De nuevo he colaborado con los muchachos de Videodromo. Ha sido para hablar de una de las películas de la Semana de la Crítica de Cannes 2021; Olga de Elie Grappe. Disfrutadla.
Olga– Oposición corporal
Reflexión sobre las devastadoras tragedias políticas ucranianas desde el prisma del purgatorio físico de una bailarina, entramado con una envolvente sequedad y un concienzudo tratado fotográfico.
Alienación espacial
Ya es suficientemente complejo tratar conflictos políticos reales en las ficciones cinematográficas, imagínense hacerlo en su debut tras las cámaras. La capacidad del cine para simbolizar es una de sus mayores riquezas como medio de expresión artística, y es este el camino por el que opta la realizadora Elie Grappe en Olga, dónde logra representar un país a través de una persona. Película que vivió su premiere en la Semana de la crítica, la sección de Óperas primas, de la edición del 2021 del Festival de Cannes, para posteriormente quedar relegada a un segundo plano mediático y estrenarse un año después en nuestro territorio. Sin embargo, es una buena noticia que este título reciba algún tipo de estreno comercial, pues si bien no está exento de problemas habituales de un debut, se trata de un largometraje con fuerza e ideas claras.
En este encomiable filme suizo acompañamos durante a todo el metraje a una talentosa gimnasta ucraniana de quince años que atraviese un lacerante via crucis en solitario. Grappe propone una certera y evocadora estrategia para rendir tributo a la azotada nación ucraniana y para reivindicar su lucha política desde el mecanismo de la ficción a pequeña escala. Frustración por impotencia y, mas especialmente, frustración por aislamiento. Encierro interno desde un trabajo interpretativo de gesto adusto, y alienación allende las fronteras. Olga se ve obligada a padecer el dolor de su madre y su pueblo desde la fría jaula de cristal que es su acogida suiza.
Un entorno tan pacífico como ajeno, particularmente represor para ello cuando debe compenetrarse entrenando con sus nuevas compañeras del equipo de gimnasia suizo. Unas compañías afectuosas pero que no pueden acompañarla en una cruzada en la que debe dirimir si callar y competir o rebelarse en solitario. Pocas palabras y ausencia de música extra-diegética para un viaje en el que, con la excepción de insertos de noticiarios, sólo seguimos con crudeza el forzado éxodo y el proceso de adaptación a un entrenamiento des-territorializado de una Olga que es un personaje tan contenido como netamente real.
Gimnasia de cámara
Aún cuando el núcleo del filme es el trabajo dramático de su protagonista, Grappe enuncia visualmente su recorrido argumental con un calculado trabajo de cámara. Una cámara cercana que, como es habitual en el cine de autor contemporáneo, apuesta por una escasa profundidad de campo y una preponderancia de la frontalidad, pero en este caso combinando distintos desplazamientos, angulaciones y distancias con los personajes. Una coreografía efusiva y física que logra transmitir la ebullición corporal de las rutinas deportivas de Olga.
El filme combina tanto planos medios frontales con el leve temblor de la cámara en mano como generales, igualmente inestables, para los ejercicios acrobáticos sobre barras y tarimas. La visceralidad de la cámara en movimiento nos permite seguir de manera abrasiva los ejercicios, así como proponer tomas estilizadas de seguimiento lateral en la que comenzamos en cercanía para alejarnos gradualmente en perpendicular al movimiento de Olga. Una danza anexionada al cuerpo encuadrado en plano medio, que sabe siempre determinar cuál es el posicionamiento de mayor impacto con respecto a los personajes para capturar toda la magnitud de cada momento. Carreras tras la espalda para parar ante el salto, así como combinar el primer plano en un giro para acabar la pirueta en un plano general cuyo leve temblequeo dota a la imagen propia de la tensión de una nerviosa gimnasta que sabe que en cada centímetro se juega la caída.
Un filme que ni mucho menos apuesta por el espectáculo en detrimento del conflicto, pues los elementos de mayor importancia son el viaje emocional de Olga y el trasfondo del conflicto armado ucraniano, y es en su mayor parte un filme de soledad, familias creadas y conversaciones temerosas, pero la actividad física de Olga es una parte determinante de su esencia, y la cámara la captura con una planificación lejana a los códigos de la realización olímpica, pero igualmente hipnótica.
Resistencia y purgatorio físico
Este concentrado y humilde drama psicológico, pese a todo, da una importancia preponderante al viaje físico atravesado por Olga. Pues si bien el personaje atraviesa un descarnado calvario de frustración psicológica al verse incapaz de ayudar a los suyos, su furia se expresa en su relación con su propio cuerpo. La disciplina deportiva de todo atleta de élite exige un control riguroso sobre todas las partes de su superficie corporal, pero en el caso de Olga, la frustración e imposibilidad de aceptar el detenimiento ante la injusticia lleva al impacto contra la tarima. En lugar de agredir al invasor, agrede por terquedad y por desoír los consejos de sus instructores contra sus manos y ligamentos. Una manera meridiana de transmitir en imágenes que, si bien el cuerpo es la herramienta y el canal para la expresión del gimnasta, la armonía mental es determinante para que este no se desmorone,
Un estudio de personaje de rasgos predecibles pero maneras encomiables, pero a su vez falto de mayor riqueza de discursos, de mas capas de significaciones audiovisuales. Así como la relación de Olga con sus amigas escindidas o con sus compañeras helvéticas rezuma naturalismo y convicción, la manera de articular en el discurso el conflicto político es tan poco inspirada en el plano formal como unidimensional en el plano emocional y simbólico. Una afectación y activismo tan honesto como superficial.
Filme atractivo, pero un tanto frugal, falto de mas elementos para alzar el vuelo con mayor altitud. Lo cual esperamos encontrar en el trabajo futuro de Grappe.
Néstor Juez