Este curso he empezado un Máster de crítica cinematográfica organizado por la Escuela ECAM en colaboración con la revista Caimán Cuadernos de Cine. Os dejo el tercer texto del Taller de Escritura, dedicado a la película Vértigo: de entre los muertos de Alfred Hitchcock. Espero que os guste:
El testigo abismado
Tanta es la diversidad de espectadores como prismas desde los que estos interpretan un mismo documento cinematográfico. Cuando algunas películas logran ponerlos de acuerdo es prácticamente un milagro. Este milagro es el que representan las grandes películas, que trascienden generaciones y contextos culturales. Provocan reacciones, desafían nuestra percepción. Y sobre todo, sea o no consciente su espectador, operan a varios niveles. Suelen tener tramas inteligibles, de estructura bien armada y coherencia interna. Pero, sobre todo, presentan un lenguaje visual nítido, poderoso. Son las imágenes poderosas las que permanecen en nuestra cabeza, y las películas en las que se encuentran las que ponderamos. Es el caso, mas abrasivo cada día, de Vértigo, dirigida en 1958 por Alfred Hitchcock. El contexto social que la rodea es mutable, pero la fuerza de sus imágenes nos imanta tanto como entonces.
Un factor determinante en la fascinación que Vértigo sigue provocando es su abstracción. Su discurso formal y emocional es indiferente al momento histórico en el que se ambienta el relato. De hecho, su abstracción es tal que podría leerse la película sin banda de diálogos. Tan sólo analizando su música, colores, encuadres, movimientos de cámara o espacios. Un denso trabajo atmosférico, que inquieta e hipnotiza desde los primeros minutos. Una inmersión calculada en los abismos de la mente, y en los inescrutables caminos de la obsesión. Hipnosis la que Hitchcock provoca en nosotros, e hipnosis la que los títulos de crédito perfilan que sufrirá Scottie.
Su acrofobia le impulsa, atemorizado, a despeñarse por abismos en espiral. Abismo del subconsciente y, como se desvelará, abismo de la muerte. Nos arrastra a la obsesión con una presencia femenina muerta. Tras un seguimiento espacial intensivo Scottie se enamora no tanto de una mujer como de un concepto. Un concepto que toma distintas formas, bien encarnada en cuerpos de mujer o reflejada en cuadros, edificios o ramos de flores, reales o retratados. Una cadena de reencarnación en la que Scottie se ve integrado como testigo de conveniencia y destinado a ser apasionado protagonista (y nosotros, en tanto el filme está construido desde su mirada, vamos de su mano). Una incursión en los territorios del cine fantástico (por mucho que la trama explique a nivel logístico, así se transmite a nivel emocional y formal).
Muchas de las películas de Hitchcock se sustentan en sus dispositivos de tensión. Vértigo también contiene el suyo, pero el foco discursivo se encuentra aquí en otro lugar. Es un relato de amor, un estudio de la obsesión. Esta impresionista deriva trastocó las expectativas en su momento de estreno y fue recibida con rechazo. Sirva esto de ejemplo de la dificultad que implica descifrar las grandes películas, aquellas que hacen evolucionar el lenguaje y nos desafían, en su momento presente. Desde la perspectiva que da el tiempo, las implicaciones simbólicas y estéticas de Vértigo arden como el primer día.
Néstor Juez