Rango – Héroe improvisado

Hay directores excepcionales, directores buenos y realizadores interesantes. Algunos de ellos han labrado extrañas filmografías manteniendo su identidad autoral en los márgenes de la industria, y a pesar de no filmar necesariamente buenas películas estas siempre tienen elementos jugosos. No todas las películas son buenas, pero sí son curiosas merecen también mención. Uno de estos nombres es el de Gore Verbinski. Pese a lo irregular de sus secuelas, la primera Piratas del Caribe era estupendo cine de entretenimiento, y pese a naufragar con su guión pocas películas hubo el año pasado más deslumbrantes en el apartado visual que La cura del bienestar. Y si había alguna película que llamara sobremanera la atención de su heterogénea filmografía, es esta: el western de animación Rango, que ganó el óscar en dicha categoría en el año 2011. Película que no pude ver en su momento en cines pero de la que no he hecho más que oír cosas buenas desde entonces. El encuentro con esta obra era inevitable, y se produjo finalmente en la nocturnidad hogareña. Y aún sin estar hablando de una obra maestra, sí que debo recomendar encarecidamente una película frondosa que superó con mucho mis expectativas. No huye de estereotipos ni ofrece personajes memorables, ni tampoco llega al nivel de las grandes obras de Pixar, Miyazaki o Moore, pero es una de las películas de animación más sorprendentes y visualmente fascinante de los últimos tiempos. 

Rango (estupendo trabajo vocal de Johnny Depp) es un camaleón con gusto por la interpretación que queda abandonado por accidente en el desierto de Mojave cuando su terrario caiga del coche en el que viajaba con sus dueños. Huyendo de las amenazas de halcones y calor y en búsqueda de agua, dará a parar con un pequeño poblado de animales aquejados por una preocupante falta de líquido madre, a los que guiará azarosamente convirtiéndose en su aguerrido Sheriff, héroe y guía en pos de la libertad y el libre acceso al agua. Un spaghetti-western de camaleones, armadillos, lagartos y topos. Un Mad Max de dibujos extravagante y extremadamente divertido. Propuesta diferente y personal que triunfa allá dónde se lo propone. La animación es exquisita, con un extraordinario detalle en el diseño de cada personaje. Y es también sabroso el tono narrativo, de humor negro, fisicidad, pausa árida y desenfreno salvaje. Cine que no es para niños, y que parodia de manera desenfadada los códigos narrativos del western y del cine de aventuras, recurriendo a la fisicidad y al slapstick. Una montaña rusa de imaginería visual, humor sencillo pero afinado, metacine gamberro y acción anfetaminizada. Una película que, además de entretener, se atreve a plantear una crítica hacia el crecimiento desenfrenado de la economía que destruye los escenarios naturales y divide irregularmente los recursos. Es curioso que haya que ir a la animación para encontrar la mejor película en la que Johnny Depp se ha implicado en el Siglo XXI, así como el mejor filme de Verbinski. Delirante, seca y muy intensa. 

En tanto la película no se toma en serio a sí misma, deviene en un divertimento carente de un poso que invite a goces intensos en nuevos visionados. Y consciente de al público al que va dirigido en el plano económico, la película no puede evitar caer en algunos clichés del cine de animación taquillero: interés amoroso innecesario, villano pobre, clímax recargado y separación del protagonista de sus amigos por enfado o decepción al acabar el segundo acto. Los excesos de las escenas de acción marearán a más de uno, y fuerzan hasta el extremo la poca credibilidad que le quedaba a esta diégesis. Una diégesis vibrante, rica en matices y creada con maestría, en la que sucede un argumento que, además de predecible, no está a la altura del universo narrativo ni de los personajes que lo pueblan. 

Exótica, frenética e hilarante, Rango cae en los defectos de aquello que satiriza, pero es una de las mejores películas de animación de la última década.