En un panorama de producción cinematográfica con escuelas de estilo y forma cada vez más definidas y reiteradas tanto en los márgenes narrativos del cine comercial como en los devaneos intelectuales del cine de autor, son siempre una bendición bienvenida, para bien o para mal, los satélites. Aquellos autores reconocibles, irrepetibles e inclasificables, que ofrecen una voz cuyo timbre y discurso permanecen en la memoria nos convenzan o no plenamente las películas a través de las que la transmiten. Es este el caso de un singular realizador catalán con trayectoria contrastada de producción con Francia, dónde dispone de un prestigio que en España (donde, no me escondo, me he incluido siempre) apenas se reduce al fanatismo de nicho entre el cine de autor más inaccesible. Un director cuyo personaje se encuentra en proceso de devorar a la persona, pues gracias a su extravagancia y a sus frases incendiarias (que, hilarantemente, ofenden a tantos, que por desconocimiento de las artes del cinismo no acaban de entender el chiste) captura más el foco su figura mediática que sus películas. Se trata de un Albert Serra con cuya trayectoria he dialogado con más curiosidad y respeto que admiración y que estrenó en agosto uno de los títulos mas aplaudidos de la Sección Oficial del último Cannes: Pacifiction, coproducción francesa ambientada en la Polinesia y protagonizada por Benoît Magimel. Un título cuyas coordenadas invitaban a pensar en un visionado poco accesible que además vino acompañado de un inesperado éxtasis crítico. Acudí tardío a la sala y considerablemente escéptico considerando mi relación previa con el cine de Serra y las opiniones de conocidos, y salí gratamente sorprendido y deleitado con un trabajo tan misterioso como fascinante. Una inmersión congelada impredecible y densa, de relato esquivo y apabullante convicción en su estilo. Un viaje a la sombra pegajosa de una decadencia extraviada, acomodada en la belleza polinesia.
Actores políticos congelados en el tedio paradisíaco de la inacción. Diplomáticos deambulando por rutinas vaciadas en un abotargamiento exótico. El absurdo opulento de rutinas procastinadoras, en el que la belleza natural acuna a trajeados elefantes en su cementerio de cócteles, neones y danzas tribales. Una radical y desconcertante jugada de anti-relato, y de dilatación hasta el extremo de los instantes de deambule. En coherencia temática con obras previas del catalán, un filme extenuante que hace un lírico tratado de la podredumbre. Un experimento turbio y preciosista sobre la decrepitud. Un estudio de un personaje grimoso a través de sus derivas en la noche y en sus reuniones inanes. Amén, como habrán intuido algunos lectores, de una ácida crítica al post-colonialismo. Filme de tempo moroso y duración excesiva donde el sentido se encuentra en su hipnótica atmósfera. De delicado uso del claroscuro fotográfico para enrarecer las situaciones, y un envoltorio de misterio a través del diseño sonoro, que combina los sonidos ambientales del trópico con composiciones electrónicas. En su planteamiento de tiempo congelado son tan importantes los espacios y sus ambientes, verdaderos elementos de jugo de la película, como los personajes, por lo que tiene todo el sentido recurrir a encuadres generales fijos donde la luz natural del paraje determina el ánimo de la escena. Provocación solemne de personajes ridículos, tan inexpresivos como de costumbre en el imaginario de Serra, que aquí más que nunca nos despoja de asideros de confort o empatía.
Cómo bien habrán imaginado los lectores, la película de Serra es una propuesta excesiva que no ofrece remansos de distracción o levedad. Es una ruta de imágenes y sonidos que sólo puede frustrar a aquellos que leen las películas desde el seguimiento atento de sus narrativas convencionales. Es hasta cierto punto, en tanto relato sobre la inoperancia, la perversión política y los tiempos muertos de unos privilegiados apartados del mundo, una película en la que no pasa nada. Todo un subgénero fascinante en sí mismo que, de manera lógica, se encuentra sistemáticamente con el rechazo de gran parte del público. El éxito de la propuesta depende casi enteramente de que el proceso prolongado de acompañamiento del antihéroe protagonista desemboque en una catarsis sensorial. Catarsis que lleve acompañada una gratificante sensación de que el viaje ha sido recompensado a nivel emocional, adaptado de pleno tras un acuerdo tácito como espectador a un universo con reglas propias. Si esto no sucede el visionado puede resultar un suplicio, pues no hay interludios de refresco en esta odisea de paciencia extrema. Su primera hora es árida sin contemplaciones, y hay que esperar casi hasta el desenlace para que el conjunto muestre convicción. Si se entra en el juego el deslumbramiento es inevitable, y el gran cine ha demostrado en muchas ocasiones un ejercicio de paciencia. Pero en estos tiempos frenéticos de la inmediatez, estas coordenadas estilísticas están destinadas a ser incomprendidas.
Desconcertante, hipnótica e indomable, Pacifiction nos abre las puertas de una aventura llena de incógnitas, frustraciones y alta demanda de resistencia que embriaga gradualmente con su fuerte apuesta estética y sensorial.
- Título: Pacifiction/Tourment sur les îles
- Dirección: Albert Serra
- Guión: Albert Serra
- Actores: Benoît Magimel, Pahoa Mahagafanau, Marc Susini, Matahi Pambrun, Alexandre Mello
- Dirección de Fotografía: Artur Tort
- Música: Marc Verdaguer
- Estreno: 02 de septiembre de 2022
- Duración: 165 minutos
- Web Oficial: https://www.filmin.es/landings/pacifiction
- Nota: 7,5/10