Dantza – Letanía de perpetuo baile

Pocas artes hay más universales e imperecederas que el baile, la danza. Pasan los siglos y las épocas y los humanos seguimos moviéndonos al unísono al compás de la música. Esta obsesión se ha manifestado en infinidad de espectáculos teatrales o musicales, y por consiguiente también acabarían teniendo forma fílmica. No sólo en musicales, sino también en películas que son enteramente números musicales o coreografías filmadas sin trama que las hilvane. En estas coordenadas se encontraban algunas películas estupendas de Carlos Saura. Y es este tipo de producto en el que se enmarca la película sobre la que en esta ocasión os escribimos. Una producción vasca que se programó fuera de concurso en la Sección Oficial de San Sebastián pero que no pudimos incluir en nuestra agenda de la semana. Es Dantza, de Telmo Esnal. 98 minutos de danzas tradicionales de Euskadi que retratan su identidad y cultura. Filme que pasó por la ciudad donostiarra sin pena ni gloria, y que está pronto a estrenarse sin haber hecho ruido alguno. Acepté con gusto el pase de prensa, en tanto disfruto como el que más las películas espectacularmente fotografiadas y las pocas veces que he visto una película de baile la hemos gozado. Pocas veces se habla de ellas en los medios, por lo que contribuimos con gusto a revertir esta tendencia. Así que acudí a visionarla una semana antes de su estreno en salas. Y si bien tampoco hubo fascinación con el resultado sí que estoy satisfecho de las emociones que me produjo. Un conjunto de coreografías hermosas filmadas con mucho tino, pero un montaje de ritmo irregular hace que lo que siendo poco deleitaría, cansa tan de seguido. Empieza muy fuerte y se va desinflando progresivamente. 

El mundo, el hombre. La vida y sus ciclos. Duro trabajo en la yerma terra, la lluvia cae sobre los hombres que labran. Cuando la cosecha sobrevive, da lugar a las mejores manzanas que luego darán la sidra de las fiestas vascas en cuyos pueblos los dantzolaris bailan y festejan. Toda esta simbología y tradición vasca y este legado de naturaleza y supervivencia son reflejadas en un musical de baile continuo. Desfile de innumerables bailarines en hermosos escenarios. Una sucesión sin freno de largos y complejos números de danza. La valía cultural de la producción es innegable. En tanto medio para exaltar la tradición musical vasca y difundirla al mundo, es encomiable. El apartado sonoro, gracias al diseño de sonido y a una jugosa música, cumple una gran función para inducir al espectador a la atmósfera y tono místico de la cinta. Pero el valor en alza que hay que remarcar de esta película es su excelente fotografía panorámica. Travellings laterales, planos cenitales, seguimientos… un despliegue visual para captar en gran escala la dimensión logística y estética de la danza representada. Gran trabajo de los bailarines, y minucioso desempeño técnico que cualquier espectador percibirá. La escena del agua con los bailarines con cuchillos quedará en nuestro imaginario. 

Tristemente, la película empieza con los mejores números, con bailarines disfrazados en el desierto. Según desaparecen los disfraces de cuerpo entero y nos desplazamos a los poblados y bosques con bailarines con vestimentas típicas pierden mucha garra, tanto por la riqueza visual del número como por la manera en la que está realizada. Las coreografías son muy similares entre sí, los números se alargan en demasía y el montaje tampoco es particularmente rítmico. Dado que no ofrece narrativas ni personajes a los que el espectador pueda agarrarse, es necesaria la variedad en los números para que la experiencia tenga la fuerza y presencia de una película habitual. Esta da la sensación de que hubiera funcionado mejor como cortometraje o incluso cómo videoclip aislando el baile del agua. Una película que se queda corta para trascender de mera curiosidad folclórica para amantes de la danza. 

Espectacular, folclórica y desenfrenada, Dantza ofrece bailes filmados con excelencia pero mal articulados entre sí, en un todo que fatiga al espectador.