Gracias a la gran labor del equipo de comunicación de la distribuidora Diamond Films, pude asistir una semana antes de su estreno al pase de prensa en los Cines Renoir de otra de las películas de la Sección Oficial del último Cannes: el drama psicológico El sacrificio de un ciervo sagrado, del provocador autor griego Yorgos Lanthimos, que también recibió el premio de la crítica en el último Sitges. Si bien no acabo de ser un incondicional del realizador heleno, de quién su seminal Canino es más frescura rompedora que película realmente buena, sí que disfruté mucho con su anterior trabajo. Por lo que el recorrido del filme, el aspecto visual de sus elementos promocionales y el entusiasmo de algunos conocidos que ya habían podido verla, se consolidó un interés más que evidente por visionarla. Por lo que si ya de por sí acudo encantado a cualquier pase, en esta ocasión el acontecimiento se antojaba imprescindible. Y me apresuré a gozar, pese a no encontrarme en las mejores condiciones físicas. Y lo que me encontré rebasó mis mejores expectativas. Sin duda esta no es una película no es para todo el mundo, y es propensa al aborrecimiento, pero yo disfruté sobremanera con la película más compacta y potente de este otoño. De guión quirúrgicamente construido, buenas interpretaciones y notable acabado audiovisual, esta película no tiene un mensaje mucho más allá de la incomodidad y la angustia, pero el espectador paciente y curtido en el cine de la crueldad gozará de este bistec.
Steven Murphy (un Colin Farrell contenido y competente) es un veterano y adinerado cirujano cardiólogo, que vive en un bello hogar con su mujer oftalmóloga Anna (estupenda Nicole Kidman) y sus dos hijos Kim y Bob. Es visitado en múltiples ocasiones por Martin (un extraordinario Barry Keoghan), un extraño muchacho con el que mantiene una relación que se antoja duradera pero cuyo origen se mantiene oculto. Tras unas cena con él y su familia una extraña enfermedad atacará a sus hijos. Pronto comprenderá que la vida de los tres está en peligro, y de él dependerá salvarlas del influjo negativo de Martin, que busca justicia para el aciago destino de su padre. Un relato (con toques fantásticos) de horror psicológico y crítica velada a la institución familiar y la hipocresía de sus estereotipos de felicidad burguesa. Una historia sobre el daño del mal en el seno más íntimo y cotidiano, y cómo afrontar moralmente el conflicto de tener que ejercer violencia sobre los seres amados. Una historia hipnótico que envuelve al espectador en una espiral de tensión y atmósfera malsana en un metraje pausado pero que jamás pierde su interés. Interpretaciones de nivel, en concreto un espectacular Barry Kheogan, todo un descubrimiento, cuyo personaje, similar a los jóvenes de Funny Games, es una de las entidades más terroríficas que ha visto la gran pantalla en los últimos años. Las músicas escogidas son inmejorables para trazar el tono de rasgada contención e inquietante malestar, siendo el filme la más exacta representación visual de las pesadillas de Ligeti. Y la fotografía de Bakatakis se refina más que nunca, utilizando grandes angulares en lejanas tomas en movimiento, brindando una sofisticación visual necesaria para que su mensaje crítico sobre los corazones podridos de estas gentes de prístinas viviendas cale hondo. Filme que, tanto por la tipografía como por look audiovisual, remite iconográficamente a Kubrick y, en concreto, a Eyes Wide Shut a la hora de poner en escena los momentos conyugales, con una Nicole Kidman entregada y presente en ambos filmes. Pero todo llega a buen puerto gracias a un guión excelentemente diseñado, que por vez primera en la carrera de Lanthimos no presenta sus momentos de más caústica violencia e incorrección de manera gratuita, sino que cada resorte tiene un porqué y no está colocado al azar. Es este filme una suerte de Canino refinado, menos bruto y más refinado, que mantiene las virtudes previas y minimiza los defectos inherentes de su estilo.
Pese a que los tropos narrativos de Lanthimos se hayan estilizado y medido, este sigue siendo un macarra provocador tras su esmoquin, y este espíritu se transpira en el filme. Su último tercio es eminentemente desagradable, cómo lo es su catártico y poderoso clímax, y muchos espectadores no hallarán razón de ser en un argumento centrado únicamente en el morbo, el dolor y la venganza, por muy elegante y limpia (que no banal) que se nos presente. Y si bien el personaje de Steven, por su interesante naturaleza de hombre serio con pasado negligente y hábitos nocivos que pretende cerrar y lavar, es un núcleo potente, la interpretación de Farrell no termina de darle un peso devastador, quedando nublado por sus acompañantes del reparto. Su trama no es excelente en mensaje, pero sobresale en estructuración, y no podía estar mejor contada.
Incómoda, estilizada y despiadada, El sacrificio de un ciervo sagrado no es sólo un gran paso adelante de un autor muy interesante, sino una de las películas mejor construidas de la temporada.
- Título: El sacrificio de un ciervo sagrado/The killing of a sacred deer
- Dirección: Yorgos Lanthimos
- Guión: Yorgos Lanthimos y Efthymis Filippou
- Actores: Colin Farrell, Nicole Kidman, Barry Keoghan, Raffey Cassidy, Sunny Suljic, Alicia Silverstone
- Dirección de Fotografía: Thimios Bakatakis
- Música de: Piezas de Oleh Krysa, Janne Rättyä, Gyorgy Ligeti o Franz Schubert
- Estreno: 1 de diciembre de 2017
- Duración: 121 minutos
- Web Oficial: http://www.imdb.com/title/tt5715874/combined
- Nota: 7,8/10