Tras meses de furor y especulación, se cerró la campaña estadounidense de premios con la entrega de unos Óscar mas bien tibios. Tras unas nominaciones polémicas y unas quinielas que pasaban de consensuadas a tremendamente fluctuantes en las últimas horas, la ceremonia se desarrolló sin alborotos, con poco que recordar, elecciones cuando menos cuestionables y una clara postura de querer contentar a todo el mundo que se llevó a cabo hasta las últimas consecuencias, tanto en la planificación de la ceremonia como en el reparto de hombrecitos dorados. Las decisiones, acomodadas y alejadas de cualquier posibilidad de enervar, levantarán tantas pasiones moderadas ahora como olvidos a largo plazo. Pocas ediciones se recuerdan con una calidad media de los contendientes tan mediana, partiendo de unas nominaciones ridículas, y que enervase a más personas. La popularidad de los Óscar ha decrecido notablemente en los últimos años, por lo que en ausencia de categoría a Mejor Película Popular se ha optado por nominar trabajos exitosos en taquilla e impactantes a nivel social como estrategia para implicar a espectadores y televidentes. Tras un intento errado de repartir algunos categorías en publicidad, se confirmó que la ceremonia no contaría con los servicios de ningún presentador. Ante una mezcla de indiferencia, intriga por asistir al desastre y suspense por el fallo de los académicos, entre enfurecido y esperanzado, tuvo lugar la gala. Una gala que ha sido la más vista en cinco años y que ha logrado dejar indiferentes tanto a opositores rabiosos como a entregados adeptos. Procedo a desglosar hasta donde he podido conocer y reflexionar, sin haber visto la totalidad de películas nominadas y habiendo visto tan sólo fragmentos del programa televisivo.
Ocho películas estaban nominadas al Premio Gordo, y realmente sólo cuatro de ellas tuvieron opciones reales, llevándose importantes cosechas en la gala. Estas fueron Roma, Pantera negra, Green Book y Bohemian Rhapsody. La primera, la mejor de las competidoras y recompensada con diez merecidas nominaciones, se llevó tres premios netamente justos: Mejor Película extranjera (si bien competía con la, para mi gusto, superior Un asunto de familia), Fotografía y Dirección. La producción de Marvel Pantera Negra, absurdamente nominada a siete galardones (entre ellas, risas generalizadas, a Mejor Película), convirtió tres en premio: Vestuario y Diseño de Producción (comprensibles) y Banda Sonora (exagerado). El más inesperado éxito de taquilla a nivel mundial del 2018, Bohemian Rhapsody, acabó nominado a cinco premios (entre ellos, en otra muestra de insensatez, a Mejor Película) y se llevó cuatro de ellos: Mejor montaje (comprensible hasta un punto, Mejor Actor para Rami Malek (buen trabajo, pero el peor de los nominados) y edición y mezcla de sonido (harto cuestionables). Y la restante, la buenista Green Book, se llevó tres también, y tres de mucho peso: Actor de reparto (viendo la competición en la categoría, nada que objetar, Guión original y Película (nada merecidos, un absoluto desperdicio). Para continuar con la entrega repartida, las cuatro nominadas restantes a Mejor Película recibieron una condecoración cada una; La favorita, notable película con diez merecidísimas nominaciones, tan sólo se llevó (una auténtica lástima) el premio a Mejor Actriz para una maravillosa Olivia Colman que brilló con luz propia en la gala; la muy disfrutable Infiltrado en el KkKlan se hizo con el galardón a Guión adaptado (premio de relativo acierto que es el primer Óscar para Spike Lee, que estuvo muy divertido al recogerlo); la emotiva Ha nacido una estrella se hizo con un esperadísimo premio a Mejor Canción (justo galardón para una película que mereció premios sonoros; y la harto interesante El vicio del poder se llevó el Óscar a Mejor maquillaje y peluquería (merecido laurel para una película que mereció los de montaje y algunas interpretaciones). Spider-Man: Un nuevo universo fue la mejor película animada, y la tristemente ignorada El blues de Beale Street se llevó al menos el de Mejor Actriz de reparto para Regina King (premio, también sea dicho, un poco aleatorio). Por lo demás, sangró el recuerdo de muchos olvidos: El reverendo en categorías importantes, Eighth grade en guion, The rider como décima mejor película, técnicas o Viola Davis para la estupenda Viudas, Burning o Pájaros de verano en película extranjera, The sisters brothers en categorías de producción, Suspiria en múltiples categorías técnicas, Banda sonora y fotografía para Mandy o Hereditary, alguna mención para Lo que esconde Silver Lake…
La Academia, mediante las cuatro películas mencionadas, podía decantarse por tres vías. La mas acertada habría sido premiar a la mejor de las contendientes, Roma. Pero dar el mayor galardón a una película extranjera y abrir de una manera tan evidente las puertas del Olimpo Cinematográfico a Netflix fueron dos desafíos que la Academia prefirió no afrontar todavía. Otro camino que habría levantado muchas pasiones, y que se tomó de manera indirecta otorgándole a estas el mayor número de galardones, era premiar al cine más visto por el público, preservando el acuerdo tácito mantenido con ellos para mantener la industria reafirmando con premios que las decisiones tomadas con sus carteras fueron acertadas. Y así, de paso, prolongar el Imperio Disney introduciendo a Marvel y sus superhéroes en el club dorado del cine serio. Pero, igualmente, esta decisión hubiera enfurecido a crítica y a los académicos más rigurosos. Por lo que se optó por el camino del medio, la opción más segura: Green Book, película blanda similar a las que ganaban en los noventa y diseñada para agradar a todo el mundo. La opción que menos entidad preservará (aún sin ser ni mucho menos la más desacertada de las posibles) con el paso del tiempo.
Una ceremonia pacífica y tenue que traza una ruta institucional desilusionante, y que cimenta el absoluto despeño del prestigio de los Óscar como premios cinematográficos, confirmados más que nunca como un festejo de tendencias sociales que lograrán que el gran público, como la cinefilia, busque buenas películas en otra parte.
Analicé y debatí las cuestionables nominaciones en este vídeo, séptimo de una extensa serie de Críticas sosegadas que llegará en 2019. Que os guste.