En un año conflictivo en el que el Festival de Cannes no se pudo celebrar y en el que resta esperar hasta el 2021 para poder disfrutar la mayoría de los platos fuertes de la competición de Venecia, el estreno en salas comerciales y alineación en festivales patrios de los títulos mejor valorados de la última edición del Festival de Berlín era uno de los mayores alicientes para la cinefilia durante este otoño. Una ocasión perfecta, gracias también a la escasez de superproducciones en la cartelera, para que el público entablase un romance con autores veteranos apreciados por la crítica pero que no acostumbran a acaparar los titulares. El título que nos ocupa en la reseña de hoy es un trabajo masivamente anticipado tras las numerosas loas de críticos y periodistas, que a su vez también fue cálidamente acogida en el último Festival de Sevilla, donde se hizo con un par de premios. Me refiero a Ondina, el nuevo trabajo del ya veterano director alemán Christian Petzold. Filme que ansiaba ver, en tanto suponía una ocasión perfecta para reencontrarme con el cine del teutón, que por el momento me ha parecido sin duda interesante pero que no ha acabado de fascinarme. Una vez visionada y reflexionada es cierto que Ondina ha supuesto una moderada decepción, y no es la gran película que muchos proclaman, pero también debo remarcar que es una película con mucho que saborear y que, con bastante todavía pendiente, es el trabajo que más me ha convencido de Petzold. Un romance fantástico escaso en el alcance de su trama pero de deslumbrante fineza en su ejecución formal y propuesta estilística.
Undine Wibeau es una joven y misteriosa historiadora que acaba de abandonar a su más reciente pareja y que pasa las horas dando conferencias turísticas sobre los cambios urbanísticos de Berlín en las últimas décadas. Mientras supera este abandono y las inevitables secuencias que conllevará, entabla una pasional nueva relación con un buzo. La ilusión de este nuevo comienzo atemperará sus dudas, pero tarde o temprano no podrá escapar de sus ataduras al mundo acuático. Un ejercicio de re-interpretación mitológica con un romance clásico en su centro. Un experimento simbólico de remodelación iconográfica tan sutil como incierto. Un relato conciso y ambiguo, elegante y libre, misterioso y conceptual. Un ejemplo de cine fantástico extremadamente peculiar, anclado en realismo clásico sin perder la tradición milenaria del folclore del que toma prestado su figura protagonista. Es fascinante la capacidad del filme para sugerir la naturaleza sobrenatural del personaje interpretado por Paula Beer sin llegar nunca a declamarlo de manera explícita. Es un filme eminentemente acuático, tanto por los temas tratados como por los escenarios de la diégesis como por el diseño sonoro, que rodea a Undine de un enajenante silencio ambiente, propio de quien está sumergido. Deliciosa pieza de piano de Víkingur Ólaffson aparte, es un filme que brilla por su realización, un trabajo que permite a Petzold lucirse tras la cámara, con un suculento trabajo de panorámicas y encuadres. Encuadres que nos conducen al aspecto más suculento de la puesta en escena: la integración en la trama de explicaciones urbanísticas y las maquetas en miniatura, que conectan a Undine con sus émulos en la vida real. A través de sus miradas a esquinas de la maqueta o a muñecos de buzo intuimos su influencia sobre los elementos de la realidad, lo cual se representa en la misteriosa escena de la pecera.
Si bien Ondina es un filme que atrapa desde la realización y que permite a Petzold exhibirse tras la cámara, es también cierto que narra una historia simple de desarrollo argumental un tanto decepcionante. Es una historia eminentemente críptica, que no dará argumentos a aquellos que no conecten con su sensibilidad, o que no sean llamados a extraviarse en sus obtusas normas. En lo que a diálogos y descripción de personajes se refiere, el filme se habría beneficiado de una mayor atención para establecer a la pareja. Pasado el ecuador la pareja atraviesa una discusión un tanto burda, y tras ella desencadenamos en algunas secuencias en ambiente sanitarias muy poco realistas o convincentes en su ambientación. En definitiva, la abalanza de aplausos y fascinación recibidas son excesivas, en tanto hablamos de un trabajo harto interesante pero lejos de ser redondo, con un puñado de clamorosas inconsistencias narrativas. Y todo reconocimiento a la labor interpretativa a Paula Beer está fuera de lugar, pues palidece de continuo frente a un Franz Rogowski de ternura embriagadora.
Teórica, lírica e incierta, Ondina no concreta su experiencia audiovisual pero ofrece suficientes ideas de puesta en escena para deleitar al otro lado de la pantalla.
- Título: Ondina/Undine
- Dirección: Christian Petzold
- Guión: Christian Petzold
- Actores: Paula Beer, Franz Rogowski, Maryam Zaree, Jacob Matschenz, Anne Ratte-Polle
- Dirección de Fotografía Hans Fromm
- Música: Piezas de piano interpretadas por Víkingur Ólaffson
- Estreno: 20 de noviembre de 2020
- Duración: 89 minutos
- Web Oficial: https://www.golem.es/distribucion/peliculas/ondina/
- Nota: 7,3/10
Comentarios
Buena música vikinga y mejor ondina, ¿qué más se puede pedir?