Aún estando considerablemente valorado, creo que el gran David Fincher es un director infravalorado. Si nadie duda que es un gran director, yo iría tan lejos cómo para decir que el Alfred Hitchcock de nuestros días es uno de los tres mejores directores trabajando en la actualidad. En su extensa filmografía no se halla una mala película, y la gran mayoría son excelentes. Y la única vez que se ha acercado al mundo televisivo, fue para apadrinar y dar el pistoletazo de salida de una de las mejores series de los últimos tiempos. Por tanto, cuando se hizo pública la noticia de que volvía a Netflix para dirigir cuatro capítulos de una serie, además, de temática policial (adaptación de la novela basada en hechos reales Mindhunter: Inside the FBI’s Elite Serial Crime Unit), como el grueso de su obra fílmica, las expectativas estaban por las nubes. Pese a las estupendas críticas que recibió en su estreno y al entusiasmo que provocó entre mis amistades, retrasé el inicio de su visionado más de dos meses. Debido a incómodas enfermedades navideñas, pude acelerar el ritmo de visionado para concluirla. Y el resultado no sólo me sorprendió, siendo muy diferente de lo que esperaba, sino que cumplió de lleno con mis expectativas. Nos hallamos ante uno de los mejores productos audiovisuales del año, una serie exquisita. Una serie lenta, agotadora a nivel psicológico por la concentración, fría, incómoda y con muy poca acción, pero una serie de cerebral y milimétrica construcción, inmersivo tono narrativo, perturbador y apasionante guión y satisfactorio pago emocional.
En la Norteamérica de 1977, los agentes de la Behavioral Science Unit del FBI Holden Ford (Jonathan Groff), un jovencísimo y apasionado por la investigación criminal, y Bill Tench (Holt McCallany), tranquilo y bonachón hombre casado, se juntarán con la psicóloga Wendy Carr (Anna Torv) para desarrollar un revolucionario e inédito proyecto de entrevistas a asesinos convictos para trazar así perfiles psicológicos y entender como funcionan las mentes de los psicópatas para poder predecir y evitar asesinatos similares en el futuro. Conforme avancen en su investigación superando obstáculos burocráticos y personales, irán constatando como se han convertido en funambulistas sobre el espeluznante abismo. Una inquietante y malsana historia que se adentra en la psique del mal y que procura humanizar a los monstruos, desglosando casos y responsables con pausa e incisividad pero con extraordinario estilo y buen gusto audiovisual. Aprovechando por el camino para darnos a conocer a sus protagonistas, con los que llegamos a empatizar mucho por su condición de personas normales y complejas, aquejadas de conflictos y dudas. Sus interacciones entre ellos, sobre todo la relación de Holden con su novia Debbie (Hannah Gross) y la relación de Holden y Bill dan a la serie mucho carisma y encanto. Pero es en sus notables diálogos y en los apasionantes encuentros con los asesinos en los que la serie brilla como un astro recién nacido. De entre estos asesinos, el Edmund Kemper interpretado por Cameron Britton es la mayor revelación, devorando la pantalla y todo lo que le acompaña cada vez que aparece. El estilo visual de Fincher marca la serie, y si bien todos los episodios están muy bien realizados (a excepción del capítulo 3 y del 6, todos los capítulos son realmente buenos), los suyos destacan sobre el resto (el capítulo 10 me dejó ojiplático). Planos oscuros y digitalmente prístinos, de milimétricos encuadres y armónicos movimientos de cámara, apoyado por una estupenda fotografía de Eric Messerchmidt de tonalidades apagadas, y una hipnótica y desasosegante banda sonora de Jason Hill, llena de sonidos sibilinos y silenciosos, apostando de nuevo por un diseño sonoro que pone el acento en la construcción atmosférica, todo ello integrado en uno de los mejores montajes del año. Un producto trabajadísimo y complejo que, pese a la escabrosa temática, carece de violencia. Todo es psicológico.
Aún cuando esperamos que la recién confirmada segunda temporada las responda, muchas de las incógnitas que plantea la serie se mantienen sin respuesta al acabar la misma. Una subtrama que inicia cada capítulo nunca llega a entenderse, la relación de Debbie y Holden queda en un estado ambiguo, así como su estado de salud o la relación de Wendy con su amante o sus compañeros. Si bien es una serie más de sugerencias y sensaciones que de hechos, uno queda deseando un poco más. Y si bien ayudan a recrear el momento histórico, la elección de algunos temas musicales de rock rompen con el tono de la serie, produciendo una sensación de diversión que no siempre casa con las imágenes. El potencial del proyecto era tan alto que, por muy satisfactorio que sea el resultado, no podemos evitar encontrar pelos en la sopa.
Elegante, sombría y angustiosa, Mindhunter no es una serie para todo el mundo, pero pocas veces la paciencia será mejor recompensada.
- Título: Mindhunter
- Dirección: David Fincher (1,2, 9 y 10), Asif Kapadia (3 y 4), Tobias Lindhom (5 y 6), Andrew Douglas (7 y 8). Creada por Joe Penhall
- Guión: Joe Penhall, John Douglas y Jennifer Haley. Basado en la novela Mindhunter: Inside the FBI’s Elite Serial Crime Unit de Mark Olshaker y John Douglas
- Actores: Jonathan Groff, Holt McCallany, Anna Torv, Hannah Gross, Cotter Smith
- Dirección de Fotografía: Eric Messerschmidt, Christopher Probst
- Música de: Jason Hill
- Estreno: 13 de octubre de 2017 en Netflix
- Duración: 10 capítulos. 35-53 minutos por capítulo.
- Web Oficial: https://www.netflix.com/title/80114855
- Nota: 8,3 /10