100 años después de que Edgar Rice Burroughs, el legendario escrito de «Tarzán», escribiera la saga de aventuras de John Carter de Marte consistente en nueve novelas el emporio Disney ha decidido llevar a cabo una lujosa superproducción para adaptarla, contando con ello con el patrocinio de Pixar y con Andrew Stanton (Wall-e, Buscando a Nemo) para capitanear el barco. Tras ver el resultado, a un servidor sólo le queda lamentar que 200 millones de dólares hayan sido desperdiciados en este proyecto.
Si algo es cierto es que, habiendo unas expectativas tan bajas, la película no ha defraudado. Podría decirse que incluso puede haber provocado por momentos la diversión de más de uno. Los efectos especiales, aunque no espectaculares, sí ofrecen espectáculo en forma de simpática fauna de diversos colores (los «na´viianos» tharks, el perro alienígena Wuula cuya cabeza recuerda por su forma al falo masculino), así cómo un hermoso paisaje árido y extravagante arquitectura. Pero a pesar de todo prácticamente cada detalle de este filme nos suena a visto. El propio John Carter (personaje en el que radica uno de los mayores defectos de la película , pues el héroe que describía Burroughs no era ni de lejos un niñato hipermusculado) porta un escaso atuendo que recuerda al Jake Gyllenhaal (del cuál tiene mucho en cuánto a calidad interpretativa, un defecto del que adolecen todos los interprétes de la cinta), el sonido de los aparatos voladores y las escenas de persecución son idénticas a las de El retorno del Jedi y la estética «metal-hurlant» y la epicidad de la historia recuerdan a «Avatar»(así como el recuerdo a Pocahontas). Así como su esquema narrativo es el típico de las añejas películas de aventuras, destrozado por unos diálogos absurdos y una trama que en su afán de juntar tramas de los libros carece de fluidez argumental y resulta confusa de seguir . No podí faltar tampoco la típica e inverosímil historia de amor entre los protagonistas, los cuáles hacen gala de la típica chulería de los heroés de la industria yanki profiriendo frases socarronas en el fragor de la batalla (detalle prototípico que un servidor no tolera).
Puede que este tipo de cine aventurero tuviese sentido en su día , pero a día de hoy hace falta algo más que efectos especiales y esquemas clásicos para convencer. De modo que, salvando alguna escena como la de los monos blancos y la gracia de algún animalico, nos encontramos ante un filme personal y anodino, que provoca que le dé un consejo a Andrew Stanton: zapatero a tus zapatos.
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Néstor, tus fans esperamos la crítica de Hobo With a Shotgun como agua de mayo.