En este curso 2023-2024 continuo colaborando con los compañeros de Revista Mutaciones. Esta vez analizo una de las películas discursivamente más ricas del otoño; El tiempo compartido de Olivier Assayas. Disfrutadla:
El tiempo se deshace
Uno de los rasgos más diferenciadores y trágicos de la pasada crisis humanitaria del Coronavirus es la ausencia de imágenes que la acompañó, ausencia que se mantiene onerosa incluso ahora. La documentación simultánea al hecho fue escasa, y una vez concluido aquel paréntesis cuyos cambios e implementaciones llegaron para quedarse la esfera cultural ha optado por comportarse como si aquella pandemia y su respectivo confinamiento no hubieran existido. Pocas películas han hecho justicia al fenómeno en sus tímidos acercamientos, y si lo han hecho apenas fue desde algunas perspectivas de las múltiples desde las que se podría abordar.
Simplemente por ella el estreno de la película que nos ocupa en este análisis supone un atractivo, allende el talentoso realizador que la firma. Compitió en la Sección Oficial de Berlín, y fresca desde la Seminci de Valladolid desembarca Tiempo compartido (Olivier Assayas, 2024), comandada por un Vincent Macaigne que prolonga su idilio con el realizador tras la extraordinaria Irma Vep (Olivier Assayas, 2022). Una propuesta pequeña pero rica en su abanico formal y discursivo, tan ligera en su apariencia como compleja en el calado de las reflexiones que suscita. Una fábula de rutina pausada cargada de munición satírica hacia la paranoia social pero también hacia la fragilidad histriónica de los artistas burgueses y, en última instancia, hacia los fantasmas del propio Olivier Assayas.
En la tradición del cine de autor francés más cacareado por la crítica, la elegante, madura y sabrosa propuesta que nos ocupa se identifica con las coordenadas del cine campestre estival, de liviandad aparente pero enjundia textual en su fondo. Cine de la palabra, cine por parejas. Calma y recapacitación en la que los espacios donde suceden las diatribas de la convivencia determinan el pasado y personalidad de los personajes implicados. Mosaico a pequeña escala de dos parejas en el que el tiempo congelado del título oficial en francés obliga a re-contextualizar sus rutinas y hábitos más elementales. Encerrados en un entorno idílico que fuerza a dos hermanos de convulsa relación a convivir con su niñez. Entorno retratado en calmados, vacíos y estéticos planos recurso, sobre los que se encarnan ficción y recreación.
Jaula de cristal bañada de cultura y legado, marco en el que el cineasta congelado se deshace junto a su personaje y abre las imágenes de su pasado ante nosotros mientras combina códigos lingüísticos. Así es, el filme que nos ocupa contiene carga metalingüística, intercalando la ficción con el ensayo. Los personajes representan a Assayas y sus cercanos, pero su propia voz en off intercede puntualmente para dialogar con los espacios vacíos o con imágenes de archivo de libros y demás objetos culturales de la juventud del director. Resorte sencillo pero efectivo que vincula la narración con la vida desconocida al otro lado de la cámara y que permite un diálogo con obras previas como la excelente miniserie Irma Vep o La red avispa (Olivier Assayas, 2019). La ficción se desarma periódicamente y, al hacerlo, es cuando resulta más reveladora.
La comedia se descubre en esta ocasión como la herramienta más precisa para tocar hueso en los recovecos del conflicto humano. El idílico espacio estival pequeño-burgués se carga de tensión implícita por la convivencia imposible y afilada de los dos hermanos protagonistas. Dos perfiles individualistas cuyos egos friccionan al no tener más remedio que compartir un tiempo suspendido con nuevas normas no consensuadas (nótese la diferencia sustancial entre el título general y su traducción al castellano: la convivencia es un rasgo relevante del relato, pero más capital para el discurso es la idea del tiempo congelado, de la rutina detenida de manera indefinida y la introducción forzosa de unos nuevos hábitos mal definidos que todos llevábamos a cabo con titubeo inexperto y timorato).
Néstor Juez