Pese a que sus nutridas filmografías ofrezcan numerosos tropiezos, su personalidad hace que siga con interés el recorrido de algunos realizadores infravalorados de obra irregular pero siempre interesante. Uno de ellos es el norteamericano Abel Ferrara, autor de no pocas películas notables: desde las magistrales Teniente Corrupto y El rey de Nueva York a la estimable Pasolini, son olvidar detritos como 4:44 último día en la tierra, películas todas ellas con interesantes cosas que decir. Por lo que en cuanto se proyectó en Cannes su adaptación audiovisual del escándalo sexual de Dominique Strauss-Kahn, protagonizada por el veterano y talentoso Gérard Depardieu, quedó rápidamente apuntada en la lista de filmes pendientes o futuros. La ausencia de un estreno comercial en casi cualquier sitio y la notoria ausencia de críticas (siendo las pocas negativas) y el olvido mediático hizo muy difícil el acceso a la cinta, pero este se produjo finalmente tras dos años de búsqueda. Y si bien me hallé con la esperable y siempre tendiente a la denostación película irregular, desidiosa y algo irritante, afirmo que nos hallamos ante una buena y jugosa película. Una película que abunda en el vicio y la deshonorabilidad y narra con sosiego y sin pulsión, pero está interpretada con solvencia, filmada con oficio y guionizada con acidez, inteligencia y poso. Un estudio de personaje de regusto dulce.
El político y hombre de negocios francés Devereaux (un excelente Depardieu, repugnante físicamente y repelente de personalidad) es un hombre muy poderoso que se augura como posible candidato a la presidencia de Francia. En uno de sus viajes a Nueva York, plagado de fiesta, prostitutas y desenfreno orgiástico, se propasa con una de las limpiadoras del hotel, lo cual le llevará a una breve estancia en cárcel por demanda de violación y una reclusión vigilada en un apartamento que le costea su hastiada mujer (una excelentemente muerta en el asco y la indiferencia Jacqueline Bisset), tras abandonar la prisión bajo fianza. Un relato de caída a los infiernos y un retrato de la corrupción y el ruin comportamiento de ciertas personas de las altas esferas, a las que el poder hace perder la mesura, los referentes y las reglas básicas de comportamiento. Una elegía a un cerdo, un ninfómano, un hombre falto de intelecto y henchido de soberbia que tras un desliz observa como su estatus de inmunidad y carcasa de opulencia se desmoronan cual castillo de naipes, necesitando el rescate de una mujer que ya no le soporta. De nuevo eleva la calidad del producto la realización de Ferrara, capaz de sumir al espectador en un estado de perdición, enajenamiento y futilidad, único a la hora de narrar las miserias de los despojos humanos y recrear sus sensaciones psicológicas, que en esta ocasión se aúna con Ken Kelsch para filmar sin bagatelas pero siempre con sugerentes encuadres. Pero ante todo es este un vehículo de lucimiento para que su pareja de protagonistas se suelte con todo su esplendor, en unos despreciables roles nada sencillos. Sin prisa ni un camino definido, la películas nos presenta unos días convulsos en la vida de un mafioso, y pregna sin panfletismo un sentir extendido en la Europa contemporánea: la desafección ciudadana hacia sus representantes, delincuentes cada vez menos recatados en sus golpes y en su disimulo.
Si bien el argumento presenta un interés evidente y el tono narrativo escogido es sobrio y conciso, su estructura se muestra aleatoria y su discurrir, propio de la inercia. No se aclara a que punto se desea llegar, y el filme peca de un defecto cada vez más común: el no finalizar una película, sino interrumpirla, acabándola sin ningún cierre ni conclusión, lo cual deja siempre una sensación de agridulce pese a que nivel general el pescado llevara tiempo vendido. Se aprecia en sus imágenes el bajo presupuesto de la propuesta, lo que dejará fuera a algunos espectadores, y su morbo por enseñar la desnudez de Devereaux y explayarse en explicitar sus escarceos sexuales dejará fuera a muchos más, respondiendo servilmente a un ejercicio de provocación tan insano como narrativamente necesario.
Directa, incorrecta, ácida y reflexiva, Bienvenido a Nueva York no añade más elementos al acervo Ferrarano, pero deleitará a sus seguidores y a los adeptos a la convulsa controversia política que nos anega. 6,8/10
Comentarios
Interesante crítica de una película difícil de visionar.No creo que haya estado en salas comerciales al uso.