¿Dónde está la casa de mi amigo? – El valor de la amistad

En 2012, Cine, Críticas by Néstor JuezDeja un comentario

Esta película, con la cual el iraní Abbas Kiarostami se hizo un nombre en el panorama cinematográfico mundial, es una apología del valor moral de la amistad, y un retrato de la lucha de un niño contra las convenciones establecidas alrededor de su figura.

Una historia tan simple cómo ésta, la de un niño que al llegar a su casa después de clase descubre que se ha llevado el cuaderno de un compañero sin querer y decide que debe devolvérselo antes del día siguiente para que no le expulsen del colegio, logra mantenernos en vilo hasta el último fotograma, haciéndonos sufrir con la solitaria odisea de Ahmed durante hora y media.

El chico sólo quiere ayudar a su amigo, pues sabe lo que es lo mejor para él, pero lo que se propone no es fácil, puesto que aunque sabe que «Benatsavé» vive en otro pueblo desconoce su domicilio. Para un niño de ocho años esta es una difícil empresa, y aún más si nadie le ayuda: su madre no le escucha , sólo quiere que Ahmed haga sus deberes y atienda a las labores de la casa, al igual que su abuelo que sólo quiere que su nieto priorice el servicio a la familia de manera disciplinada  su dogmática y tradicional concepción de la educación nos es aclarada en una demoledora conversación con su vecino), produciéndose una colisión o incomunicación entre generaciones y sus respectivas éticas. Tampoco le atienden los ciudadanos de a pie, que o bien no se inmiscuyen en problemas ajenos desentendiéndose o bien no consideran al niño merecedor de su atención (tales como el comerciante que pretende cambiar todas las puertas del pueblo por puertas de hierro, simbolizando esto el «progreso» de la extinción de la milenaria cultura rural, idea que también se manifiesta en la película). De modo que ese caótico ir y venir del niño hasta que anochece (esa escena en la que al fin le ayuda alguien , un melancólico anciano, el cual se siente a gusto tratando con él pero que finalmente no puede ayudarle y resulta una carga) nos hace pensar que fracasará en su empeño. De modo que la última escena resulta inesperada y sorprendente (ofreciendo múltiples lecturas con la florecilla en el cuaderno). Narrada con un enfoque cuasi documental que nos recuerda irremediablemente al neorrealismo italiano, la cámara se desplaza siguiendo únicamente al muchacho, que construye el escenario con su trayecto, y ofrece una imagen de gran calidad estética, reforzada en momentos puntuales con la hermosa música foránea.

Hermosa y beneficiosa para el alma, esta película supone la introducción a la interesante obra de un personal creador con mucho mensaje, representante de una cinematografía concienciada socialmente y que siempre ha sabido representar los dramas humanos con belleza, ofreciendo un innovador esquema argumental que posteriormente fue perfeccionado en Buda explotó por Vergüenza de Samira Makhmalbaf.

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