Continuando con nuestra serie de pliegos sobre entes y presencias en Numen, redacté para el último pliego el presente artículo sobre otra de las obras maestras del maestro James Wan, Insidious. Con magnífica ilustración de Lydia Garvín Vidanes:
El habitáculo corporal
Antes de tocar el cielo cinematográfico con las andanzas del matrimonio Warren, James Wan ya se acercó al tema de los espíritus y las casas encantadas en la franquicia Insidious, de la que sin embargo sólo merece destacar su notable primera entrega. Una propuesta vertebrada alrededor de un inteligente guión que revierte con ingenio ciertos clichés genéricos, vinculando a los espíritus malignos no a las casas, sino a las personas que atormentan.
Estos seres intangibles, que vagan en un sórdido limbo, aspiran a ocupar cuerpos orgánicos para no abandonar la Tierra, de modo que ya no se atemoriza al iluso para que abandone su morada, sino que se seduce y embauca a aquellos que realicen viajes astrales en sus sueños, como el infante de la pareja protagonista, para que se extravíen y no puedan volver a ese receptáculo que pretenden hurtar. Un giro narrativo novedoso que hace las delicias del tenso espectador, y que dota de mayor libertad visual al realizador malayo para escenificar en imágenes las tropelías de estos malignos entes, cuyas manifestaciones pueden abarcar el más amplio e inesperado espectro de posibilidades. El hogar aterroriza, así como sus luces y sombras, pero la amenaza no se neutraliza ya con el abandono.
Néstor Juez