Felices sueños – Carencia irreversible

En 2017, Cine, Críticas by Néstor JuezDeja un comentario

En estos días de abundancia de oferta cinéfila, en los que seguimos con interés los nuevos proyectos de los grandes gurús del cine de autor más artístico y rompedor, otros veteranos siguen haciendo cine desde hace décadas con pasmosa constancia, en la sombra. Dentro del contexto del cine italiano, es particular el caso del cuasi octogenario Marco Bellocchio, ignorado por la comunidad cinéfila, en menor medida, desde siempre, pese a contar con una veintena de filmes a sus espaldas y décadas de oficio. Sin hacer demasiado ruido, estrenó en Cannes y en Gijón su última película, y recibió en ambos lugares una calurosa acogida. Debido a esta sombra mediática previamente mencionada acudí a la sala solo, pero con los dientes largos. Y el visionado fue toda una experiencia, que no puedo recomendar lo suficiente. Pues si bien es una película de difícil acceso y fuera de lo común con respecto a las audiencias de nuestros días y lo que demandan, la elegancia y el tacto con el que está narrado y el sentimiento que transmite la hacen una de las mejores películas de lo que llevamos de año.

Turín, 1969. Massimo es un niño de nueve años solitario que halla en el amor y compañía de su madre el mayor motivo para ser feliz, con la que danza alegremente al inicio del filme. Una noche, ella le besa en la cabeza mientras duerme y le desea felices sueños, en la que será la última vez que le vea. Cuando Massimo despierte verá que su madre ya no está, y ni siquiera podrá verla. Su frío y autoritario padre y demás miembros de su familia le dirán que sufrió un infarto repentino. Massimo entrará en una depresiva barrena psicológica, y nunca podrá llenar ese tremendo vacío, ni siquiera durante sus días de corresponsal de un periódico durante los años 90, cerca de la cuarentena. Un drama psicológico narrado en paralelo entre varias décadas, alternando los recuerdos de Massimo durante los diferentes estadios de su coja existencia, la cual ha sido afectada de pleno por una desgracia que no fue cómo se le contó.  Un relato clásico no exento de formalismos manieristas y un tono triste e introspectivo, angustioso. Un ejercicio de alto nivel audiovisual, con una hermosa banda sonora de Carlo Crivelli, inquietante e hipnóptica, y una fotografía lánguida de Daniele Cipri que logra con éxito transmitir el extravío del protagonista con sus tonos apagados y monocromos, de tinte poco realista, que sitúan al espectador en un ambiente onírico de recuerdos en mosaico. Una película edípica que hace uso sugerente de la iconografía del cine gótico clásico (Belfagor devenido en protector amigo invisible) y del panorama musical italiano e internacional con fines expresivos sutiles pero certeros, y traza relaciones analógicas entre todos sus tramos mediante acciones especulares y diversas figuras maternas. Pero nada de todo esto funcionaría sin el factor humano, y Massimo, a través de sus distintos actores, consigue implicarnos en su dolor y el peso de una pérdida de importancia nuclear para que hoy sea quién es. Valerio Mastandrea y sus correspondientes infantes dotan al personaje de calma, hondura y encierro insondable, y Bérenice Bejo funciona como añadido liviano pero muy gratificante. Un relato apesadumbrado en el que nada sobra ni se deja al azar, y en el que todo suma avanzando aunque orbitando siempre alrededor del punto de partida, al que acaba retornando de alguna manera para cerrar.

A fuerza de trabajar un tono emocional, el filme se decanta por un argumento reiterativo y escaso a nivel argumental, al que el carácter expresivo y el pausado ritmo que ostenta la hacen una obra en la que fácilmente el espectador puede quedarse fuera si no presenta la predisposición adecuada desde el inicio. Si bien es dramático, su tono, ajeno a la carga lacrimógena común en el melodrama, dejará frío a la audiencia mayoritaria. Con el paso de las décadas, un estancamiento así puede sentirse mortificante y autoflagelante, pero muchos sabrán de la importancia de una buena figura materna, aún más en una infancia introvertida.

El último drama intimista del maestro Bellocchio es un producto frágil y delicado, pero monumental en el impacto de sus logros emocionales. Un fragmento de Cine grande, con mayúsculas. Imprescindible. 8/10

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