La llegada – Ejercicio estimulante y magro

En 2016, Cine, Críticas by Néstor Juez1 Comment

Por motivo de ciertos compromisos andarines por la sierra de Gredos, me perdí el último día de competición del Festival de San Sebastián, y con ello la oportunidad de ver en primicia sobre suelo patrio el último filme del canadiense Denis Villeneuve: La llegada. Las ganas de ver este filme eran enormes, pues el realizador canadiense lleva sorprendiéndonos a todos tres años, y un servidor ha disfrutado mucho de su cine, como bien sabrán los lectores asiduos de este blog. Y este último tal vez sea la obra de este director de moda más aplaudida de su carrera, que ya es decir. Prisioneros era una película irregular pero portentosa, Enemigo presentaba elementos de interés y en Sicario se superaba con un estupendo ejercicio de creación de atmósferas (pendiente tengo Incendies). En esta ocasión, se ha acercado a la ciencia ficción, género que está viviendo un renacer entre las superproducciones de autor desde el éxito de Gravity. Y finalmente pude visionar esta adaptación del relato de Ted Chiang Story of your life. Y me hallé una obra ambiciosa y notable en muchos sentidos. Pero pese al goce de su consumo, no pude evitar percibir que estaba sobrevalorada, y que además de no llegar a la altura de obras previas de Villeneuve, tampoco es la mejor película de ciencia ficción de esta década (Gravity se apunta este tanto, y pese a sus grandes problemas, Interestelar también queda por delante).

arrival_noticiesLouise Banks (una siempre excelente Amy Adams) es una profesora universitaria de prestigio, y posiblemente una de las mejores lingüistas del planeta. Un día en que sus alumnos se ausentan de sus clases y se forma un revuelo social por todo el globo, el coronel Weber (Forest Whitaker) la contrata para que colabore con el gobierno para lograr establecer comunicaciones con los integrantes de una de las 12 inmensas naves alienígenas (llamadas cascos, una suerte de lentes negras gargantuescas) que aleatoriamente se han posado sobre distintas zonas de la Tierra. En compañía con el astrofísico Ian Donnelly (Jeremy Renner) se instalan en la base de operaciones montada alrededor de la nave de Montana y comienzan a trabajar para averiguar las intenciones de estos visitantes, manteniendo encuentros grabados con ellos en el interior de su nave en intervalos de catorce horas y trabajando a contrarreloj el tiempo restante. Poco a poco irán desentrañando su misterioso lenguaje, pero la facilidad de caer en malentendidos tensará el ambiente en una situación de mucho temor internacional. De antemano, se agradece encontrar un filme de ciencia ficción tan inteligente en su enfoque, de postura claramente pacifista y favorable al entendimiento internacional. Y una película que reflexiona sobre la importancia del lenguaje, y que no cae en los peores vicios del cine extraterrestre. Y como era de esperar, Villeneuve se vuelve a salir como director, logrando que de lo que más se hable es de cómo está narrado este relato. Su manejo de las atmósferas es de nuevo magistral, y durante la primera hora de metraje logra que el espectador no pueda arrancar sus ojos de la pantalla y sus manos de la butaca. La potencia icónica del filme también avasalla, logrando de la mano del director de fotografía Bradford Young imágenes y planos que quitan el aliento, y la tensa y sigilosa música de su colaborador habitual Jóhan Jóhansson logran atraparnos por completo y hacernos cómplice de su ritmo lento pero contundente. Ante esta sensación de goce y de poderío sensorial, poco más queda por añadir, es esta una experiencia necesaria de vivir en la pantalla grande. La realización elegante y sutil es un portento, y la estructura narrativa del filme funciona, sobre todo en su elección de los momentos en los que ir destapando una y otra información. Queda, en definitiva, probado una vez más que en todo ejemplo de buen cine destaca el cómo se cuenta.

Pero es en el que dónde llegan los problemas, y en concreto, en el para qué de todo esto. Sin entrar en terrenos argumentales explícitos, la razón última de la visita de estos seres no se sostiene. La revelación final y el proceso mediante el cual el personaje de Adams (que prueba de nuevo que es una de las mejores actrices de su generación) la averigua resulta, tras dos análisis, absurda. El hecho de que tantas naves hayan hecho este viaje para ofrecer una habilidad y hacerlo mediante el arriesgado procedimiento de esperar a que nosotros llegáramos a averiguarlo a través de sus complejas pistas dejadas en numerosas sesiones carece de cualquier practicidad. Si bien esta revelación no es tramposa (cómo si sucediera con Interestelar, que pese a todo presenta más consistencia a nivel textual y un alcance temático más amplio), ya que todas las piezas necesarias para completar el puzzle estaban expuestas en todo momento pero de modo que se interpretaran de manera diferente, más allá del asombro inicial el misterio resuelto se demuestra endeble para tanta parafernalia tecnológica y comunicativa. Y dentro de estas piezas están todas las escenas del subconsciente de la doctora Louise sobre la vida con su hija, que debido a la frialdad coherente de la película nunca llegan a cuajar, sintiéndose como un pegote de índole Malickiana. 

Una vez más Denis Villeneuve se prueba como una voz a tener muy en cuenta en el panorama cinematográfico actual, y un realizador que no se deja influenciar por los estereotipos y costumbres del cine comercial contemporáneo y que se arriesga en cada proyecto. Pero en este caso su ambición logra resultados satisfactorios pero parcialmente deslumbrantes, mediante una experiencia sensorial que fascina en la forma, pero encalla en el fondo. 7 (alto)/10

Comentarios

  1. Totalmente de acuerdo en las incógnitas que de argumento que se plantean.Pero interesante.

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