Este curso he empezado un Máster de crítica cinematográfica organizado por la Escuela ECAM en colaboración con la revista Caimán Cuadernos de Cine. Os dejo el sexto texto del Taller de Escritura, El recuerdo intangible, dedicado a analizar la película Karen de María Pérez Sanz. Espero que os guste:
El recuerdo intangible
Es una obsesión común en el ser humano dejar un legado. En el caso de la Baronesa danesa Karen Vlixen, más conocida como Isak Dinesen, lo que podemos saber de su vida es a través de los relatos y cuentos que dejó escritos, los cuales recogen sus vivencias en Kenia. Décadas después del impacto dejado en el imaginario popular por Memorias de África (Sidney Pollack, 1985), a través de la cual Sidney Pollack daba forma a una recreación ficcionalizada de la vida de la escritora, vio la luz en España una obra singular que nos invitaba a reconsiderar la versión oficial desde unas condiciones industriales modestas. María Pérez Sanz propone en Karen (María Pérez Sanz, 2021) una aproximación más fidedigna a la figura escandinava.
Allí donde tantos cineastas optarían por retratar esta etapa vital de emprendimiento colonial desde la magnificación idealizada, Pérez Sanz apuesta por un naturalismo tan depurado como sugerente. Un minimalismo preciosista, apoyado enteramente en un paisaje de sonidos intradiegéticos y una contrastada fotografía de cálidos rayos de sol recortándose sobre paisajes, siluetas y personajes. La textura fotoquímica y el rango de color son determinantes para que Karen destaque especialmente al ofrecer poderosas imágenes, cuidadas en composición y mantenidas por montaje el tiempo suficiente para que nos impregnemos de todos sus elementos. Asistimos a la rutina tranquila de cuidado de la plantación de café por parte de Karen y su criado kiyuku Farah sin atisbos de exotismo alguno, pues apenas vemos naturaleza y no encontramos ni rastro de animales salvajes (no en vano, Karen alcanza todo su potencial expresivo desde el artificio, pues el filme ni tan siquiera está rodado en Kenia, sino en Cáceres).
Uno de los aspectos mas interesantes de una película tan aparentemente sencilla como compleja en sus niveles de lectura es la relación entre Karen y Farah. Un vínculo profundo en el que intuimos a través de sus gestos la experiencia compartida de muchos años donde el servilismo colonial se mantiene desde un respeto empático. Una convivencia basada en la confianza y en la preservación del espacio personal de cada uno, donde ninguno acaba por entrometerse en los asuntos del otro pero evidencia un claro conocimiento de los mismos. Una pareja bien avenida, que se dicen mucho más callando y respetando los ritmos y costumbres del otro que declamando con frondosidad verbal sus inquietudes.
Conforme avanza el metraje somos gradualmente seducidos por el aspecto mas maduro de su gramática audiovisual: su capacidad de aportar significado con lo eludido. Arde más aquello que no vemos que lo que vemos. Es una película en la que tienen una importancia capital los espacios vacíos, los silencios, las miradas distantes a lugares o estancias que fueron habitados y que, sin ofrecer inquilino tangible, lo siguen estando. Encuadres que evocan presencias, que otorgan dimensión fílmica sin dotar de cuerpo tangible al espacio de los recuerdos, a las resonancias de la memoria. Haciendo las veces de secuela espiritual de Memorias de África, el paso del tiempo es un elemento tonal omnipresente, que impacta sobremanera en la desconcertante elipsis temporal de su conclusión.
Néstor Juez
Comentarios
Una crítica karente de los lugares comunes al uso y que ilumina una película en que la luz es tan central.