Nuestras madres – Memoria silenciosa

En 2020, Cine, Críticas by Néstor JuezDeja un comentario

Seguimos con la cobertura de estrenos recientes olvidados en la web mientras se mantenga el parón de las salas por la crisis del coronavirus. La ausencia de actividad cinematográfica durante este mes y medio y mi exigente calendario de actividad en el canal han hecho inevitable que el ritmo de publicación se reduzca drásticamente durante estos días. Pero podéis estar tranquilos, pues no va a detenerse del todo. A pocos días de que comience una inesperada y gratificante experiencia festivalera, pongo el foco en la que probablemente acabe siendo una de mis películas favoritas de este convulso 2020. Una película latinoamericana descubierta en la última edición del Festival de San Sebastián que fue una de las grandes sorpresas de aquella semana de cine donostiarra. Su estreno por las grandes pantallas españolas fue extremadamente fugaz, más reducida aún por nuestro complicado contexto. Me refiero a la guatemalteca Nuestras madres, Cámara de oro en el último Festival de Cannes y ópera prima del montador habitual de Jayro Bustamante, César Díaz. Una íntima y sentida película, que tuvo una difusión tan modesta como ella misma y pude descubrir gracias a mi ambición expansionista por las secciones de los festivales. Una película de premisa y argumento socialmente poderoso y bastante desconocido para el europeo, una excusa perfecta para adentrarse en la historia reciente de la cultura guatemalteca. Era mi intención dedicarle unas líneas en esa entrada con la cobertura del festival que espero y deseo se publique algún día, pero esta opción es más adecuada para ella. Una estupenda película, que sin alardes narra su historia con elegante planificación y abrumadora potencia emocional. Un apabullante éxito en sus propios términos. 

2013, Ernesto es un joven forense que trabaja en una Guatemala entregada al seguimiento de los juicios a los oficiales militares y grandes responsables y criminales de la guerra civil. De manera inesperada, una anciana le visitará pidiendo ayuda para dar una despedida noble a sus muertos. Lo que empieza siendo un caso más resultará ser la pista que alumbre el paradero de su padre desaparecido. Un drama social costumbrista que hace las veces de sanadora memoria histórica. Filme que indaga con precisión quirúrgica en el horror y las secuelas de un genocidio sin necesitar siquiera mostrarlo. Filme extremadamente habilidoso al sustraer sus máximas posibilidades expresivas a los múltiples silencios presentes en la película, especialmente las pausadas y fascinantes secuencias de tratamiento de huesos. El escenario queda notablemente retratado con unos pocos retazos, reflejando la riqueza folclórica de la comunidad rural en contraste con la Guatemala urbana en la que trabaja nuestro protagonista. Empieza como una película procedimental y observacional hasta que el drama cae como una losa en una sola conversación. La observación se mantiene al imbuir la tragedia, captando toda la desolación de las madres que ansían encontrar a sus maridos desaparecidos tan sólo a través de primeros planos y sus declaraciones. Difícilmente se puede decir más con menos. 

Es sin duda un filme muy breve, y es todo tema, está dedicado y enfocado por entero al desarrollo emocional y humanista de su trama de redención y memoria histórica. La realización y fotografía son hermosas, pero nada especialmente excepcional por sí solas. Y no hay terreno más subjetivo, personal e intransferible que el de las emociones. Para que la película nos resulte una gran película, como es mi caso, es imprescindible conectar emocionalmente con el conflicto y la lucha de los personajes. Si esto no sucede, no hay mucho más que hacer. Vivimos en una era de cinismo exacerbado y de apasionada exaltación de la forma. Un panorama en el que un filme que apuesta todas sus cartas a la fuerza de la emoción humana, de la memoria y de la preservación cultural como asunto socialmente relevante se verá siempre relegado a un foco secundario. Es una verdadera lástima que entre tantas películas que sacan a la palestra agendas sociales de manera oportunista, sensacionalista y maniquea, una joya tan llena de verdad, necesidad y dolor como esta no reciba el aplauso que merece. 

Íntima, honesta y concisa, Nuestras madres nos emociona con un relato humano de amplias implicaciones culturales e históricas que nos atañe a todos como miembros de sociedades avanzadas.

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