Hong Sang-Soo es un realizador surcoreano de prestigio en el circuito crítico y festivalero cuyo cine ha tenido una difusión comercial muy reducida en España. Con su película Ahora sí, antes no se nos da la oportunidad de acercarnos a su filmografía, con un filme que reúne una amplia mayoría de las características de su visión como autor. Y el resultado es una suerte de Nouvelle vague asiática y contemporánea, donde se rompen las convenciones de composición de los planos y se juega con la estructura narrativa. El resultado es sin duda un filme genuino y fresco, pero en última instancia, de escasa sustancia.
Un director de cine es invitado a acudir a una ciudad pequeña a dar un coloquio en el Festival de Cine de Suwon tras la proyección de una de sus películas. En un malentendido con la organización del festival, llega a la ciudad un día antes, durante el cual aprovecha para flirtear con una chica joven que pinta, la cual conoce en un templo e invita a tomar un café, tras el cual cenan y pasan juntos el resto del día. Partida a la mitad, la película juega con una construcción que se reitera a la hora de metraje, una misma situación repetida, donde partiendo de los mismos lugares, personajes y situaciones se van produciendo diferentes divergencias durante el desarrollo dramático. Y como bien dice el título que se le ha asignado dentro de nuestras fronteras, aquella relación que antes no cuajó, ahora sí concluye con éxito. Si en la primera mitad del filme el desengaño de ella al descubrir durante la madrugada, por unas amigas, que su cita es un mujeriego que la está engatusando, en la segunda mitad del filme la desilusión llega antes, al ser él sincero, y sabe por su propia boca de su recorrido amoroso, lo que la atempera a lo largo de la noche y la va tornando más receptiva. Esta experimentación también la hallamos en su realización, la cuál apuesta por los zooms digitales y el cambio entre encuadres fijos (y compuestos con mucho sentido) en un mismo plano. Y aunque el guión parezca ser el mismo presentado en dos ocasiones, a través de la puesta en escena observamos sutiles diferencias que alteran radicalmente el devenir de la historia (si antes vemos el cuadro que ella pinta y el director alaba, luego no vemos ese cuadro que ella pinta y él critica). Pero más allá de su apetecible carcasa, el contenido es un tanto pueril.
Agrada ver y escuchar a asiáticos haciendo cosas propias de un europeo, riendo, comiendo, charlando y ligando. Su alegría, euforia u enfado traspasan las pantallas. Y bien es cierto que la interpretación de sus personajes, al no estar sostenida prácticamente sobre nada más y desarrollándose, con esa complicación añadida, en largas tomas, brilla a pesar de la aparente sencillez de unos personajes que esconden un revuelto mundo interior. Pero el desarrollo de sus conversaciones toma unos senderos muy insustanciales y anodinos. Y los personaje, además de poco carismáticos, resultan inclusive irritantes por su madurez e inseguridad. Se siente real y cercano lo que expresan y lo que les inquieta, pero el núcleo de sus conversaciones no va más allá de la sociabilización cotidiana entre personas que poco se conocen. «Yo te quiero, tú me quieres, a mí me inspira el papel vacío, a mí también…», todo muy tontorrón.
Fresca y poco académica, la última película de Sang-Soo es una propuesta viva, dinámica y libre, y formalmente curiosa debido a su propuesta de narración rupturista. Pero su contenido tan banal de puro cotidiano hacen que no pase de ser, simplemente, simpática. 6/10