El libro de la selva – Fotorrealismo fatuo

En 2016, Cine, Críticas by Néstor JuezDeja un comentario

Disney prosigue con su plan de rehacer en (pretendida) imagen real sus clásicos de animación del siglo pasado, capitalizando en un producto de probado beneficio y recogiendo sabrosos frutos gracias a un uso portentoso de la tecnología y una visión más épica y espectacular, acorde a estos nuevos tiempos de cine «serio» y «maduro». Favreau dirige la que probablemente sea la mejor película de esta innecesaria etapa, y nos brinda un espectáculo rápido, con ritmo, buenos personajes, unos efectos especiales de museo y una revisión efectuada desde el respeto. Pero, lamentablemente, como filme en su conjunto el resultado final palidece muchísimo en comparación con la gran película de 1967.

De sobras es conocida la historia de Mowgli, el cachorro humano criado por una manada de lobos que debe volver con los de su raza o será devorado por el tigre Shere Khan. Cómo ya ocurriera en el animado musical de los 60, el libro homónimo de Kipling sirve de libre inspiración para la compañía de Mickey, ya que de él sólo se recogen los nombres y razas de algunos personajes y algún episodio aislado, pero se perdió la esencia de ese relato. Reitherman y Clemmons, responsables creativos del clásico, lograron sin embargo un producto de culto independiente de su fuente, sustentado en una galería de personajes carismáticos y entrañables por cuyas acciones sentías interés, estructurando su narración en una escena musical inolvidable tras otra y momentos cómicos de perdurable efectividad. Dado que en esta ocasión se ha prescindido del toque musical (a excepción de un par de escenas planteadas como guiños nostálgicos), se pretende dotar al filme de trascendencia y gravedad, pretendiendo que te involucres con la acción dando una carga más agresiva y violenta a la amenaza de Shere Khan. Se ha procurado dotar a los animales, absolutamente digitales por muy realistas que puedan ser en ocasiones, de unas voces reconocibles y poderosas, que suponen el gran atractivo del filme junto con su acabado visual. La presencia de Khan con la voz de Idris Elba, la elegancia del Bagheera de Ben Kingsley, la sensualidad de la Kaa de Scarlett Johansson y, sobre todo, Bill Murray y Christopher Walken como Baloo y El rey Louie respectivamente, dotan a sus personajes de matices y profundidad emocional. Es espectacular pensar que esta película ha sido filmada enteramente en un plató cinematográfico, pues el realismo de los árboles, llanuras, luces y algunos animales es pasmoso, y pronto llegaremos a confundirnos. Pero poco hay más allá.

Las películas de la factoría sufren en los últimos años de una serie de problemas de guión recurrentes que presumo resultantes de una política de empresa cuyos productos están dirigidos a todas las audiencias independientemente de la franja de edad o de la ubicación geográfica. Todo debe de quedar muy claro y evidente, por lo que se subrayan tanto los momentos dramáticos que uno siente que lo tratan de tonto. El malo no tiene fuerza si no es un malo malísimo plano planísimo que realiza peroratas baratas y actos violentos absurdos fuera de contexto. Los personajes amigos deben de enemistarse histriónicamente por una información no revelada para que se aprecie el conflicto dramático, avance la trama y fuerce la obvia reconciliación y el clímax. Conviene acabar los filmes con momentos en los que los cercanos del héroe dudan de él por un motivo claro pero endeble para que se distancie, reuniéndose al poco con él formando una masa homogénea de individuos unidos por el bien al son de una letanía. Ya en Zootrópolis encontrábamos estos problemas, y aquí abundan por doquier. Cada vez que se abandona el tono cómico y se pretende dotar de épica y gravedad al filme con el conflicto entre héroe y villano y la posibilidad de retornar a la aldea o de unirse a la selva, el filme desprende un tufillo repugnante que hace que la calidad de este baje enteros. El ritmo es trepidante a costa de pasar de una escena ya conocida a otra casi por inercia. En suma, el alma de la original se pierde por completo. Este es un producto comercial que busca el impacto suponiendo que la risa es algo pobre. Los diálogos dramáticos están escritos del modo más típico posible, y el aborrecible clímax concluye con la más arquetípica suerte que sufren los villanos en el cine norteamericano. Esto prueba que el refrito sólo tiene sentido si realmente el nuevo enfoque que vas a dar a la historia está bien entramado.

Disfrutable, amena y con unos estupendos créditos finales, el filme resulta interesante desde el punto de vista tecnológico, y ofrece a un impagable Walken cantando Quiero ser como tú, pero esta comercial nueva versión quedará anulada en el recuerdo por su muy superior predecesora. 6/10

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