D’A Film Festival de Barcelona 2020 2 – Atlantis, Ghost Tropic y My mexican bretzel

En 2020, Críticas sosegadas, DA Film Festival, Eventos, Festivales y Muestras, Lo que te DA tu madre, Podcast/Radio, Vídeos by Néstor JuezDeja un comentario

Avanza la semana 8 del confinamiento, y con ella, el concentrado visionado de películas del D’A. Días de rutina habitual de confinamiento y actividades adicionales, pero no por ello óbice de un par de visionados diarios. No llegaron tantas películas notables durante estos días, pero sí varias propuestas sorprendentes. Diseccionemos. 

Martes 5 de mayo

El martes comencé con un temprano visionado matinal, una película mexicana incluida en la sección Transicions: Los lobos, dirigida por Samuel Kishi y presentada en la Sección Generation del pasado Festival de Berlín, dónde fue premiada por el Gran Premio del Jurado. Una madre joven viaja con sus dos hijos pequeños a Albuquerque. Desea empezar de nuevo, encontrar una vida mejor. Trabaja largas horas planchando camisetas, y mientras tanto los niños no podrán abandonar el precario apartamento. Aleccionados por muchas reglas y rodeados de una comunidad de chavales multiétnica, deberán refugiarse en un animado mundo interior de lobos y aventuras. Una fábula infantil de espíritu mágico y mensaje de superación. La inabarcable dimensión de la imaginación, la esperanza y la alegría por vivir en los ambientes más precarios y maltratados. Un drama de inmigración lleno de ternura, ambientado en un crisol de culturas socialmente estimulante. Cuenta en su núcleo con una carismática pareja de niños, y aliña ocasionalmente el metraje con secuencias animadas muy logradas. Una suerte de The florida project a la mexicana, también con Disneyland de telón de fondo. Lamentablemente, puedo decir que es una película simpática, pero no demasiado más. Es una película acomodada en códigos muy conocidos y trabajados, que bebe de caminos y maneras del indie familiares y no los enriquece con elementos propios de vigor. Su tono blando, apuntalado por pobres elecciones musicales, diluyen casi toda su potencia, y su desarrollo narrativo es bastante estático y predecible, estancado en unos 90 minutos de metraje que se sienten particularmente estirados. Una película capaz de sustraernos una sonrisa, pero con muy pocos argumentos para permanecer en el recuerdo tanto en su puesta en escena como en su punto de vista narrativo. 6,3/10

Por la noche probé suerte con la que era, sin duda, una de las películas de cine de autor que más ganas tenía de ver en los últimos meses, integrada en la sección Transicions: la ucraniana Atlantis, dirigida por Valentyn Vasyanovych y presentada en la sección Orizzonti del pasado Festival de Venecia, dónde se hizo con el premio a la Mejor Película. Un futuro indefinido y cercano, una Ucrania devastada por la guerra. Sergey, antaño soldado, sufre de profundo estrés postraumático y no acaba de adaptarse a esta nueva y desangelada realidad. Cuando el cierre de la fundición en la que suelda cierre por un accidente laboral, derivará a una empresa de actividades sepulcrales. Un filme sórdido, depresivo y desolado, la perfecta representación física del calvario psicológico de un hombre vaciado, destruido por dentro, en claro proceso de reconstrucción. Una película que abraza hasta las últimas consecuencias su marcado y exigente dispositivo, un viaje seco de inesperada recompensa en un final lleno de ternura. Una película estupenda y harto interesante, que incluso me fascinó, pero que no se puede recomendar a nadie. Es una película extremadamente lenta y ardua, cine de la no acción, de la no elipsis, de la extrema dilatación del tiempo. Una película excelentemente dirigida, de una propuesta formal fascinante: filmada enteramente en tomas fijas frontales, planos generales que se entienden durante los minutos que hagan falta, escenas resueltas con nula fragmentación. Encuadres soberbias, que nos dejan saborear un seductor universo narrativo de gran dirección artística y diseño de decorados. Es una propuesta dura y harto inaccesible, con la que cuesta establecer cualquier tipo de conexión emocional durante su primera hora. Es una película que necesariamente veré una segunda vez, pues diría que tan sólo puede funcionar en sala de cine, sin distracción alguna. Cine casi imposible de compartir, pero de extraordinario calado. 7,4/10 

