Gracias al buen hacer de la gente de la distribuidora Golem pude acudir al pase de prensa de una película que se estrena en nuestras pantallas con mucho retraso: el drama histórico dirigido por los prestigiosos Hermanos Taviani Maravilloso Bocaccio, adaptación libre de algunos relatos del Decamerón. No he podido visionar hasta el momento ninguna obra previa de la filmografía, la cual abarca más de cincuenta años, de la pareja de hermanos realizadores premiados en Berlín, por lo que mi interés hacia la obra ya era considerable de entrada, aún sin ser esta una de sus obras más alabadas (siendo, es más, una película ignorada y que ha vivido una período de actividad que ha pasado bastante desapercibido). Y además, siempre es positivo acercarse a las grandes obras, y analizar cuan peliaguda puede ser la relación entre las obras literarias y sus adaptaciones audiovisuales. Y el teatro representado en película acostumbra a dar resultados, sino plenamente satisfactorios, muy sugerentes. Pues la película, pese a resultar manierista por su teatralidad y por su impactante apuesta formal ajena a la ortodoxia, consigue transmitir las emociones que busca con la intensidad adecuada durante la exposición de su relato.
Nos hallamos en Florencia, a mediados del Siglo XIV, y la peste hace estragos entre los ciudadanos. Hastiados de la tensa situación social de la urbe y el desprecio y rechazo que reciben de sus congéneres, unos hombres y mujeres jóvenes sospechosos de infección deciden abandonar la histeria ciudadana y refugiarse durante el resto del verano en el placer tranquilo de una amplia casa de campo. Sujetos a un voto de castidad debido al escaso número de machos y por respeto a las muchachas desparejadas, deciden ocupar su tiempo narrando historias, narrando una distinta cada uno de ellos por día. Historias hermosas, trágicas y cómicas, relacionadas todas por un nexo común: la temática amorosa. Una película de época que retoma las fuentes del relato clásico apostando por la tradición oral y un acercamiento tradicional pero eminentemente escénico y poético. Un drama juvenil de uso radical de los colores y soluciones visuales poco comunes no siempre logradas, pero muy consecuentes con el tono de la película, aquel del juglar, del relato oral, de los trovadores. Un relato con la energía de la juventud y con el romanticismo del amor pasional situado en los peores escenarios. Las hermosas melodías de Giuliano Taviani y Carmelo Travia contribuyen a dotar a las secuencias del filme de una innegable belleza lírica, apoyada por un guión de los propios Taviani que opta por el ascetismo y la sencillez, también en la realización, pródiga en bellos encuadres (obra del fotógrafo Simone Zampagni) pero escasa en virguerías técnicas, que se apoya más en la voz en off como portador del poder de la palabra y la oralidad que en el medio visual, pese a su bella ambientación, vestuario y colorimetría. Un manojo de relatos de intereses descompensados pero, en suma, hilvanados por un trazo de narrador bucólico.
Si bien la película muestra un compromiso encomiable con su propuesta formal, esta no sólo la aleja de todo realismo sino que, debido al procedimiento gestual de sus intérpretes, le resta alcance dramático. El ritmo de la historia, y el desarrollo individual de cada relato narrado, es trémulo y desigual, intercalando no pocos momentos de pérdida de interés con secuencias muy potentes (destacar el relato de la abadesa o el de la piedra de la invisibilidad). Y tanto su envoltorio, hermoso pero no prístino, como su afectado contenido restan al conjunto de una verdad que le hubiera sido muy beneficiosa para el alcance sensorial de la obra en la audiencia.
Poética, trágica y expresionista, Maravilloso Bocaccio no usa la forma fílmica para mejorar sus referentes literarios, pero ofrece un producto ejecutado con gusto y de innegable interés conceptual. 7/10