Un primer día de un sólo filme y dos de media agridulce, nos hacía rogar una jornada que por fin nos hubiera hecho pensar que merecía la pena haber acudido a este evento. Las referencias y expectativas puestas en este nuevo día eran altas, y el deseo de que las películas fuesen buenas era ya una necesidad. Tres historias nos esperaban, tres filmes muy distintos entre sí: una película basada en una peculiar anécdota histórica, una película de horror psicológico y un documental. El cansancio físico nos asolaba, así como, por vez primera, el calor veraniego, pero recargados de fuerza encaramos la jornada con impaciencia. Se avecinaba el fin de semana, de ahí que la aproximación del fin del evento no dejaba otra alternativa que entregarse a esta antepenúltima jornada. Y los resultados de las películas descubiertas superaron ampliamente nuestras expectativas, disfrutando intensamente de tres buenas películas absolutamente recomendables. Tres películas, por sus características y resolución, sorpresivas en sus respectivos parámetros. Inquietantes, trepidantes e intensas. Una jornada de absoluta reconciliación con el evento, que muestra porque amamos el cine.
A las 17:00 fue el momento, en la sala 1 de los cines de la prensa, El hombre que salió del hielo/Der Mann aus dem Eis, dirigida por Felix Randau. Una película cuyo relato está inspirado en un apasionante hecho real: el descubrimiento en los alpes Ötzal, en 1991, de una momia de 5000 años de antigüedad asesinada a los 46. Vemos a este hombre como el líder de su clan, que un día vuelve de cazar encontrando a su mujer, hijo y cercanos masacrados en el asentamiento. Dolorido e iracundo, perseguirá en solitario a los asesinos con sed de venganza por bosques, montañas y nevadas. Cine cavernícola, narrativamente escueto y directo. Un filme prácticamente mudo, pues apenas hablan unas pocas frases en una lengua arcaica que los realizadores no consideran necesario traducir. Una aventura realmente espectacular, visualmente virtuosa. Visceral y explosiva, con unas pocas secuencias de acción de infarto, con enfrentamientos de violencia explícita. Y una película de extraordinaria producción y localizaciones, en la que sientes el frío. Con respecto al material de partida, difícil habría sido hacer mejor filme. Pues en su guión, plano y escaso, como carentes de desarrollo son sus personajes, es dónde el filme no tiene interés. Que al presentar personajes de estéticas muy similares de los que no sabemos ni su nombre (incluido Franco Nero) hace difícil que no les confundamos. Con todo, un filme claramente interesante. 7,2/10
A las 19:30, en la sala 2, fue el turno de Angst y de la película de terror Cuatro manos/Die Vierhändige, dirigida por el joven realizador Oliver Kienle. Las hermanas Jessica y Sophie, que acostumbran a tocar el piano a cuatro manos, presencian de niñas el asesinato de sus padres en sus propias narices. En su madurez, dónde aún viven juntas en la señorial mansión de sus padres, Jessica sigue cumpliendo de manera obsesiva la promesa que hizo entonces de proteger a Sophie. Sophie desea independizarse y vivir una vida normal, pero no puede separarse de la paranoica Jessica. Aún después del más trágico de los sucesos, sus personalidad seguirán asociadas. Un thriller psicológico de identidades difusas y persecución justiciera de asesinos. Una película de constante malestar y tensión sobre las heridas del pasado y la confusión entre realidad, entre el trastorno y entre ambas hermanas, muy diferentes pero unidas de la más milagrosa de las maneras. Terror comercial facturado con extrema destreza, sorprendente tratándose de una obra primeriza de alguien tan joven. Correcta fotografía y banda sonora, y rauda realización. Pues el filme logra que nunca decaiga el interés. Los personajes se definen, y el argumento, aunque algo enrevesado e inverosímil (puestos a ser exigentes, he aquí su gran defecto, pero viene de la mano del tipo de filme que se busca hacer), consigue resolverse con coherencia y casar todos sus giros e incógnitas de manera lógica, usando para el mejor efecto el estrés postraumático y la identidad disociativa. Una película de terror realizada con cabeza y resuelta sin trampas. 7,4/10
Y cerramos a las 22:00 con el único documental del certamen: The cleaners, de Hans Block y Moritz Riesewieck, primer filme de ambos, hablado en lengua inglesa y filipina. El filme nos descubre a unas personas anónimas que trabajan en la sombra cuya labor, sin embargo, es determinante en la sociedad digital de hoy. En oficinas sórdidas de Manila, carentes de cualquier tipo de focos, humildes trabajadores filipinos subcontratados por empresas asociadas a Silicon Valley, dedican decenas de horas al día observando imágenes y vídeos de las redes sociales, eligiendo cuales deben ser eliminadas. Son los moderadores de contenido. Los censores de las redes sociales. Aquellos que eligen lo apropiado y destruyen lo sexualmente explícito, lo ultraviolento, y también lo políticamente polémico. Una narración trepidante, fincheriana, que fluye como el agua y a través de un montaje excelente pasamos entre diferentes entrevistados, tanto moderadores como autores de las obras o imágenes censuradas. Una película de apasionante y espeluznante tema, que muestra tanto cuán frágil puede ser nuestra integridad en la red como traumática es la tarea de estas personas. Una narración negra y densa que acompaña su calado con fragmentos de archivo y reveladores, que lamentablemente naufraga un poco en un tercer acto reiterativo que hace hincapié en un innecesario morbo y sensacionalismo. Con todo, un excelente documental. Quizás la película más vibrante y apasionante de ver de la edición. 7,5/10
En resumidas cuentas, una gran jornada. Prácticamente gloriosa. Tres películas muy redondas, que ofrecen lo que se puede esperar de sus respectivos géneros. Tan sólo nos quedaban dos días con un filme en cada uno, pero la actitud con la que se encaraban ya era otra, y la evaluación general del evento ya estaba salvada.