A finales de los 80 aparecieron en el panorama internacional los hermanos Coen, que pronto lograron reconocimiento gracias a su particularidad, peculiar humor y habilidad de los recursos cinematográficos. Tras un ejemplar debut con el desasosegante thriller Sangre fácil probaron suerte con la comedia (negrísima en este caso) Arizona baby, una breve road-movie sobre el afán de formar familia. Es esta una peculiar película, muy extraña en su momento, en la que se reflejaban todas las inquietudes artísticas de la posteriormente triunfante filmografía de los de Minnesota. Sin embargo, el estilo todavía estaba por pulir.
Herbert Mcdonnaugh, delincuente interpretado por Nicolas Cage, conoce a la policía Edwina tras meses de entrar, salir y volver a entrar a prisión, y estos se enamoran. Deciden asentar cabeza contrayendo matrimonio y forjando una feliz familia. Sin embargo, Ed es estéril. Cuando descubren que un famoso vendedor de muebles (Nathan Arizona) ha tenido quintillizos, la pareja decide robarle uno, pues ellos tienen «más hijos de los que pueden manejar «. Sin embargo formar una familia no será fácil, pues múltiples personajes incordiarán la paz (Mcdormand y su marido) y varias personas intentarán devolver a Nathan Junior a su antigua familia y cobrar la recompensa (los dos convictos fugados ,»amigos» de Herbert, y el infernal cazarrecompensas motorista) o bien quedarse el niño para sí, produciendo todo ello un cismo en la otrora cohesionada unidad matrimonial.
En esta comedia se da pie a todos los excesos, y toda posible persecución o pelea desembocará en el desmadre más surrealista (particularmente divertida es la escena de la compra de pañales, con mujer con rulos y bata en el supermercado incluida) acompañado todo ello de histriónica música «country».
Cada suceso es impredecible, y el caos que ello provoca es usado como herramienta cómica. Aporta calidad al filme los personales puntos de vista del personaje de Cage, expresados mediante voz en off.
Del mismo modo resulta curioso el hecho de que todos los personajes ansién tener a Nathan Junior, el cuál ejerce una influencia pacificadora a los que les rodean y simboliza la conciencia de los personajes malogrados, que desea que estos la felicidad por el camino justo. Sin embargo nos encontramos ante una cinta irregular, con un guión que no va más allá y unos personajes planos cuyas relaciones no van más allá. Abundan detalles estilísticos de valía, pero no logran conjuntar con brillantez.
Arizona Baby no es imprescindible mi mucho menos, y posiblemente sea una de las obras más flojas de sus directores. Pero en su momento fue fundamental, pues supuso el primer paso (escuela) a la hora de forjar un estilo, el de unos genios irrepetibles. Pocas óperas primas rozan esta calidad, y muchos directores se complacerían de contar sólo con ella en su filmografía.