Tras unos primeros meses amargos en lo que a provechosa cosecha cinematográfica se refiere, el otoño de 2023 se está destapando como una temporada de regalos cinematográficos. Regalos de los maestros, sí, y regalos con sabor a despedida. Veteranos realizadores de la esfera del cine de autor con trabajos de madurez llenos de esperanza pero exponentes de filosofías de creación entonadas desde la despedida. Y en sintonía, en el audiovisual español hemos podido asistir a un fenómeno similar de la mano de uno de nuestros nombres mas legendarios. Treinta años después de su último largometraje, y cuarenta tras su última incursión en la ficción, regresaba a la gran pantalla tras décadas de cortometrajes y desempeño en la esfera museística el maestro vasco Víctor Erice con Cerrar los ojos, presentada en la sección Premiere del pasado Festival de Cannes y protagonizada por Manolo Solo, José Coronado y su intérprete fetiche Ana Torrent. Una última incursión tras múltiples proyectos infructuosos y falta de entendimiento con la industria española en un presumible último baile que, afortunadamente, se ha saldado en la experiencia cinematográfica más especial, rica y emocionante de 2023. Un auto-homenaje y alegato de amor al cine que representa un peldaño más en la sabrosa carrera de un cineasta extraordinario. Una narración que exige paciencia, y que se halla lejos de ser redonda, pero de encomiable sensibilidad y cargada de instantes mágicos.
Una trágica y poética reflexión sobre la memoria y la reconciliación con aventuras pendientes desde la vejez aceptada. Un cuento crepuscular y melancólico en el que el cine acude al rescate de la vida, fundiéndose con ella cuando ambas quedan rezagadas en el pasado. Un pasado que resuena con más fuerza que nunca en el presente. Un sombrío drama de veteranos hombres del cine en su retiro físico y espiritual que confronta en su trágico pesar el fotoquímico del celuloide congelado en toda su fuerza, imperturbable a Cronos, con el gris y desvaído digital de una realidad donde el séptimo arte entendido en su iconografía popular clásica ha devenido fósil. Una historia de amistad y reencuentro entre dos amigos, en los que la realidad completa en el futuro lo que en el pasado quedó interrumpido en la ficción, en una clara estructura espejo donde los anhelos de los cineastas y los alter egos ante la cámara de cine confluyen en la misma catarsis. Filme soportado por su sentido texto y la entrega delicada y contenida de un reparto en plena sintonía con sus maduros y ricos personajes, pero a su vez de elegante fotografía oscura, escasos pero cuidados movimientos de cámara y una amplia selección de encuadres tan preciosistas como emocionalmente apabullantes. Narración serena de senectud donde son determinantes la interpretación oral de canciones que simbolizan vivencias pasadas, así como las citas literarias o la datación fechada de todo objeto o recuerdo en su instante concreto en el tiempo. Recurso habitual en sus cortos del nuevo siglo, encontramos una apasionante capa de lectura en la narrativa oculta de las fotografías, que permiten establecer profundas subtramas de conflicto indeleble sin mediar palabras ni apenas encuadres. Secuencias de magistral elipsis, que enriquecen sin alzar la voz el andamiaje narrativo añadiendo una amplia gama de matices a la descripción de personajes de manera que bien puede pasar desapercibida en un primer visionado. Banda sonora escasa pero hermosísima, resonancias en cada objeto, gesto y mirada y, para redondear la experiencia del cinéfilo, un recorrido lleno de guiños a secuencias previas de Erice o a obras clásicas del séptimo arte, bien mediante acordes, líneas de texto o encuadres. Cerrar los ojos, sí, para perdonar. Para recordar. Para sentir. Para ver con mayor claridad que nunca.
La delectación de las palabras y los encuentros de los personajes conlleva un tempo sereno en búsqueda de la evocación poética que frustrará a muchos espectadores, pues en su solemnidad contemplativa se dilata en un metraje mucho mayor del que el guion demandaba. La propuesta se sustenta sobre la fuerza introspectiva y reveladora de la palabra, pero en una muestra de desconfianza hacia el espectador, su guion abusa de líneas de diálogo sobre-explicativas y algunos de sus intérpretes no defienden bien su estilo neutro de declamación literaria. En su cualidad de mausoleo, se recrea en ciertos rasgos nostálgicos de un romanticismo fútil. Y aunque recurso anómalo y elegante, algunos de sus cuantiosos fundidos a negro no sirven sino para matar el tempo. Es una película, para bien o para mal, vieja, cuyas virtudes no chillan a simple vista y sus capas de lectura precisan reflexión y aceptación de sus códigos. Pero la recompensa que el espectador que acepte el desafío recibirá es de un valor incalculable.
Amarga, tierna, simbólica y terapéutica, Cerrar los ojos es una carta de despedida plagada de ecos y cuentas saldadas que encuentra en la palabra y en la planificación sencilla un hondo discurso sobre la memoria y la resonancia sentimental de la imagen cinematográfica. Una película exquisita.
- Título: Cerrar los ojos
- Dirección: Víctor Erice
- Guión: Víctor Erice, Michel Gaztambide
- Actores: Manolo Solo, José Coronado, Ana Torrent, María León, Petra Martínez
- Dirección de Fotografía: Valentín Álvarez
- Música: Federico Jusid
- Estreno: 29 de septiembre de 2023
- Duración: 169 minutos
- Web Oficial: http://www.avalon.me/distribucion/catalogo/cerrar-los-ojos/
- Nota: 8,2/10