Familia sumergida – Madre en trance

Extensa e impredecible senda la del cine de autor venido de la cada vez más fructífera cosecha latinoamericana. Un hervidero de voces con identidad previa que se abren hueco en el calendario de festivales que se desarrolla cada año. Una nueva generación de creadores que los cinéfilos españoles siempre podrán descubrir de primera mano gracia a la sección de Horizontes latinos del Festival de San Sebastián. La película que se estrena el próximo viernes, no en vano, ganó el premio a Mejor Película de Horizontes Latinos de la última edición. La ópera prima de María Alché, Familia sumergida, que compitió a su vez en el último Festival de Locarno. Filme que recibió estupendas críticas allá por dónde pasó y que servidor no pudo disfrutar en su visita al certamen donostiarra. La apretada agenda y la poca información de la que disponía  me hicieron dejarla en un segundo plano, pero el recibimiento que tuvo entre mis amigos y criterios que estimo hicieron que lo apuntara para el calendario que estaba por llegar. Fuertes apuestas las de la distribuidora Surtsey Films para esta primavera. Tan pronto como se anunció el pase servidor solicitó asistencia, sin tener demasiado claro lo que se iba a encontrar. Lo descubriría en la inédita en mi recorrido previo como crítico sala de cine de la Casa América de Madrid. Y el filme del que vengo a hablaros es más una película extremadamente interesante que realmente buena. Un filme evanescente y hechizante, de marcada personalidad y frescas intenciones genéricas, pero excesivo en su tenuidad y frígido. Cine de autor para los espectadores más avezados. 

Marcela (estupenda Mercedes Morán) ve su rutina diaria absolutamente trastocada con la muerte de su hermana Rina. Desalojando su piso, se encuentra solitaria y enajenada en su propio apartamento. El vínculo con sus familiares es cada vez más fino, en un cisma vital en el que recibe a Nacho, un amigo de su hija. Se desarrolla entre ellos una inesperada complicidad, mientras Marcela conversa con antiguas generaciones familiares. Costumbrismo de interiores y dimensión reducida con desvaríos a lo onírico. Drama humano naturalista con coqueteos al fantástico. Un debut de madurez, riesgo y carácter. Largometraje que saca el mayor partido expresivo a sus limitadas dimensiones de producción. Lo más lograda es la atmósfera, cargada y desconcertante aún en un ambiente de conversaciones alegres. Una película continuamente rodeada de un aura mágica, elevada por su cromatismo y su aspecto visual granulado, levemente difuminado pero con texturas similares a cierto cine documental. Una película que sorprende por su dispositivo, ya que pese a exponernos estampas familiares alegres y cercanas nos induce al estadio fantasmagórico de una Marcela que vaga entre la realidad y la ensoñación, contactando con espectros y asistiendo como espectadora a escenas del pasado. Cóctel atípico de tonos y géneros que el espectador sólo puede intuir, que supone un desafío a nuestras expectativas tan enigmático como el trance en el que está sumida Marcela. 

Aún si el extrañamiento es eminentemente intencionado, nos hallamos ante un filme denso, indescifrable. El tedio que asola al espectador durante la proyección es arduo de sobrellevar. Considerando su reducido metraje, que este sopor sea tan ostentoso no deja de ser llamativo. Y si encontramos alicientes textuales, dispositivo aparte es una película emocionalmente roma, gélida. Considerando que la vida familiar de Marcela es el núcleo y razón de ser el filme, jamás llegamos a conocer en profundidad ni a ella ni a sus familiares ni empatizamos con su tragedia de soledad. Su caso me recuerda al de Las Herederas, películas maduras y personales con elementos para analizar pero con las que disto de compartir el entusiasmo que han generado entre la crítica. 

Desconcertante, natural y críptica, Familia sumergida es una película de difícil acceso pero jugosa en su juego atmosférico. Cine extraño pero libre, relatos que siguen abriendo fronteras cinematográficas.