Cien años de perdón – Acción estandarizada

En 2016, Cine, Críticas by Néstor JuezDeja un comentario

El veterano y prolífico cineasta Daniel Calparsoro (cuya filmografía abusa de no pocos títulos mediocres) regresa con un proyecto que ha levantado mucha expectación: un trepidante thriller de acción sobre robos de bancos, a partir de un guión de Jorge Guerricaechevarría y con un popular reparto a su servicio. Y el resultado final es relativamente satisfactorio, pues logra concluir un ejercicio de acción filmado con pulso y competente fotografía, cuyo ritmo tenso y constante y un guión algo enrevesado pero muy entretenido hacen del visionado una experiencia entretenida. Pero la película no logra calar en el espectador, debido principalmente a unos personajes planos pobremente interpretados y unos esquemas narrativos que no abandonan la absoluta convencionalidad.

Una lluviosa mañana en Valencia un grupo de ladrones atracan el banco Atlántico y toman como rehenes a los clientes que allí se hallan. La adversa climatología les impedirá escapar como planeaban, viéndose obligados a negociar con el jefe de la policía, que acordona el edificio. Pero ellos poseen un objeto muy valioso para el chantaje: un disco duro de un político depositado en el banco que podría contener jugosa información sobre una imputación a su poseedor que amenaza con afectar al gobierno con un escándalo de corrupción. Entre giros de faroles e informaciones falsas a uno y otro lado de las líneas telefónicas se sustenta con encomiable éxito la intriga y tensión de esta historia de desconfianzas, rencores y amargura, realizada con sobriedad y un generoso despliegue de producción. Su argumento cercano y de inmediata actualidad toca ciertos temas candentes de la actualidad sociopolítica española. Ideas atractivas, pero de pueril desarrollo.

Los personajes de esta tragedia se plantean planos, faltos de matices para que la audiencia empatice lo suficiente con su drama y, como por ejemplo en el caso de los argentinos, suscritos al estereotipo más manido. Sus interpretaciones son además terriblemente inexpresivas y hieráticas. Además, su desarrollo como personajes es muy estático a nivel de acciones, las cuales se reducen a discusiones, amenazas telefónicas y largos parlamentos expositivos. Y el arco narrativo más allá de los puntuales giros y sorpresas no sigue un escalamiento gradual, manteniéndose la intensidad fílmica de manera constante pero alternada con bajones cómicos o estáticos por mera reiteración de situaciones. Y además, su realización es ampulosa pero académica y conservadora, sacando escaso juego estético a sus múltiples travellings de leve movimiento y encuadrando con oficio pero sin búsqueda de sensaciones conceptuales a transmitir.

Por todo ello, Cien años de perdón es una estimable demostración del buen estado de forma de nuestro cine y posiblemente una de las mejores películas de su autor en la última década, pero no por ella deja de ser otra cosa que una excusa para pasar un rato ameno, sin mayores pretensiones. De entretener en el momento y no permanecer después. 6/10

Leave a Comment