Miércoles 5 de mayo

El miércoles comenzó también temprano, con una de las películas que prometía ser más exigentes de todo el festival. Una película belga incluida en la sección Transicions: Ghost tropic, dirigida por Bas Devos y presentada entre vítores en la Quincena de realizadores del pasado Festival de Cannes. Ciudad de Bruselas, noche cerrada. Una veterana limpiadora musulmana vuelve a casa de madrugada tras un duro día de trabajo. Se queda dormida en el metro, llegando hasta el final de la línea. Para volver a casa, sólo podrá hacerlo andando. Por las desiertas calles de Bruselas, irá teniendo unos encuentros inesperados. Una lenta y silenciosa odisea nocturna, un viaje surreal y psicológico. Una seductora y exigente película de paisajes. Un retrato fresco y críptico de la que Devos entiende, como delatan ciertas instancias del diseño sonoro, como una jungla urbana. Un retrato acertado del siempre extraño y fascinante ecosistema que se forma en las urbes en la noche: un espacio vacío, misterioso, donde los actores secundarios, figuras ignoradas y rechazados por la sociedad y el sistema adquieren protagonismo. Filme granulado en 4:3, de omnipresente personalidad en el encuadre, que establece un rico diálogo callado entre los elementos del urbanismo, logrando que parezca que somos los humanos los que somos los seres intrusos que transitamos por parajes ajenos, por un universo con sus propias normas. Universo sin ruidos ni luz, con neones como estrellas. Filme que, además, no se entrega al drama tremendista sino que opta por una sorprendente calidez humana, puntuada con tiernas intrusiones de guitarra. Sin duda, es un filme muy cercano a inducir al sopor, en el que nunca acabamos de llegar a conocer a la protagonista. Si bien se justifican como vía para hacer un recorrido emocional interno, varias de las acciones que lleva a cabo durante la noche resultan un tanto aleatorias. Y conforme empiezan los encuentros, la manera en que se estructuran resulta reiterativa, y no recobra interés hasta la gran conclusión. Una película sin duda atractiva y sensible, pero lejos de ser la enorme película que gran parte de la crítica clama. 6,8/10

Continuamos con la noche con el largometraje más inclasificable, integrado en la experimental sección Transicions: la canadiense The 20th century, dirigida por Matthew Rankin y galardonada con el premio a Mejor Ópera prima en el pasado Festival de Toronto y con el premio FIPRESCI de la sección Forum del pasado Festival de Berlín. William Lyon Mackenzie King es un joven y prometedor talento, enérgico y valiente. Todo un orgullo para su anciana madre. Pronto comenzarán las duras pruebas de selección del próximo primer ministro canadiense, y King es uno de los candidatos más fuertes y populares. Sin embargo, tamaña empresa conllevará obstáculos inesperados, tales como un ambicioso contrincante al puesto, desavenencias con una facción canadiense rival, o un inesperado e intenso romance con una ama de casa. Una narración apoyada en hechos reales de trascendencia histórica, pero cuya personalísima e inclasificable ejecución alejan por completo de cualquier similitud con los hechos de origen o con este universo nuestro de lo real. Sin duda alguna, la propuesta más marciana, desfasada y estrafalaria de esta semana de cine de autor. Un festival del absurdo, una visión libérrima de la Historia política canadiense. Una propuesta grotesca y chabacana, de un desatado humor que lo mismo te repele que te sustrae numerosas carcajadas. Una película de desbordante creatividad, que solventa con ingenio sus limitadísimos medios técnicos: está enteramente filmada en decorados y escenarios artificiales, con una estética que remite directamente al expresionismo alemán y a la propaganda soviética. Un filme diferente y único, pero extremadamente confuso y difícil de seguir para todos aquellos desconocedores de la idiosincrasia canadiense que parodia. Su tono viscoso, interpretaciones histriónicas y llenas de muecas y escatología se balancea en el alambre y produce fuerte rechazo en muchos instantes. Esta atmósfera de excesos le funciona mejor a un servidor cuando apuesta por un humor impredecible y sin límites que cuando apuesta por el drama de narración críptica. Una película sin duda diferente y sorprendente, de experiencia intensa durante el visionado, pero más peculiar que realmente buena. 6,4/10

