Los lectores de este blog sabrán que hace diez meses tuve mi primer encuentro con la obra de una de las vacas sagradas del circuito festivalero contemporáneo, el hiperactivo realizador coreano Hong Sang-Soo, visionando su película Ahora sí, antes no, muy aplaudida por los compañeros de la crítica. Una película de estilo diferente y peculiar dispositivo narrativo, pero insípida para el que escribe estas palabras. Pero visto el prestigio del realizador, decidí mantener mi esperanza en él, lo cual hice acudiendo al pase de prensa que Good films organizó en los cines Renoir de su nuevo proyecto: Lo tuyo y tú, un nuevo dramedia romántico premiado con el galardón a mejor director en el último Festival de San Sebastián (siendo este uno de los pocos filmes de la sección oficial que no pude ver). Y una vez contemplada su segunda obra, similar a un cuerpo artístico muy fiel al estilo narrativo de Sang-Soo, sigo sin entender los motivos de tanta ponderación. Y no quiero insinuar con mis palabras que nos hallemos ante un mal film, que ya simplemente por su estilo audiovisual y elección temática tiene cierto interés, pero sí ante una insípida e intrascendente película que poco ofrece en todos sus parámetros.
El lisiado Yeong-Soo (Kim Jo-Hyuk), pintor forzado a llevar muletas, vive una inconstante relación con Min-Jeong (Lee Yoo-Young), apuesta joven de la que está perdidamente enamorado. Enfadado por las acusaciones de vicio con la bebida que sus amigos vierten sobre ella, deciden tomarse un tiempo, durante el cual la añora. Posteriormente ya no le encontrará en su casa, y se encontrará con una mujer idéntica a su amada que niega a ser ella, que tiene numerosas citas con hombres que siempre parecen confundirla, o eso afirma ella, con su hermana gemela. A todos ellos les querrá, dejará, tendrá en espera, conocerá o afirmará no haberles visto nunca, en un relato de hombres deseantes y una mujer deseada que nunca sabremos si tiene doppelgänger o una tara psicológica. Una película sobre parejas jóvenes que aman, charlan y beben (mucho, es una pasión el beber). Una historia de pocos personajes y escenarios, centrada en los elementos más cotidianos y en el día a día de las relaciones amorosas, lo único que merece la pena junto a la cerveza (y el cine, añadiría un entusiasta servidor). El estilo visual de Sang-Soo se muestra de nuevo homogéneo y personal, ajeno a ortodoxias fílmicas: secuencias filmadas en un sólo plano medio fijo (mayormente, para conversaciones de dos personajes sentados) con uso puntual del zoom, mayormente injustificado. Un guión de mucho diálogo que logra que sigamos las situaciones personales de unos personajes alelados con una sonrisa, pues ofrece momentos divertidos. Y acostumbrado a ver otro tipo de filmes provenientes de esta gran industria, es refrescante consumir propuestas asiáticas de espíritu europeo, que les acercan a nuestra manera de vivir el ocio desde sus costumbres, acostumbradas estas a ser representadas muy ajenas. El cine de Sang-Soo es asiático, pero universal en el alcance de sus temas y europeo en el ambiente que respira.
Si su estilo visual es diferente, su valía estética es bastante relativa, ya que este filme, parco en sus medios de producción, apenas luce en el plano visual. Y si no ofrece un envoltorio excepcional, su argumento ahonda de nuevo en las facciones más pueriles de la vida de pareja. Sus personajes no resultan particularmente simpáticos, ni interesantes, como tampoco lo resultan sus conversaciones, y mucho menos sus actos. Cómo mencionaba previamente, son alelados, tontorrones, apenas inspiran ternura. Y el conjunto resulta simpático, pero no especialmente rico a nivel argumental, ni mucho menos como entretenimiento.
Aplaudiré la intensa actividad del realizador coreano, cuyo estilo único de filmar supone un elemento anómalo a reivindicar. Pero más allá de esta curiosidad, servidor seguirá esperando algo más, no por mucho tiempo. 6/10