Este curso voy a participar, en compañía de amigos y compañeros del Máster de Crítica, en el taller Alicia. Os dejo el primer texto del Taller, dedicado a Las margaritas de Věra Chytilová. Espero que os guste:
El ecosistema deconstruido
Los hábitos, costumbres, rutinas y protocolos de nuestra sociedad tanto aportan orden y armonía para la convivencia humana como, a su vez, restringen nuestra libertad. Doman, en muchos aspectos de manera necesaria, nuestra esencia. Familia, trabajo y hogar son las coordenadas que unifican al ciudadano en sus vidas amaestradas. Un ecosistema de claras normas prestablecidas donde cada uno asume un rol. Una estructura, como no cabe duda alguna, eminentemente patriarcal. Un esquema en el que sendas Maries, las jóvenes y pizpiretas protagonistas de la icónica Margaritas, película dirigida en 1966 por Vera Chytilová, no encuentran su espacio. Heroínas heterodoxas de una explosiva propuesta que sigue despertando sensaciones fuertes décadas después, decidirán desistir de buscar lo correcto y aceptar la deriva de una sociedad que ya está perdida. La realidad en la que viven se ha echado a perder, se desploma, en el contexto convulso de las presiones políticas de la Chequia comunista, hacia el abismo. Por lo tanto, se amparan en esta entropía y deciden abismarse también. Una corrupción espiritual y física que desembocará en una volcánica libertad. El filme que seguirá será una sucesión de situaciones de libertad animal. Libertad y juego que conllevará la deconstrucción de los símbolos y el orden preestablecido.
Es imprescindible comprender los contextos culturales de las producciones cinematográficas para descifrar correctamente las películas. Bien es cierto que también soy de la opinión de que este discurso cultural es uno y la película es otro, y los textos fílmicos funcionan, resuenan y se explican por sí mismos. Considero un error determinar que un contexto sugerente o un debate social candente hacen una gran película. Pero en este caso concreto resulta especialmente impactante que una obra feminista tan rabiosa y subversiva como esta fuese parida hace 60 años, pues no en vano la sensibilidad de su hoja de ruta casa mas con el ideario de nuestros días. Un rabioso feminismo militante que entiende la iconoclasta sacudida como única forma posible de hacer llegar su mensaje. El resto de elementos de la propuesta pueden haber perdido magnetismo con el paso del tiempo, pero su capacidad de suscitar reflexión y revolver nuestra calma complaciente se mantiene activa. No creo que hablemos de una gran película, pero sí de una muy interesante, y no tan sólo por este discurso.
La película propone un recorrido experimental, un collage de estampas surrealistas sin narrativa lineal que amalgame las escenas. Una sucesión de situaciones de delirio desarrolladas en estancias coloridas o de diseños vistosos. Actividades incomprensibles de abrasiva naturaleza devoradora, que destruyen presa de una euforia febril los elementos del mobiliario. Rutina de reinvención y deconstrucción que conlleva en muchos casos divertirse a costa de un veterano varón embaucado, cuya fortuna posibilita activar una comilona perversa. Una alegría ingenua, quizás infantil en su nobleza pero que, aún hoy, induce a una desasosegante perturbación. A una incomodidad desquiciada.
Y este hilo fílmico se tensa a través de múltiples instrumentos: el frenético montaje, el color inconstante del fotoquímico; las texturas de estampados, bordados o ilustraciones; la risita maníaca de las Maries, o el recurso percutivo e insistente de sonidos cortos y agudos. Como álbum libre de imágenes y estímulos, se configura un imaginario propio que incluye mariposas o flores diversas. Un universo cargado de simbología, cómo queda a su vez destruida la simbología masculina: no en vano, asistimos al despedazamiento de falos de formas insospechadas a lo largo del metraje. Y como colofón, el agotamiento, la absorción y el salpicado por toda la realidad de los alimentos. La carne devorando la carne, y la carne incontenible. Todos estos elementos metafóricos, subliminales y críticos, puestos en escena con mucha enjundia plástica, son las mayores virtudes de esta película que se sitúa en nuestros lugares mas cotidianos para deconstruirlos y sobre sus cimientos construir un nuevo universo.
En suma, una película que no creo que alcance cotas de excelencia en su léxico fílmico, ensamblaje tonal o desarrollo, pero que ofrece los suficientes estímulos y discurso histórico para que su visionado sea muy provechoso.
Néstor Juez