Jueves 6 de Mayo

La mañana del jueves comenzó temprano con mi primer visionado de una sección eminentemente española del festival, la sección del terror, Un impulso colectivo: la gallega As mortes, dirigida por Cristóbal Arteaga y presentada en la sección Rellumes del pasado Festival de Gijón. En una pequeña y aislada aldea gallega, un hombre estrangula a su mujer, y esconde el cuerpo en su casa. Días de sospechas, resentimiento y vacío desatarán entre los vecinos los peores instintos. Un thriller rural de densa y tóxica atmósfera y estilizada puesta en escena, de elegante y logrado Blanco y negro. Una suerte de western moderno a la gallega donde el asesinato no es sino la excusa, el germen del infierno psicológica y la guerra trastera y huidiza entre vecinos. Una película de muy estimables resultados, filmada con gusto y saber hacer y brindando múltiples secuencias poderosas. Pero lo que mas sorprende es su tono, su trabajo atmosférico. Es un filme enrarecido, turbio, de tensión contenida y violencia cotidianizada, la rutina agresiva. Es una película que se queda también a medio camino, que torna escasa. El guión no se desarrolla ni resuelve de manera muy satisfactoria, y acabamos deseando un mayor desarrollo del personaje de la vecina. Ni mucho menos una gran película, pero innegablemente digna de un visionado. 6,5/10 

Por la noche volvimos a la sección Transicions con mi primera película rumana del festival: Ivana la Terrible, dirigida por Ivana Mladenovic y presentada en la sección Cineastas del presente del Festival de Locarno, dónde obtuvo el Premio Especial del jurado. Ivana es una joven y exitosa actriz que vive en Rumanía. Durante unos días de verano se instala en la casa de su abuela, en el pueblo serbio en que vive su familia. Semanas de reencuentros con amigos y amantes, donde la nula armonía con estos elementos de su pasado la mantendrán en un perpetuo borde del ataque de nervios. Un acercamiento costumbrista y directo a unas vivencias estivales en una comunidad serbia viva y con carácter. Una recreación de un guión de la propia Mladenovic a cabo de toda su familia, que no en vano interpretan a unos sosias de ellos mismos, en un relato que oscila sin ataduras genéricas entre el drama y la comedia. Un largometraje sin ambiciones ni grandes temas, tan sólo una visión naturalista de una parte íntima de su propia vida, retrato visceral de su comunidad. Una película que una vez concluida uno siente que no ha cambiado un mínimo ápice. Es un filme que produce una pura indiferencia, la más meridiana nimiedad. Neutra en todo, ni entusiasma ni ofende. Ivana es un personaje fuerte, reconozcámosle eso. Pero es un filme sin un tempo ni atmósfera clara, ni ningún tipo de relato claro que se pueda intuir o que veamos que construye hacia ningún sitio, sin personajes con los que empaticemos ni elementos de puesta en escena con el mas mínimo interés. Muchachos deambulando que discuten y salen en plano. No es tanto que sea una mala película, es más bien una pérdida de tiempo. 5,3/10 

