Durante la segunda quincena de julio estuve de vacaciones por el norte de España. Una etapa que no estuvo libre de cine, y durante la cual pude disfrutar de algunos títulos excelentes: La conversación, De latir, mi corazón se ha parado, Nostalgia de la luz, Impacto, Extraños en el paraíso o El reportero: La leyenda de Ron Burgundy. Os adjunto algunas de las reflexiones que me suscitaron;
Nostalgia de la luz (Patricio Guzmán, 2010)
Que un filme te emocione por completo pese a lo ajeno que pueda resultar su trama y a lo cerebral de su estructura y presentación es un logro mayúsculo. Bravo a Patricio Guzmán por su Nostalgia de luz.
La conversación (Francis Ford Coppola, 1983)
Por cierto, saboreo mucho el tono de La conversación. Su tejido de la paranoia y la tensión callada se goza aún más hoy, quizás por ser yo un cinéfilo que valora en demasía la sutileza. Su obsolescencia tecnológica, más que ser un problema, aporta genuino encanto.
De cómo las audiencias con las que ve una película contaminan la percepción de la misma: ¿Vosotros diríais que La conversación presenta varios absurdos argumentales? Lo que hay que oír.
De latir, mi corazón se ha parado (Jacques Audiard, 2005)
Tan pronto como asumí que «Un profeta» camina sola, llegaron años de disfrute con la filmografía de Audiard. La historia se repite con De latir mi corazón se ha parado, que a su vez es bastante profética. Ya apuntaba tonos y perfiles que se consolidarían en aquella.
Hay una evidente similitud entre «Un profeta» y De latir, mi corazón se ha parado: la matizada descripción de un agresivo perfil masculino, entramar alrededor de un antihéroe ecosistemas varoniles cuasi misóginos. Perfil desaparecido en su cine posterior.
El jardín de las palabras (Makoto Shinkai, 2013)
Si alguien habla de comer croquetas en una película de Makoto Shinkai, dad por sentado que esas croquetas se parecerán poco a las nuestras.
El jardín de las palabras reafirma una constante en el cine de Makoto Shinkai: sólo es posible amar bajo la lluvia. Su angustiosa pasión romántica no encontraría asueto bajo el calor estival extremeño.
Impacto (Brian de Palma, 1981)
Hay ciertos estilemas muy atados a su tiempo que, en lugar de quedar desfasados, adquieren suprema relevancia artística. Delicioso el uso que hace Brian de Palma del plano subjetivo en Impacto. Peliculón, por supuesto.
Que sabrosa la tonalidad pasional que unge al suspense metafílmico de Impacto. Urge sumergirse con fuerza en la filmografía de De Palma.
Extraños en el paraíso (Jim Jarmusch, 1984)
Creo que es conveniente plantearse hasta qué punto una chorrada es también una buena película, en base a sus objetivos expresivos y logros tonales. Saboreé ese retrato de la desidia que es Extraños en el paraíso.
El reportero: la leyenda de Ron Burgundy (Adam Mckay, 2004)
Servidor está ya tan demente que se deleita con rasgos de estilo en comedias zafias.
De cómo un filme se saborea más por lo que apunta que por lo que ofrece. No puedo más que sufrir con la mayoría de la comedia de El reportero: la leyenda de Ron Burgundy, pero disfruto con su auto-consciencia, sus excesos y los rasgos de estilo juguetón de McKay.
Paddington (Paul King, 2014)
Sería iluso negar que Paddington está ejecutada con saber hacer. Pero no puedo evitar sentir un fuerte rechazo hacia una propuesta tan ligera, calculada y creativamente tan lánguida.