Wim Wenders es uno de los pocos autores cinematográficos no estadounidenses que tras 30 años de carrera siguen trabajando hoy en día, atesorando una extensa filmografía en la que encontramos títulos y géneros dispares en resultado, estilo o temático. En la última década ha ofrecido grandes documentales, como la reciente «Pina», una sorprendente sorpresa, o la ya consolidada «Buena Vista Social Club». Pero también ha ofrecido filmes de ficción «comerciales», de entre los cuales destaca con fulgor la presenta película , Palma de Oro en Cannes en el 84.
Travis (nombre de clara reminiscencia cinéfila) es un hombre que vaga sólo por el desierto méjicano. No habla, apenas gesticula. Su hermano, que se lo encuentra casualmente, no sabía nada de él desde hace cuatro años. Es un hombre deconstruido que ha roto con su antiguo yo. Sin embargo, Travis sigue un largo proceso de redención mediante el cual pretende cicatrizar antiguas heridas que permitan a su conciencia dormir tranquila. Tras comprar una parcela vacía en París Texas, lugar dónde fue parido, con la intención de volver a su origen,se dejará llevar por su hermano al hogar de este , donde se encontrará con su joven hijo Hunter, criado estos años por otra pareja. Siguiendo las pistas que atesora se lo llevará con él a Houston al encuentro de su joven madre, que ahora trabajo en un antro de contactos sexuales por teléfono. Finalmente logrará su objetivo: la felicidad de los dos seres que más ama en el mundo al juntarlos, pero sabedor que no podrá compartirla con ellos, dando lugar a un triste y sereno adiós.
Esta especie de Western moderno nos muestra a un hombre y su lucha por formar una familia y encontrar el amor mientras de desplaza por los áridos e inhóspitos parajes del vasto país. Acompañando a una emotiva historia, encontramos una hermosa y melancólica partitura de Ry Cooder, una fotografía de predilección estética en sus bellos planos, unas interpretaciones contenidas y emotivas y un ritmo narrativo que aunque lenta impide que decaiga el interés. Muchos son los momentos emotivos, pero una escena prevalece sobre los demás: la confesión de Travis a Jane en la cabina dónde él la ve a ella , ella a él no y nosotros a los dos. Travis se gira para no verla mientras le relata sus sentimientos, y la sensación de ver en el mismo plano las reacciones de ambos a la narración reveladora es enormemente conmovedora.
Considerada por muchos la obra magna de Wenders (servidor se queda con «El cielo sobre Berlín»), esta obra se presenta como uno de los pilares del cine europeo de los ochenta, y una obra de introspectiva belleza para los románticos.