En este curso 2023-2024 sigo colaborando con Cinema Ad Hoc. En esta ocasión, escribo para ellos sobre el cierre de una aplaudida trilogía de terror: MaXXXine de Ti West. Disfrutadla:
La maldición puritana
Cuando su película obtiene el suficiente éxito para recibir continuidad serializada, es una fuerte tentación para muchos creadores forzar una trilogía. En la era de las propiedades intelectuales reconocibles, secuelas y remakes, siempre es una noticia positiva que una historia original reciba el suficiente apoyo para seguir desarrollándose, y la anomalía se torna aún más grata cuando se produce en los márgenes de las producciones mas modestas. El cine fantástico y de terror se encuentra en un buen momento de forma al menos en lo que se refiere a volumen de producción y aceptación de público y crítica, y en un verano con prometedores exponentes se suma a la conversación el cierre de la retro-epopeya slasher de Ti West y Mia Goth. Tras años labrándose un nombre entre los fanáticos del terror más crudo e independiente, Ti West regresó para cosechar un reconocimiento nunca antes recibido con su dueto de X y Pearl, rodadas a la vez y estrenadas al unísono en 2022. Tras dos años y con mas ambiciosos medios de producción a su disposición, llega el tercer jalón de la trilogía: MaXXXine, de nuevo protagonizada por Mia Goth, en este caso en el rol de la Maxxine que da título a la cinta y que protagonizara X. Una propuesta enunciada desde un cariño genuino y jalonada por el suficiente número de elementos de interés para deleitar a los encandilados por la saga. Sin embargo, lejos queda el sorprendente impacto de su primera entrega, que se ha diluido y devaluado con cada secuela, tratándose esta de la mas rutinaria de las tres.
Tras la revisitación al porno amateur y descuartizamiento campestre de los 70, y la deconstrucción demente de los sueños de emancipación en la depresión granjera durante la Primera Guerra Mundial, llega con MaXXXine el turno de la pompa y brillo de la industria hollywoodiense de los años 80 y el esplendor de la producción de cine para adultos. Se codifica de nuevo como un homenaje a las estéticas visuales de una época que toma prestadas, llegando en esta ocasión al universo de los videoclubs y el VHS, el cartel brillante y el sintetizador, recuperando de pleno la mitología iconográfica que rodea a la ciudad de los Ángeles. El nexo formal entre las tres películas es el de revisitar eras del cine de terror e imaginarios del séptimo arte estadounidense, y tras La matanza de Texas y El Mago de Oz llega el turno de los slashers en la onda de Maniac de William Lustig. Un viaje alrededor del romanticismo cultural que causó el cine durante el Siglo XX guiado por el crecimiento personal y empoderamiento en la ficción de Mia Goth.
Su protagonismo es el activo más potente de la trilogía, y si bien da vida a dos personajes el conjunto de las tres películas revela a Pearl y a Maxxine como dos caras de una misma moneda: una mujer lastrada por su pasado que desea convertirse en estrella cueste lo que cueste, y en cuyo camino el deseo jugará un rol impredecible pero crucial. La Maxxine Minx de esta película es de largo la iteración mas empoderada y de mas fuerte carácter, toda una anti-heroína que resuelve sus problemas y peligros por sus propios y despiadados medios. Un vehículo de lucimiento para una Mia Goth que también participa de la producción y el guion del largometraje, y que encarna con todo su histérico registro de emociones el gran tema de la trilogía: la emancipación catártico del yugo del puritanismo religioso. Una confrontación simbólica que se canaliza a través del asesinato sangriento, y que conllevará el reencuentro traumático con el pasado familiar eludido. El gran secreto de X regresa a voz en grito en MaXXXine.
Ti West ha procurado llevar a cabo la maniobra que Tarantino sublimó con su Érase una vez en Hollywood, pero dentro de los confines del género de terror. Más allá del tributo plástico a los códigos visuales de la ciudad de los sueños, la cotidianidad laboral de Maxxine permite a la película recrearse en una sucesión de guiños nostálgicos al Olimpo cinematográfico cuyos ecos resuenan en los decorados y callejones de una Hollywood que atravesaba un determinante impasse de transformación. Reverencias desenfadas a clásicos del terror que ejercen de inofensivo pero simpático contrapunto humorístico y aúnan mas convicción que su descafeinada utilización de trilladas melodías pop coetáneas, filtros análogicos o cartelas retro. Su faceta humorística juega un rol capital en dar brío a la funcional narración, pues personajes secundarios como el de Kevin Bacon o la pareja detectivesca de Cannavale y Monaghan consiguen destilar carisma en sus escasos minutos en pantalla, y la ambición profesional de Maxxine halla su detonador perfecto en el seco y carismático personaje de Elizabeth Debicki.
Una vez concluida la trilogía, la experiencia no resulta mas enriquecedora ni compleja que habiendo visionado tan solo X. Los temas y conflictos principales son los mismos de aquella, y su regreso obedece mas a una reiteración subrayada que a una evolución. MaXXXine se sitúa en una complacencia nostálgica perezosa, desinteresada en aportar nada nuevo ni a su propia serie ni al género fantástico como tal, al cual aporta una enésima manifestación fetichista de imaginarios cuya capacidad de subversión estamos aniquilando gradualmente entre todos. Como cinta de terror sus réditos son de una sorprendente pobreza, su portentoso inicio no tiene continuidad en su perezoso acercamiento a los primeros pasos de Maxxine en la ficción convencional, y la subtrama de asesinatos en serie queda reducido a mero resorte narrativo para ganar tiempo de desarrollo. Pero donde el filme se desploma es en su chapucero tercer acto, donde su evidente revelación de la identidad del villano y su obligatorio clímax violento nos recuerdan al cine de terror mas chusco. Nada nuevo bajo el sol, y todo aquella ambigüedad que pudiera quedar esbozada en X deviene ya proclamación monocorde, aniquilando toda conversación posible.
MaXXXine confirma con letras mayúsculas unas intenciones nostálgicas y acomodaticias por parte de Ti West que solo quedaban esbozadas en X, marcando así el aparatoso rumbo de su relato hacia la vulgaridad. Todos aquellos que encuentren suficiente disfrute con la recuperación cosmética de estilemas pretéritos podrá encontrarse satisfecho con esta tercera entrega, pero para aquellos que creíamos en el talento de West para dialogar con aquellos imaginarios no puede hablarse de otra cosa que no sea una honda decepción.
Néstor Juez