Igual que hay directores que apelan a los sentimientos, el agrado y las buenas sensaciones, otros realizadores son conocidos por hacer un cine revulsivo. Por provocar, por narrar relatos que buscan incomodarnos, socavar nuestros cimientos y hacernos reflexionar. Sin duda, incluso, desagradables. Estos son los enfant terribles. Su faceta de crueldad lleva a que mucha gente les retire el favor: Lars Von Trier, Michael Haneke, Nicolas Winding Refn, Yorgos Lanthimos… (todos ellos grandes realizadores, maestros con talento). Pero nadie tiene mayor fama de hacer un cine agresivo e, incluso, insultante que el francés Gaspar Noé. Realizador de obra mucho más experimental y minoritaria que aquellos, que recurre sin tapujos y con vehemencia a la estrategia de hacernos odiar su cine (como es el caso de la excelente campaña promocional del filme que nos ocupa). Su nuevo trabajo, el cual pudimos disfrutar en un pase de prensa de Avalon previo a sus andanzas en el venidero festival de Sitges, es Clímax, galardonada con el premio principal de la Quincena de Realizadores durante el último Festival de Cannes. Servidor no sólo no aborrece a Noé, sino que tiene en cierta estima su cine, disfrutando tanto de la impactante Irreversible como de la curiosa y despreciada Love a falta de ver la que es considerada su obra más lograda Enter the void. Es el suyo un cine irregular pero desafiante, personal y formalmente ambicioso, por lo que había muchas ganas de ver la nueva película, de ahí que acudiésemos al pase con entusiasmo. Y si algo está claro es que la propuesta, la cual no puedes prever, no puede dejar indiferente, y sin duda es uno de los visionados más intensos que hemos vivido este año. Pocas películas en tiempos recientes tan sensorialmente apalizantes. Una propuesta radical de rica forma y atractivos preceptos de partida, aunque gratuita, morbosa, misógina y falta de argumento, variedad o personajes definidos. Una película de necesario replanteamiento y difícil revisitación. Pretenciosa, pero con sabrosas ideas y referencias. Desbalanceada pero fascinante.
Años 90, Francia. Un grupo numeroso de jóvenes bailarines celebran duras jornadas de ensayo en un internado aislado. El último día celebran una gran fiesta, y la sangría fluye en un ambiente de jolgorio, baile y hormonas. Pero pronto las cosas empezarán a torcerse, cuando todos ellos empiecen a sentirse intensamente drogados. Una precisa recreación de una pesadilla. Una pesadilla abrasadora, ruidosa, multicolor, desubicada e ineludible. Música, droga y fiesta para recrear el infierno, transformando a los jóvenes y sus miembros en demonios. En esos parámetros, el filme es honesto, pues no pretende más que incomodarnos con ese escenario y en ello se afana, logrando un innegable éxito en la puesta en escena de este universo. Sensacional banda sonora de temas electro de los 90, y depurado trabajo de cámara: planos secuencia, planos invertidos, colores saturados, textura granulada…Todo ello para atraparnos en un encierro machacón de gritos, sudor, ruido y desconcierto. La celda del caos. Las escenas de baile del filme, en concreto la que abre la película, son sensacionales. La película y su ratonera son sensorialmente muy intensas, una película cuyo visionado abandonas con la sensación de haber recibido una paliza. El filme va de cara, no se esconde y busca un objetivo que cumple con creces. Incomoda, satura, enoja, invita a pensar a través de su imaginario (posesiones, brujería…) y nos perturba horas después.
Si bien las referencias y homenajes visuales son jugosos, el discurso intelectual es pretencioso y resulta un pegote, y el filme se muestra inconsistente a la hora de aunar todos sus grafismos, ideas y conceptos, arrojados sin que tengan coherencia con la narración de caída al abismo. Una caída al abismo que viene tras una secuencia que es la mejor del filme y que tras 40 minutos de metraje ya ha enseñado todas sus formas, siendo la penitencia un devenir agotador, sí, pero monocorde, y de sucesos aleatorios. Ciertos comentarios machistas, momentos de índole infantil y demás no tienen mayor objetivo que estar por estar y fastidiarnos, siguiendo esa estrategia de ser un realizador que pasea su miembro ante nosotros con una sonrisa. Y es una pena como gestiona su talento, pues si Noé calibrase mejor sus ideas y recursos y los acompañase de buenas historias, podría darnos grandes películas.
Mefistofélica, psicodélica y vigorosa, Clímax es tóxica para el gran público y de desgarradoras características, pero única y desconcertante.
- Título: Clímax
- Dirección: Gaspar Noé
- Guión: Gaspar Noé
- Actores: Sofia Boutella, Romain Guillermic, Souheila Yacoub, Kiddy Smile, Claude Gajan Maull
- Dirección de Fotografía: Benoît Debie
- Música de: Melodías de Daft Punk, Giorgio Moroder, Cerrone, Suburban Knight…
- Estreno:11 de octubre de 2018
- Duración: 90 minutos
- Web Oficial: http://www.avalon.me/distribucion/catalogo/climax
- Nota: 6,6/10