución de las incógnitas ni introducir al xenomorfo antes de tiempo. Si quieren continuar con la clásica historia del gato y el ratón (ya, acertadamente, sin Ripley), como se apunta al finalizar Alien: Covenant, se triunfará centrando la atención en un minucioso y malsano trabajo atmósferico y un uso esquivo del Xenomorfo en pantalla. Menos es más, y la creación de una tensión expectante de cara a las escenas de acción las hará el doble de eficaces. Y dicho sea de paso, si se pretende converger con Alien: el octavo pasajero debe procurarse que lo que suceda tenga sentido, lo cual se presenta improbable debido al reguero de incongruencias ya dejadas por el camino.

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