Durante mi breve existencia he dedicado años de mi tierna infancia a disfrutar y admirar el trabajo de Pixar, junto con Studio Ghibli los mejores estudios de animación que, probablemente, hayan existido jamás. Han gestado algunas de las grandes obras de los 2000 (Buscando a Nemo o WALL-E), pero también creo que desde su Toy Story 3 de 2010 están en horas bajas, y tiempo ha que no estrenan una gran película. Y si, con ella incluyo a la muy correcta pero sobrevaloradísima Inside Out, que queda lejos de las grandes obras de la casa. Por todo esto, y también por mi progresivo abandono de la infancia y adolescencia, he perdido marcadamente el interés en sus próximos proyectos, empezando con su plato fuerte para estas navidades: Coco, ambientada en el rico mundo de la cultura tradicional mexicana. Tan poco interés me despertó que la degusté en cines más de dos meses después de su estreno, en calidad de descarte semanal a la espera de la llegada de los anfibios Del Torianos. Igualmente, siempre cabía esperar una buena factura, y las buenas críticas recibidas eran signo suficiente para estimar que bien merecería un visionado. Y aún sin ser, ni mucho menos, una mala película, el resultado no estuvo a la altura de las ya de por sí medianas expectativas. Como película para público infantil y para ver padres e hijos en comunión, es válida, en tanto cine de animación es más que correcta. En tanto película en general es cine blando, de narrativa acomodada, que se halla a años luz de la reputación del nombre de Pixar. Un desperdicio de atractiva iconografía en estereotipos y manidas plantillas de guión.
El joven Miguel es un niño que vive en Santa Cecilia en el seno de una numerosa familia de zapateros con un pasado musical que pretenden ocultar por las desavenencias con uno de sus ancestros. Admirador de la estrella nacional del cante, ya fallecido, Ernesto de la Cruz, el frustrado Miguel sueña con ser músico, y en las festividades del Día de los Muertos se hará con la antigua guitarra de Ernesto para participar en un concurso. Más tarde, se verá atrapado en un fascinante mundo que le es desconocido a los vivos, y al cruzar el puente vivirá una ardua aventura para regresar a su hogar con su familia y cumplir su sueño. Una aventura musical y emocional por el mundo de los fallecidos que habla sobre el amor, el recuerdo y los lazos familiares. Gracias al folclore mexicano y una gran animación, el filme resulta un festín en el apartado visual. Un festín que fluye muy bien, y logra en muchas ocasiones escenas de alto poder emocional. Una película comercial que toma la difícil decisión de hablar con honestidad, sencillez y de manera directa, sin dramatizar ni banalizar, sobre el paso entre la vida y la muerte. Y hace ver que más dura que la muerte física es la muerte del recuerdo, pues si sigues teniendo un hueco en la memoria de tus queridos vives para siempre, en el estado en el que sea. Y una película que apuesta por la hermosa opción de titular a la película no a partir de su protagonista, sino de su entrañable bisabuela, que sin estar apenas presente en la película torna tomando un trascendental e interesante papel en la trama, el reencuentro y paz entre todos los miembros (reconocidos y por reconocer) de la familia y el destino de uno de ellos. Sus alivios cómicos y sentido del humor funcionan, empatizamos con los personajes y, en definitiva, presenta un argumento diferente, bañado en clichés mexicanos pero culturalmente rica.
Ahí dónde destaca el espectáculo audiovisual y el diseño formal de personajes y escenarios, estos son pobres, faltos de carisma, claros y definidos pero planos y, en el caso de los secundarios, de comportamiento ceñido más por el guión que por desarrollo lógico de sus arcos. El guión es frustrantemente predecible, y todo lo que sucede se ve venir a leguas. Giros narrativos que no sólo hemos visto antes sino que se desarrollan de manera forzada, en una estrategia de manipulación barata de la audiencia a la que no basta con subrayarle que debe sentir, sino a la que encima hay que tener en constante vilo con malos que parecen buenos, tontos que devienen en dramáticos personajes de trascendencia y familias intransigentes que esconden bondadosos corazones. Si ya en las mejores películas de Pixar los convencionalismos narrativos de Disney y sus estrategias de guión me habían incomodado, aquí son tan obvias y están tan presentes que arruinan por completo el filme.
Lacrimógena, folclórica y familiar, Coco tiene todos los ingredientes para agradar a los más pequeños y unir en una hora y media de sonrisas y sentimientos a la familia, pero al cine a largo plazo no aporta prácticamente nada.
- Título: Coco
- Dirección: Lee Unkrich
- Guión: Lee Unkrich y Adrián Molina
- Actores: Voces de Anthony Gonzalez, Gael García Bernal, Benjamin Bratt, Alanna Ubach, Renee Victor
- Dirección de Fotografía:
- Música de: Michael Giachino
- Estreno: 01 de diciembre de 2017
- Duración: 109 minutos
- Web Oficial: http://disney.es/peliculas/coco
- Nota: 6,7/10