Hay unos pocos realizadores privilegiados que, tras décadas de actividad y algunas películas realmente trascendentales, logran la categoría de vaca sagrada. Una vez alcanza este estatus y prestigio entre la crítica, sus nuevos trabajos contarán con la atención y beneplácito mediático, por alejados que estos puedan estar de los filmes que en primera instancia le auparon. A su vez, estas nuevas creaciones se verán notablemente revalorizadas y aplaudidas en base a quién la firma. El caso más representativo de este fenómeno es el del nonagenario realizador francés, nombre clave de la Nouvelle Vague, Jean-Luc Godard. Un creador legendario en el imaginario de la Historia del Cine que sigue trastocando el panorama con cada nueva película aún incluso en su ocaso. Su última etapa ensayística, quizás la más radical, no ha hecho sino fortalecer a su círculo de fieles. Sucedió con Adiós al lenguaje, y ha ocurrido también con la película sobre la que os escribo en esta entrada. Hablo de El libro de imágenes, obra cuya singularidad la hizo merecedora de una Palma de oro especial en el último Festival de Cannes. Hace ya casi un año pero, aunque pequeña, Avalon ha garantizado que tendrá distribución comercial en España. Servidor es un absoluto neófito en materias Godardianas, apenas habiendo visto filmes de su primera etapa y sin referencias claras de esta etapa de narración libre y no lineal. Guardaba un importante recelo hacia esta película, y también una importante curiosidad, de ahí que acudiese al pase de prensa con gusto. Y aún si bien no puedo negar algunos elementos de interés, he vivido pocas experiencias más duras en una sala de cine en tiempos recientes. Diferente, compleja y desafiante, poliédrica en significados y texturas, pero de un visionado tan mortecino y agotador que difícilmente podría recomendarla a nadie.
El vacío, la nada. Una pantalla en la que no hallamos más que silencio. Pero después encontraremos una historia, un relato revolucionario. Dividido en cinco partes, como cinco dedos tiene una mano. Un mosaico caleidoscópico sobre nuevas versiones, trenes, leyes, Arabia, utopías y revoluciones. Un collage de imágenes y sonidos de diversa índole y cualidades. Una reflexión introspectiva de recorrido histórico, que deambula alrededor del devenir político de nuestra raza y el futuro y significado de las imágenes que hemos creado y las que están por llegar. Una película que muestra cómo, incluso tras décadas haciendo cine, se puede seguir siendo revolucionario y creando películas completamente diferentes a cualquier cosa que se filma hoy en día, ajena a tendencias o corrientes. Un cine que no es necesariamente cine, un arte genuino y atemporal que resume la personalidad creativa de Godard. Una película, guste o no guste, exuberante en su ambición y riqueza textual, que te bombardea con asuntos merecedores de debate. Y esta complejidad conceptual es motivo suficiente para que la valore desde la objetividad.
Toda obra que puede dar lugar a mil lecturas diferentes es susceptible también, porque no decirlo, de no tener realmente más fin del que los analistas quieran darle para justificar el trayecto. El último experimento Godardiano no oculta su naturaleza de rabioso juego, de cóctel de inquietudes inteligible tan sólo para él. Apenas unas pocas melodías atractivas, interrumpidas siempre drásticamente. Un tercio de la película, fácilmente, es una pantalla en negro. Las imágenes de archivo están coloreadas y deformadas de formato, adquiriendo por tanto un valor estético agresivo y de poca resolución y belleza. Las locuciones de Godard, en las que tose o carraspea sin cargo de conciencia alguna, se duplican y solapan sobre sí mismas en bucles que también se cortan en seco. Los grafismos, escasos, permanecen pocos segundos, y presentan líneas gráficas tan abruptas como su manera de entrelazarse en el montaje. Dispositivo tan radical y carente de ritmo alguno que, durante hora y media, puede llegar a ser un suplicio. Una experiencia críptica, en la que los temas vienen y van sin armonía, e incomprensible desde el disfrute que, si no la hubiera dirigido Godard, no hubiera recibido ni de cerca la atención recibida.
Disruptiva, inabarcable y aciaga, El libro de imágenes es una obra irrepetible, pero que fuera de la secta de complacientes lamedores de posaderas godardianas no puede interesar a nadie.
- Título: El libro de imágenes/Le livre d´image
- Dirección: Jean-Luc Godard
- Guión: Jean-Luc Godard
- Actores: Narración de Jean-Luc Godard y fragmentos de archivo de Buster Keaton o Dimitri Basil
- Dirección de Fotografía: Fabrice Aragno
- Música: Sin determinar
- Estreno: 22 de febrero de 2019
- Duración: 90 minutos
- Web Oficial: http://www.avalon.me/distribucion/catalogo/el-libro-de-imagenes-le-livre-d-image
- Nota: 6,3/10