El cinéfilo que siga la actualidad sabrá que pocos realizadores hay en mayor racha creativa que el canadiense Denis Villeneuve. En los últimos cuatro años ha triunfado entre crítica y audiencia con Prisioneros, Enemigo, Sicario y La llegada, y tiene a medio mundo esperando ansioso el estreno de Blade Runner 2049. Yo mismo me reconozco un admirador, pese a tener reservas con su última obra alienígena y encontrar tramposa su película sobre dobles. Pero antes de ser el realizador prestigioso de moda en Hollywood, Denis se labró una breve pero interesante carrera como cineasta en su Canadá natal, con unos pocos dramas contundentes francófonos de producción mucho más reducida. Fue gracias al reconocimiento de la película que nos ocupa, nominada en el 201o a mejor película de habla no inglesa, que pudo dar el siguiente paso: la durísima película de intriga y drama Incendios, basada en la obra de teatro homónima de Wadji Mouawad. No pude disfrutar de esta película en salas de cine durante mi adolescencia, pero el muy positivo boca a boca y el éxito posterior de Villeneuve hizo inevitable que tarde o temprano que me encontrase con una de sus obras más importantes. Y no pude sino lamentar que no la hubiera visionado antes, pues sin duda nos encontramos ante una de las películas imprescindibles de su año, y harto superior a la película de Susanne Bier que le arrebató aquel óscar. Un relato trágico, inquietante y socialmente necesario, que pone la mirada en una terrible parte de nuestra realidad y una tragedia que asola a diario a miles de personas en Palestina e Israel (un ejemplo más de lo cruel que la especie humana puede llegar a ser consigo misma) y que no es lo suficientemente contemplada en occidente, entroncado en un relato compacto de poderosos personajes y eficiente forma cinematográfica.
Tras la muerte de la inmigrante canadiense Nawal Marwal, sus hijos mellizos Jeanne y Simon reciben de parte de un notario amigo de su madre dos cartas, una dirigida a un hermano del que desconocían y a un padre al que creían muerto, y la promesa incumplida de encontrar a ambos y entregárselas. Esta tarea pendiente les hará emprender una impredecible misión de investigación y descubrimiento, en el que desenterrarán un doloroso pasado que les atañe protagonizado por una mujer, su madre, que esconde tantos secretos que en última instancia se descubre como una desconocida. Un relato de inmigración, conflicto étnico y desprecios familiares, en un descarnado retrato de unos contemporáneos escenarios del horror. Un drama de violencia, hijos perdidos, amores prohibidos y entidades ubicuas. Y la historia de una mujer fuerte y su lucha ante su cultura, la guerra y el dolor que le asola en múltiples facetas. Un rompecabezas familiar entrelazado de las maneras más inesperadas. Si su desconocido reparto cumple a la hora de dotar a sus personajes de profundidad, drama y realidad, la realización de Villeneuve aporta al guión elegantes y sutiles elecciones de puesta en escena (muy correcta fotografía de Andre Turpin) , con no pocos encuadres fuera de lo común tan sugerentes como inmersivos, en una película que fluye de manera orgánico con un uso moderado de los planos en movimiento y de las transiciones por grafismo, intercalando con solvencia dos momentos temporales distintos recurriendo a uno y otro equitativamente y dosificando la información para que cada revelación tenga el impacto adecuado. Un filme incendiario pero sensible, con momentos de recogimiento emocional y una capacidad inherente de provocar emociones en el espectador.
Si bien presenta un argumento apasionante y una forma depurada, a nivel tonal el filme se adentra peligrosamente en los terrenos del culebrón, el morbo y lo escabroso. Si nunca se enseña explícitamente la violencia, la abundancia de esta en múltiples momentos de la historia, bien narrado o sugerida, y el suplicio de Nawal pueden interpretarse como un recurso efectista y barato de impactar al espectador con perturbadoras dosis de violencia y crueldad cuyo exceso es gratuito y busca reemplazar la ausencia de más elementos de potencia audiovisual. Y aunque la tragedia se palpa, jamás llegamos a empatizar o sentir simpatía por los protagonistas todo lo que deberíamos. Y la truculencia y enmarañamiento de la historia pueden enojar al crítico más exigente, pero todo ello son meros intentos de intelectualizar posibles defectos que en absoluto alejan al espectador de una experiencia intensa, lo que toda película debería ofrecer.
Desoladora, escalar e intrincada, Incendios no da respiro a nuestro comfort emocional, pero es un drama imprescindible, además de la mejor película de Villeneuve. 8,2/10