Viernes 7 de mayo

Abrimos la mañana del viernes con el visionado que exigía más valentía y acopio de fuerzas de la semana, la primera película de Lesoto, incluida también en la ya desgastada sección Transicions: This is not a burial, it´s a resurrection, dirigida por Lemohang Jeremiah Mosese y presentada en el Biennale College Cinema del Festival de Venecia y en la edición del 2019 del Festival de Sundance. La anciana Mantoa vive en la humilde morada una montañosa aldea, esperando a un hijo que se fue a trabajar a la minas de Sudáfrica y no acaba de volver. Cuando se ponga manos a la obra para darle un cierre solemne tras su trágico destino, tendrá que enfrentarse a un gobierno municipal que desea desplazar la aldea para hacer hueco para una presa. Un drama social de poderosa identidad y presencia étnica, llena de espiritualidad, tradición y trance tribal. Una película relevante en tanto supone uno de tan pocos acercamientos que tendremos en cine a la cultura que retrata. El buen trabajo de casting nos brinda personajes de físico poderoso, como un misterioso narrador cuya voz en off y misteriosa flauta echamos mucho de menos cuando no está y, por supuesto, esa abuela protagonista de poderosa presencia. La puesta en escena es, no seamos parcos, intachable: encuadres cuidados, colores recargados y sobrios y envolvente diseño sonoro, responsables de instantes sugestivos y secuencias poderosas de trance mística. Una película con ricos apuntes y conceptos, pero con bastante por pulir. Es un caso claro de forma sobre fondo, una construcción narrativa de tono y ritmo inconsistente, de tan dilatada duración que imbuye casi de manera permanente en el más profundo sopor. Nunca llegamos a conocer de verdad a la anciana ni a conectar con ella, y la manera de entender el drama social por parte del director es arrastrarla sin piedad por múltiples calvarios. Una de esas películas a las que la cinefilia dura procuramos sacarle miga, pero sin duda prescindible para el resto del mundo. 6,4/10 

Y por la noche probamos suerte con un aplaudido documental español, integrado en la sección Un impulso colectivo: My Mexican bretzeldirigida por Núria Giménez y ganadora del premio Found Footage en el último Festival de Rotterdam. Años 40, Suiza. Vivian Barrett, de boyante clase alta, está felizmente casada con León, antiguo aviador durante la guerra. Su medicamento Lovedyn es todo un éxito, y los enormes beneficios les permite viajar por sitios como España, Italia o EEUU. La vida de la pareja, con sus idas y venidas, será retratada en vídeo. Una narración de resortes propios y sorprendentes, que halla su propia y refrescante manera de construir un relato a través de imágenes. Una ingeniosa y poderosa conjunción de vídeo, texto escrito y sonido. Un largometraje portentoso, fino y rompedor, un soberbio montaje del found footage y el material de archivo. Fragmentos del diario escrito de Vivian Barrett, representado con texto, aunado con las excelentes imágenes de la cámara de vídeo de Leon. Y aunado, he ahí lo más llamativo, con un fascinante diseño sonoro: la película es muda en su mayoría, con puntuales interrupciones de recreaciones sonoras de trineos, avionetas o elementos de la naturaleza. Una película que plantea la siempre jugosa dialéctica entre verdad y mentira, haciéndonos dudar de la autenticidad del metraje utilizado. Una película cerebral que, a través de un dispositivo diferente y algo exigente, logra sacar adelanto una historia muy humana y involucrable. Reconozco que es una película que puede resultar reiterativa y no implicar a muchos espectadores, y que me fascina más por lo mucho que logra involucrarme emocionalmente que por ser una obra maestra. Sin duda, una notable y muy recomendable película, la mayor y más gratificante sorpresa de este D’A. 7,6/10

Un desarrollo de semana de nivel no tan sorprendente como los primeros días, en los que no en vano tuve a bien ver muchas de las películas más sugerentes, pero de una media nada desdeñable, llena de propuestas áridas pero de mucha variedad y constante interés. Tan sólo quedaban dos días, en los que hacer un último atracón con las películas restantes. Os hablaré de ellas en una próxima entrada. 

He hablado de algunas de ellas con mis amigos Jorge Fernández-Mayoralas de Cine y sé feliz, Sofía Pérez Delgado de La Película del día y Luis Suñer de Videodromo en el tercer episodio de nuestro podcast Lo que te D´A tu madre. Disfrutadlo. 

Episodio 3: Valentyn Vasyanovych, Matthew Rankin y Cristóbal Arteaga

Analicé el festival en vivo en este vídeo, centésimo décimo octavo de mi extensa serie de Críticas sosegadas. Que os guste.

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