Los venerados y personalísimos hermanos Coen nos brindan tras la estupenda A propósito de Llewyn Davis la prometedora ¡Ave, César!, hierática comedia que rinde homenaje al Hollywood clásico. Asistimos a una fiel recreación de un día laboral al uso para un productor ejecutivo en Capitol Pictures, productora sosias de Paramount. Un inmenso ecosistema milimétricamente engranado que se interrumpe drásticamente tras un suceso inesperado. Y el resultado es una comedia con escenas bastante graciosas, de sets primorosamente recreados y competentemente filmado, pero insípida como un todo narrativo.
Eddie Mannix (un aplicado Josh Brolin) dirige las operaciones de Capitol desde las sombras día tras día, atravesando intensas jornadas en las que encadena reuniones, conversaciones, comidas y charlas telefónicas. Sus dramas, películas de vaqueros, musicales y aventuras marinas siguen su curso, pero la gran apuesta de la temporada, el péplum Ave César se ve interrumpido en la fase final de su rodaje por el inesperado secuestro de la estrella principal, Baird Whitlock (un coenianamente enajenado George Clooney), que volverá un tiempo después por su propio pie habiendo causado un cataclismo despreocupadamente. Y es con el logrado personaje de Brolin con quien transitamos por los múltiples escenarios del filme, recreados con mucho acierto y mucho cariño cinéfilo. Es este el nexo de unión del filme, y el factor que avanza el argumento. Un argumento de eficacia cómica palpable, con una atmósfera enrarecida muy lograda (propia de los hermanos), en la que todos los actores están disfrutando la experiencia y ofreciendo un trabajo muy correcto. Pero el todo es bastante peor que la suma de sus partes.
El argumento detrás de estos espacios es tremendamente endeble. El desarrollo dramático de los personajes es casi nulo, la película acaba arbitrariamente y el orden de sucesos, e inclusive la razón de ser de estos mismos, se torna aleatoria. La sabrosa premisa se diluye en la consecución de estampas cotidianas de Mannix, y el secuestro de Whitlock a manos de guionistas comunistas, que se suponía la línea narrativa principal, queda horriblemente desdibujada y desaprovechada. Es una película cuyo visionado es placentero pero intrascendente, y observando los medios que tenían a su disposición se deduce el peor de los defectos en la creación audiovisual: la pereza y la falta absoluta de pasión. Disfrutamos mucho con Swinton, Fiennes, Tatum o Ehrenreich, pero falta algo que dote de cohesión y relevancia estos sketches.
Los Coen muestran con poco que lo intenten que son grandes cineastas, y hay mucho oficio en ¡Ave, César! Pero la carencia de un argumento inspirado más allá del guiño impedirá que esta blanda película permanezca en el recuerdo. 6/10